El lobo de Wall Street: ¿una oda al estilo de vida de los brokers o una denuncia al capitalismo salvaje?
La nueva película de Martín Scorsese, El lobo de Wall Street, sorprendió con una trama plagada de kilos de cocaína, alcohol y demás sustancias. Las andanzas y excesos de Jordan Belfort -el personaje interpretado por Leonardo Di Caprio- despertaron más de un suspiro. A raíz de ello, la cinta del afamado director plantea un interrogante: si su talento es estafar y se vuelve el amo del universo estafando, ¿usted es un héroe o un bandido?
¿El lobo de Wall Street es una oda al estilo de vida de Wall Street o una denuncia del capitalismo salvaje? Cualquiera sea la respuesta, lo indudable es que este es uno de los films más divertidos que hizo Scorsese. Nunca antes había desatado tanto a sus actores para que enloquezcan.
La primera escena de la cinta es un respetable anuncio de una firma financiera que inspira seriedad. Minutos más tarde, un grupo de mocosos trajeados juegan al tiro al blanco con enanos. A esta gente miles de inversores les confían millones de dólares.
En otro tramo del film, se lo puede ver a Belfort entrar en la fase de "parálisis cerebral" por consumir su droga preferida, el Quaalude (un tranquilizante de caballos prohibido para su venta farmacológica).
El rey del mundo "¨vive en Wall StreetHe aquí Jordan Belfort, blanco, judío, un don nadie de clase media que llega a Wall Street, como todo el mundo, con ganas de hacer dinero.
"El dinero va del bolsillo del cliente al tuyo", este es el consejo que le dio su gurú en la gran manzana; un corredor de bolsa veterano (el renacido Matthew McConaughey aparece unos minutos, pero es una de las presencias memorables en la cinta) lo instruye en su primer día.
"Pero también se trata de que el cliente gane, ¿no?", dice Belfort con los ojos abiertos como un colegial. "No". Y McConaughey procede a golpearse el pecho y rapear. La vida es buena en la Bolsa.
En realidad, el nombre del juego es la supervivencia. Como animales al borde de la extinción, estos financieros viven en estado de máxima excitación. Agreguemos kilos de anfetaminas y cocaína a la inyección constante de adrenalina. Estos hombres venden oro falso a personas con ganas de ser engañadas: las acciones se venden como drogas.
Ganadores que no merecen serlo, los corredores de Bolsa son caricaturas, cierto, pero también son dioses.
Entre ellos, Jordan Belfort es el más talentoso. Un vendedor innato, con la habilidad para motivar a una piedra y hacer que se convierta en un astro.
De verdad, ver a Belfort vender acciones es como ver a Messi colarse por un rincón imposible al área chica. La diferencia es que sabemos que Jordan está robando, pero eso no importa: queremos que meta el gol.
¿Sentimos envidia? Probablemente. En esta película se está ante el talento de un hombre para robar sin ser atrapado: la dulce aspiración humana.
Según la moral, uno debe usar sus talentos para el bien, pero en un mundo tan revuelto como el nuestro, el bien y el mal son materiales imantados, difíciles de separar.
"El dinero te hace mejor persona -dice Belfort- si eres rico puedes apoyar la causa benéfica que tú quieras". (La vieja defensa del capitalismo: el buen samaritano era rico, hombre).
Según consignó El Economista de México, en la vida real, Jordan Belfort, robó más de u$s1.000 millones. Pasó dos años en la cárcel y restituyó alrededor de la quinta parte de sus estafas. Hoy es orador motivacional. Es que cuando alguien está tan dotado para salirse con la suya, está en la naturaleza que así sea.
El don de Scorsese Martin Scorsese es un experto en retratar a los malos con simpatía. Y no es que esté obsesionado con el mal (o sí, quién sabe; de joven Martin quiso ser sacerdote), es más bien que sabe apelar al lado oscuro de la audiencia.
Es que al público, en general, le caen bien los mafiosos y ladrones, siempre y cuando sean buenos en su trabajo. Y que tengan un código moral: roban, matan y violan, pero no traicionan a sus amigos.
