Hace unos días tuve el privilegio de participar en una gira junto a emprendedores Endeavor de la Argentina, Uruguay y Chile, a la "startup nation": Israel.

Fue fascinante y muy motivador visitar un país del Próximo Oriente con un gran porcentaje de inmigrantes cuyo idioma materno no es el idioma oficial y donde las empresas se han puesto como objetivo impactar sobre la calidad de vida de la humanidad a través de innovaciones tecnológicas a escala global. Y lo están logrando.

Aunque Israel y la Argentina están a una gran distancia geográfica y cultural, compartimos varias similitudes en los intereses económicos y la composición poblacional. Somos países jóvenes (si nos comparamos con las naciones del viejo continente) con una gran potencialidad de desarrollo, y con culturas diversificadas, constituídas principalmente por inmigrantes, la vieja camada europea y los nuevos y jóvenes migrantes de la última década.

Pero hay algo que nos diferencia: Israel tiene más del doble de PIB per cápita y que, pese a que gran parte de la producción está automatizada, hay muy bajo desempleo.  ¿Cómo lo lograron? Transformándose en la "startup nation", donde el emprendedurismo es una política nacional.

¿Qué podemos hacer entonces para transformar a nuestro país en una "startup nation"? Hay muchas respuestas posibles, pero debemos partir de un aspecto fundamental: la educación.

Hoy más que nunca es relevante y urgente desarrollar las habilidades del siglo XXI para preparar a las nuevas generaciones para un mundo muy diferente al que conocemos hoy y con el que crecimos las personas adultas.

Hay que aprender a emprender desde pequeños, a desarrollar las ideas y no aplacar las grandes aspiraciones. Y esto podemos hacerlo a través del desarrollo del pensamiento divergente y de la colaboración.

Los chicos y adolescentes deben sentirse creadores, protagonistas y percibirse como agentes de cambio y con capacidades de aprender a manejarse en un mundo globalizado.

Para convertir a la Argentina en la "startup nation" de América latina, se deben generar las condiciones en el país para fomentar el emprendimiento y apoyar el crecimiento de los nuevos proyectos económicos.

Un entorno amigable facilita a que los emprendedores pequeños apunten a ser grandes empresas: emprendimientos con vocación global.  Para esto se requiere un ecosistema que incentive desde el inicio a escalar y atreverse a salir al mundo para ofrecer las innovaciones incubadas en la región. Todo emprendimiento surge de un sueño, y los grandes países que transforman su realidad, también.