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La apasionante historia de Jean Cartier y María Fernanda, pioneros de la moda en la televisión argentina

Los dos inmigrantes, ya referentes de la televisión, querían hacer algo diferente y optaron por llevar a la pantalla un proyecto distinto
20/06/2021 - 17:54hs
La apasionante historia de Jean Cartier y María Fernanda, pioneros de la  moda en la televisión argentina

En el complicado escenario bélico de la Rumania sacudida por la Segunda Guerra Mundial, durante una función teatral se conocieron Fernanda Fasce (15 años, hija de italianos) y Atanase Mironescu (30, rumano oriundo de Bucarest).

Él era una celebridad, galán de cine bien reconocido en la pantalla grande y dueño de tres teatros. Para los padres de Fernanda, el candidato distaba de ser lo que esperaban. Les parecía más adecuado un caballero que trabajara en un escritorio, antes que en un set de filmación. Pero ese no era el principal escollo para la pareja. El problema es la confrontación a gran escala que todo lo destrozaba.

Mucho más interesados en el amor que en la guerra, decidieron escapar del infierno. Con su pasaporte italiano, Fernanda logró salir sin mayores sobresaltos. En cambio, Atanase —quien abandonó sus teatros y su carrera— debió atravesar fronteras en forma clandestina, en algunos casos, escondido en cubiertas gigantes de camiones.

Habían acordado encontrarse en Salzburgo. Cada medianoche, Fernanda se acercaba a la estación, esperando la llegada del tren de las doce. Fue diez veces, veinte, treinta. Jamás faltó a la cita. Tal vez, lo habían atrapado. O había muerto. Pero ella tenía fe en que su amado llegaría. Pasaron cuarenta noches. Cuarenta trenes sin noticias. Hasta que por fin lo vio descender de la formación y la recompensa para ambos fue uno de esos besos que merecen inmortalizarse en una foto.

Un barco de refugiados

"El arte de la elegancia" y comenzó a verse en diciembre de 1956

Se quedaron escondidos en la ciudad austríaca y luego pasaron a París. Cuando todo terminó resolvieron alejarse de Europa. ¿Qué harían? ¿Adónde ir? Cierta vez en Francia, Atacase Mironescu había sido asistente de un cantante de tangos: Carlos Gardel. El buen recuerdo de aquellos días lo decidió: huirían a la Buenos Aires querida del malogrado Carlitos. Una vez que consiguieron tramitar los pasaportes, partieron.

Arribaron a Brasil y luego al Río de Plata en 1948, ya casados, en un barco de refugiados. Rubio de ojos celestes, y con entonada voz, el inmigrante fue contratado para cantar en el Teatro Nacional y en una confitería del centro, Goyescas (Sarmiento y Esmeralda), donde tenía un repertorio de canciones francesas. Hacía bien su trabajo, pero el empresario consideraba que con el nombre rumano no ayudaba. Entonces, Atanase Mironescu se convirtió en Jean Cartier.

Fernanda –María Fernanda, nombre artístico– también se sumó como cantante. De esta manera, compartieron escenarios y avanzaron juntos en el mundo artístico.

Tuvieron alguna incursión en radio hasta que, en 1951, cuando se inició la era de la televisión, no lo dudaron. A diferencia de varios que no se animaban al nuevo formato, Jean Cartier y María Fernanda se lanzaron a la aventura. La realidad es que la televisión argentina empezó con ellos. Porque, frente a tanto escepticismo, el rumano convenció a las autoridades del entonces único canal con un argumento económico: se ofrecía a trabajar tres meses gratis. El 26 de octubre presentaron Melodías de París. Al día siguiente, Cita con Jean Cartier. A la siguiente semana, la comedia musical Melody Bar, en donde se destacaba María Fernanda. El próximo mes, un programa de concursos: Complételo usted. Cuando se venció el plazo, llegó a producir seis programas distintos cada semana. Cobrando.

A esa altura, Jean Cartier era uno de los principales referentes de la televisión argentina. Junto con María Fernanda partieron a Brasil en busca de nuevos negocios. Regresaron en 1955, con ganas de retomar la actividad en la tevé.

Y lo hicieron de la siguiente manera: recientemente había muerto en Francia el diseñador Jacques Fath, a quien habían conocido en su exilio parisino. Este hombre, al que despidieron en su funeral unas cuatro mil personas, vistió a personalidades y figuras del espectáculo. Por ejemplo, a Eva Perón. De hecho, el único cuadro en que fueron retratados Perón y Eva es uno en donde ella luce un diseño de este modisto francés.

Nace "El arte de la elegancia"

Miss Mundo estuvo en la primera celebración de la primavera en Av. Santa Fe

Cartier y Fernanda querían hacer algo diferente en televisión. Les parecía que el género de la comedia musical estaba muy explotado. Por eso, optaron por llevar a la pantalla un proyecto distinto: la biografía de Fath. El programa se llamó "El arte de la elegancia" y comenzó a verse en diciembre de 1956.

En un principio, los desfiles eran apenas un condimento. Pero el cuidado y la atención a cada modelo que lucían las mannequins, hizo que la pasarela tomara todo el protagonismo. Así, "El arte de la elegancia" se convirtió en un clásico de la televisión argentina. Ejerciendo la conducción, el rumano hablaba un español con tonada francesa. Al finalizar la presentación de un diseño, despedía a la modelo con la frase: "Gracias, mercí".

En 1957, Cartier le propuso a Armando Pozzi (director de la emblemática perfumería y peluquería) que organizaran una celebración de la primavera en la muy porteña avenida Santa Fe. El primer año contaron con la convocante presencia de Miss Mundo, Gladys Zender, peruana. La asistencia del público superó todas las expectativas. Continuaron realizándolos durante años.

El genial Atanase Mironescu murió a fines de 1976. A partir de entonces, el envío semanal se llamó: "El arte de la elegancia de Jean Cartier", y fue conducido por María Fernanda. Durante tres décadas, el programa integró la grilla televisiva. Fernanda nos abandonó en 2006. La singular pareja dejó una huella imborrable en el mundo de la moda y la tevé. Varias futuras estrellas, como Isabel Sarli, Zulma Faiad y Alberto Olmedo, dieron sus primeros pasos en los programas de los enamorados de Salzburgo.

Innovadores y generosos con la patria que los recibió. ¡Gracias, mercí, Jean Cartier y María Fernanda!

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