A los 105 años, murió Luis Ribeiro, sí­mbolo de un imperio comercial

El dueño de la cadena de venta de electrodomésticos falleció el domingo en su casa de Villa Mercedes en la provincia de San Luis
Por iProfesional
ACTUALIDAD - 26 de Marzo, 2018

Luis Ribeiro, sí­mbolo de un imperio comercial, murió a los 105 años en su casa de Villa Mercedes en San Luis.

Fue el conductor, en segunda generación, de la reconocida cadena de venta de electrodomésticos que lleva su apellido y uno de los comerciantes más prestigiosos de la provincia mediterránea.

La firma Ribeiro nació en 1910 como una compañí­a familiar, con origen en la puntana Villa Mercedes. Siempre se fue adaptando a la evolución y caracterí­sticas del mercado.

Hoy tiene más de 80 sucursales repartidas en todo el paí­s y unos 2.000 empleados.

Don Luis habí­a nacido el 16 de febrero de 1913. Después de perder a una hermana y a su madre cuando tení­a seis años, vivió en Uruguay junto a sus tí­as y su hermana Lila, recurad el diario Clarí­n.

Dos años después, su padre lo fue a buscar a Montevideo y desde entonces se instaló en San Luis. Fue ahí­ cuando se enteró de que tení­a una nueva familia.

La empresa fue en un principio una joyerí­a, relojerí­a y óptica pero, por el aumento del precio de los metales, en la década del 70 empezó a incursionar en el armado de heladeras.

Luego de la muerte de su padre, Don Luis que en ese entonces era Luisito y tení­a 27 años, en 1940 se hizo cargo del negocio familiar.

Y fue él quien cambió el rumbo y consolidó las bases de Ribeiro de hoy. Siempre fue un adelantado y sólo confió en sus convicciones.

No hubo crisis económica que pudiera con su empresa. Pasaron dos guerras mundiales, gobiernos peronistas, radicales, hiperinflación y la crisis del 2001, sin embargo Ribeiro siguió creciendo.

Una de las claves para entender la expansión de su compañí­a es el sistema de microcréditos que abrió para cualquier comprador de la compañí­a, sin importar que tuviera aval bancario.

Hacedor de una empresa que recauda fortunas, no conoció la vida lujosa. Ni siquiera el mar.

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