Cien lugares, una ciudad: el libro que revela secretos que esconde Buenos Aires detrás de sus fachadas
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El ojo entrenado de la cronista se posa sobre el ladrillo. Pero no sobre un ladrillo cualquiera. No se trata de una ruina, ni de un hallazgo arqueológico. Es un ladrillo que resiste, que mira sin mirar desde una fachada de un antiguo edificio en una calle angosta de algunos de los barrios de la Ciudad de Buenos Aires. Mariela Blanco, periodista de oficio y especialista en patrimonio urbano y turismo cultural por elección, acaba de lanzar su cuarto libro, "La historia es noticia", y lo hace como si todavía llevara el micrófono en la mano y si detrás de la cámara hubiera un camarógrafo esperándola para salir en vivo desde el lugar de los hechos.
Blanco se presenta en el texto como una cronista del pasado que intenta encontrar la noticia allí donde aparentemente no pasa nada. "Sería más fácil mi oficio si una casona de Palermo se divorciara, fuera infiel, cambiara de look o tuviera ataques de pánico. Por eso, he tenido que rebuscármela escalando cúpulas, atravesando túneles, entrando a casas en peligro de derrumbe y tirándome en el piso para tomar una fotografía desde un ángulo inédito", ironiza en la introducción. Y, sin embargo, cada lugar del libro tiene una noticia para dar.
Publicado por la editorial Dunken, "La historia es noticia. Una curiosa reseña de la Buenos Aires de ayer", recorre 100 edificios porteños y su elección no responde solo a un criterio turístico o patrimonial. La autora se propuso que la lista incluyera clásicos indiscutibles —como el Club Español, la Santa Casa de Ejercicios Espirituales o la Botica del Ángel— pero también otros menos conocidos como el Railway Building, el Edificio de Les Anciens Combattants, el Yacht Club Argentino, el Edificio Volta o el Primer Conventillo de Buenos Aires.
En su estructura, el libro emula a un diario impreso del siglo pasado: hojas amarillentas, texto a dos columnas y recursos visuales que remiten a los suplementos culturales de otra época. También habla de ella. "Ya tuve otros intentos de escribir con el tono que se presume apropiado para este tipo de obras y sentí que era momento de que el narrador se pareciera más a mí, la cronista de exteriores que cuenta historias desde el lugar de los hechos, de forma relajada, hablándole directamente a miles de personas", explica. En efecto, esa voz, que se dirige al lector con un "usted" persistente, es el hilo conductor de una narración que no se detiene ante la solemnidad académica ni se pierde en tecnicismos. Es historia viva, contada desde la calle.
Esta no es su primera incursión en la crónica urbana. En 2016 publicó Leyendas de ladrillos y adoquines (Dunken), un libro que explora las historias y leyendas asociadas a edificios emblemáticos de Buenos Aires y que fue declarado de Interés Cultural tanto por la Legislatura porteña como por la Cámara de Diputados de la Nación.
La historia es noticia, no es una guía para turistas ni un inventario patrimonial. Es una crónica de Buenos Aires contada desde sus muros, cúpulas, vitrales, mármoles y adoquines. Una Buenos Aires que, en palabras de la autora, "creyó ser la capital de un imperio imaginario cuando, en realidad, era el epicentro de un país que progresaba de noche mientras el gobierno dormía".

El lenguaje del libro es directo, evocador, con un registro que se nutre del mundo televisivo. Blanco se dirige al lector como si fuera un televidente que la sigue desde la comodidad del sillón mientras ella se mete en los rincones más insólitos de la ciudad. Hay humor, ironía y también una gran cantidad de datos, guiños y referencias históricas que aportan saber sin volver el texto pesado.
"Traté de incluir a todos los tipos de lectores que identifico: los que hojean rápido y saltean páginas, los que esperan una revelación, los que sienten que en una obra de estas características no pueden faltar los lugares clásicos, los que utilizan el libro con criterio de "Filcar" para ir a buscar los edificios mencionados", dice Blanco en diálogo con este medio. Para esos lectores, además, cada capítulo incluye la dirección exacta del lugar retratado, ideal para el pase directo del papel al GPS y, en cada capítulo, recuadros con los datos más relevantes para el lector más ansioso.
El libro, de 136 páginas, puede conseguirse en la tienda física y virtual de Editorial Dunken, en Mercado Libre y también en Amazon. Además, quienes quieran conocer a la autora podrán hacerlo en la Feria del Libro, donde estará firmando ejemplares el sábado 26 de abril a las 20:00
Una Buenos Aires hecha de muchas
Hay lugares que sorprenden por su historia oculta, otros por su arquitectura y unos pocos por la sensibilidad que despiertan. En el caso de Blanco, uno de los que más la conmovió fue la casa de Monserrat, que perteneció al coleccionista Isaac Fernández Blanco, ubicada en Hipólito Yrigoyen al 1400. "Este particular dueño de casa la fue llenando de objetos hasta que su familia decidió mudarse y dejarlo allí con sus cosas. Me divierte pensar que exista una suerte de síndrome de Diógenes de alta alcurnia", cuenta entre risas. La anécdota, que podría ser parte de una crónica de color, encuentra su costado serio: se trata de la única mansión con características de palacete neorrenacentista de fines del siglo XIX que queda en el barrio y que hoy alberga colecciones valiosísimas donadas a la ciudad.

Otro sitio que la marcó fue el Museo del Cabildo. "No solo por lo que allí se exhibe, sino por la historia que cuentan sus paredes. El Cabildo supo ser un gran nodo de corrupción, donde los cargos públicos se subastaban al mejor postor. Hubo impunidad al punto de pedir un préstamo a un contrabandista en 1747 para ampliar las instalaciones. Por eso a veces digo que no todo pasado fue mejor", afirma con contundencia.
Blanco sabe que cada edificio guarda no solo una historia arquitectónica, sino también política, económica y social. Por eso, insiste en la necesidad de políticas públicas más rigurosas para preservar el patrimonio urbano. "Las políticas de preservación deberían tener menos fisuras, menos artilugios para torcer la ley. En Argentina se toma real conciencia sobre el patrimonio en la década del 40 con la creación de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, pero muchas veces se intervienen edificios catalogados en pos del negocio inmobiliario", señala.
Sin embargo, también destaca ejemplos positivos: el Museo de La Cisterna, El Zanjón de Granados, el Pasaje Belgrano. "Creo que hay más conciencia patrimonial en los últimos años", apunta. Esa misma conciencia es la que intenta sembrar desde sus libros, especialmente entre los más jóvenes. "He visto muchísimos casos de pibes que viven a 20 kilómetros de CABA y nunca han visto el Obelisco. En pocas palabras, hay muchísimo por hacer", concluye.
La historia es noticia, no es solo un libro sobre edificios. Es un manifiesto emocional sobre una urbe en donde conviven la Belle Époque y el arrabal, los palacios con ínfulas europeas y los conventillos que aún resisten. "No hay una sola Ciudad de Buenos Aires. Creo que hay tantas como ciudadanos. Coexiste un la arrabalera y fabril con otra paqueta de los tiempos de la belle époque. La pregunta que cabe es: ¿acaso existe un solo modo de ser porteño?", se pregunta Mariela Blanco. Su libro intenta, con gracia y sin solemnidad, abrir ese interrogante y dejarlo rodar por los barrios porteños, como una pregunta viva que rebota entre cúpulas, adoquines y vitrales.