Milei festeja la caída de la pobreza, pero hay riesgo de rebote en pleno cierre de la campaña electoral
Fue como una bocanada de oxígeno en medio de los datos de volatilidad del mercado financiero: el índice de pobreza del segundo semestre de 2024 que publicó el INDEC mostró una notable mejora. El 38,1% supone una caída de casi 15 puntos, de la mano de la caída de la inflación.
El dato supone no solo una mejora respecto del récord de 52,9% que se había registrado en el primer semestre del año pasado -tras el pico inflacionario ocurrido en el arranque de la gestión de Javier Milei- sino que, además, supone también una mejora respecto de la marca que dejó el gobierno de Alberto Fernández, que había sido de 41,7 por ciento.
También se registró una caída de casi 10 puntos en el índice de indigencia -el que marca la cantidad de personas que no pueden comprar una canasta alimentaria diaria para reponer nutrientes-, que ahora se ubica en 8,2%. También en este caso se mejoró el nivel heredado por la gestión peronista, que había dejado una indigencia del 11,2%.
La publicación de estos indicadores implica un "timing" inmejorable para el gobierno, dado que le da argumentos para contestar las crecientes críticas sobre el costo social del programa económico.
Javier Milei celebró la baja del índice de pobreza. "Lo sufren mandriles econochantas"
"Lo disfrutan los argentinos de bien y lo sufren mandriles econochantas, el club de los devaluadores seriales, los políticos miserables y los periodistas ensobrados/ignorantes", escribió Javier Milei cuando se conoció el dato.
Sobre todo, los números juegan a favor si se tiene en cuenta que en pocos días se realizará el paro general convocado por la central sindical CGT.
La realidad es que ese paro fue objeto de muchas dudas internas en la cúpula sindical, que ya en diciembre pasado había desestimado una propuesta de Pablo Moyano, lo cual motivó su salida del triunvirato cegetista. La visión de los analistas es que este nuevo paro general luce "a destiempo" y parece más bien una decisión presionada por el ala dura del kirchnerismo para sumarse a la protesta callejera.
Salvo por el gremio de los empleados públicos, había sido notoria la escasa adhesión sindical a las protestas por las jubilaciones. Y abundaron las especulaciones respecto de que esa situación obedecía a que la mayoría de los gremios estaban en plena negociación de paritarias, en las que estaban consiguiendo una recuperación salarial por encima de la inflación.
De hecho, el ministro de Economía, Luis Caputo, viene destacando cada dato sobre índice de salarios, que marcan una mejora -al menos para el sector privado registrado-. El último dato, correspondiente a enero, indica una mejora intermensual de 2,9%, lo cual supera el IPC de 2,2% registrado ese mes.
Además, cada vez que se publican los datos fiscales, Caputo se ocupa de resaltar expresamente que, en medio de la política de "motosierra", uno de los rubros que sigue teniendo un crecimiento real es el de la asistencia social para la franja de menores ingresos de la población.
¿Se revierte el próximo semestre?: las señales de alerta
La mejora en el índice de pobreza no resultó sorpresiva para nadie. Por la metodología de medición que se utiliza en Argentina, que da una alta preponderancia a los ingresos familiares y no tanto a las condiciones estructurales como el saneamiento o la calidad de la vivienda, el índice de pobreza suele tener variaciones muy marcadas entre cada semestre. En general, hay una correlación entre pobreza e inflación.
Y en la segunda parte del año pasado la inflación acumulada fue de 21%, una cifra que luce pequeña en comparación con el 80% que se había registrado en el primer semestre.
De hecho, las instituciones que hacen mediciones paralelas con frecuencia trimestral ya habían adelantado una sensible mejora. Por caso, la Universidad Di Tella estimó que el tercer trimestre la pobreza había estado en 38,8%, pero que el cuarto ya había caído al nivel de 34,8%, lo cual mejoraría todos los registros desde el final de la gestión de Mauricio Macri.
Claro que hay algunas señales que pueden empañar el dato que acaba de publicar el INDEC. Uno es la mayor resistencia que muestra el índice de indigencia en comparación con el de pobreza. Esto podría estar asociado a los altos precios en alimentos, que en los últimos meses han mostrado una tendencia al rebrote inflacionario.
De hecho, en febrero los alimentos marcaron aumentos por encima del promedio, con un 3,2% que el Indec atribuyó a la influencia de las subas en los precios de la carne. Y las previsiones para marzo no son mejores: la consultora Analytica midió un acumulado de 3,3% en el rubro de alimentos en el mes.
Pero, sobre todo, el mayor riesgo para el gobierno en términos de pobreza es el mismo que le viene dando dolores de cabeza en el plano financiero: la volatilidad del dólar paralelo y la desconfianza sobre la continuidad del "crawling peg".
En el equipo de Toto Caputo están convencidos de que la ralentización del dólar oficial al 1% mensual es una de las armas fundamentales para bajar la inflación -se espera que en abril el IPC pueda ubicarse por debajo del 2%-. Pero en las últimas semanas, la pérdida de reservas del Banco Central intensificó las sospechas sobre un nuevo esquema cambiario.
En otras palabras, hay un riesgo devaluatorio que podría tener su correlato de "contagio" a precios. Y la historia demuestra que cada devaluación y su consecuente réplica inflacionaria supone un efecto de aumento en la pobreza y la indigencia.
Esto explica, además, por qué el gobierno está empeñado en mantener su política cambiaria. El próximo dato de pobreza -correspondiente al primer semestre de 2025- se publicará en septiembre, cuando la campaña electoral esté en pleno cierre. Y, así como en este momento la mejora le resulta funcional al gobierno desde el punto de vista político, dentro de un semestre podría verificarse el efecto contrario.
La realidad del "asalariado pobre"
La otra cruda realidad que confirmaron los datos del Indec es que se consolida el fenómeno del "asalariado pobre". Aunque el índice de desempleo da una mejora que lo llevó a 6,4% -y el porcentaje de la población ocupada es un 45,7% del total, el nivel de pobreza sigue marcando cifras muy por encima.
Lo cual confirma el fenómeno que se viene observando desde hace algunos años: tener trabajo ya dejó de ser la garantía para superar la línea de pobreza. Lo cierto es que más de un tercio del total de los trabajadores se desempeñan en la informalidad -es decir que no cobran un salario regular ni hacen aportes a la seguridad social-.
De hecho, esa porción de informales -en su mayoría monotributistas de la franja más baja, cuentapropistas o personas que hacen "changas"- es la que crece más rápido, mientras que el segmento del trabajo formal en el sector privado se mantiene estancado.
Esto implica que cambió la foto tradicional de la situación social argentina, en la cual quienes estaban por debajo de la línea de pobreza eran personas subocupados, pero no alcanzaba a los empleados con ingreso regular.
Ahora, para alarma de los sindicatos, el hecho de tener un trabajo ya no es el pasaporte al ascenso social. Pero, además, ganan fuerza otros fenómenos que la política todavía no termina de asimilar, como el impacto de las nuevas modalidades laborales, donde hay ingresos variables.