Por esto, si se sale del lobo de Wall Street con ganas de estafar y meterse una bolsa de harina por la nariz, no hay nada de que asustarse. Esas ganas de ser el rey el mundo son parte de nuestro ADN.
Iniciativa de Di Caprio, que consiguió la financiación y le llevó el proyecto a Scorsese, con quien ya había filmado "Pandillas de Nueva York", "El aviador", "La isla siniestra" y "Los infiltrados", la película aporta una mirada lúcida sobre el mercado financiero, la falta de regulación de las operaciones y la consecuente especulación que enriquece a unos pocos a costa de la pobreza de millones en todo el mundo.
La película es una nueva confirmación de la fructífera colaboración entre Scorsese y DiCaprio, su nuevo actor fetiche que -tal como pasó con Robert De Niro en filmes como "Taxi Driver", "Toro salvaje" o "Casino"- posee una relación fluida y casi simbiótica con el director que le otorga fuerza y verosimilitud dramática a cada historia.
En tono de comedia desenfrenada, narrada en primera persona por el personaje interpretado por DiCaprio, la película sigue los pasos de Belfort desde su llegada a Nueva York, cuando aún era un joven provinciano ilusionado por insertarse en Wall Street, hasta que se convierte en un magnate de las finanzas, tan exitoso como corrupto y codicioso, según informó Télam.
http://www.youtube.com/watch?v=bSWG14d-J34
Sobre la películaEn base a una historia de tinte autobiográfica, Scorsese construye con destreza una comedia dinámica, de estructura clásica y humor delirante, cuya efectividad se basa en los excesos a los que Belfort y sus secuaces -una banda de charlatanes y buscavidas que lo siguen como a un profeta- se entregan gracias a las cuantiosas cantidades de dólares que ganan en sus operaciones.
Al principio, Belfort es entrenado en el negocio de la mentira y el engaño por otros "brokers" (intermediarios que cobran una comisión de la operación financiera que ayudan a concretar entre empresas y accionistas), pero a causa de una grave crisis internacional queda en la calle y, sin trabajo, se propone construir su propia agencia, "Stratton Oakmont".
Ese es el comienzo de una vertiginosa carrera como corredor de bolsa que lo convertirá en multimillonario y le dará la fama de "lobo" del mercado financiero estadounidense, gracias a un sencillo método de trabajo: vender a sus clientes la ilusión de una ganancia fácil que nunca llega y quedarse con enormes dividendos.
Belfort y su séquito de sinvergüenzas fomentan la fantasía de los incautos, a los que venden telefónicamente acciones de empresas de dudoso presente y escaso futuro, manipulando sus precios en el mercado para que sus clientes inviertan indefinidamente y se "enriquezcan" en los papeles, mientras los únicos beneficiados son ellos, que cobran en efectivo comisiones millonarias, señaló Télam.
La tramaLíder carismático, mentiroso y embaucador, Belfort logra que sus empleados lo sigan ciegamente, como fanáticos religiosos a un pastor, y así crea un verdadero imperio especulativo, que si bien lo lleva a vivir en la cresta de la ola, en un paraíso de impunidad y placeres ilimitados, también será, de manera paradójica, el motivo de su fracaso.
Y es que la obscena ostentación de sus excesos con el dinero, las drogas, las mujeres y las fiestas, la compra desmedida de bienes suntuosos, el despilfarro y la búsqueda permanente del placer, llaman inevitablemente la atención de un detective del FBI, que lo tiene entre ceja y ceja y hace todo lo posible para bajarlo de un hondazo.
Scorsese convierte este viaje alucinógeno y disparatado en una montaña rusa donde el espectador comparte las subidas y bajadas del protagonista: una de las mejores escenas lo encuentra pasado de drogas, en estado de semi parálisis, arrastrándose y balbuceando frases inentendibles mientras salva a uno de sus socios de morir atragantado por un pedazo de jamón.
Pero más allá del tono de comedia, la autobiografía de Belfort llevada al cine por Scorsese revela un estilo de vida propio del neoliberalismo que reina en la sociedad estadounidense, cuyos principales objetivos son el hedonismo, la autosatisfacción personal, el consumismo, la codicia, la especulación, el éxito y la fortuna desmedidos.