Tenía cuatro hijos, estaba quebrado y debía fortunas: así se reconvirtió en un líder de los negocios
"En 2001 perdí todo, solo me quedé con deudas y 4 hijos que mantener. Todas las mañanas me levantaba y decía 'tengo que juntar tanta plata, ¿cómo hago?'".
Así comienza la historia de reinvención de Gustavo Carrasco, el emprendedor que para no echar a su gente se endeudó quebró y se pasó cinco años pagando deudas. Hasta que un día se enteró que un empresario vendía telares y sin dinero logró adquirir 10. ¿Cómo hizo?
G&D es una empresa textil especializada en hotelería y sanidad. Comercializan de forma mayorista y minorista en todo el país siendo y son furor en Mercado Libre. Pero en 2002 Gustavo quebró, solo se quedó con deudas y la gran incertidumbre.
"Tenía 3 locales y 27 personas a mi cargo. No tenía casa y había apostado todo a los negocios", explica Gustavo.
Al momento de desatarse la crisis en el país, Gustavo tomó la decisión de no echar a nadie. Esto lo llevó a endeudarse cada vez más hasta llegar al punto de quebrar y perder todo.
"Cuando estás allá arriba te confundís y pensás que cada vez vas a crecer más. De un día para el otro te caes y la sensación es horrible", cuenta Gustavo. Pasó de ser un comerciante exitoso a vivir el día a día pensando en cuánto tenía que pagar de impuesto, al banco y a sus empleados.
"Cuando las cosas estaban mal yo tendría que haberme achicado. Pero pensé en la gente y no quería dejar personas sin trabajo. Eso se me vino en contra hasta que se hizo insostenible. Todos los que eran amigos dejaron de serlo" confiesa. En su momento más difícil, Gustavo se aferró a su familia, quienes sirvieron de sostén para seguir y durante 5 años se dedicó a honrar sus deudas. "Tenía una libreta donde anotaba todas las cuentas de lo que tenía que pagar. Todas las mañanas me levantaba y decía ‘hoy tengo que juntar tanta plata’ y no sabía cómo lo iba a hacer", recuerda.
Arrancar de cero
Sin capital y con muchas cuentas por cubrir, Gustavo vivía buscando alternativas para seguir generando ingresos. Un día se cruza con una oportunidad que le cambiaría la vida.
"Leí en la revista Pymes que la fábrica Flandria que había cerrado por 10 años, se volvía a abrir y que el dueño vendía 300 telares y ofrecía, a quienes los compraran, un año de trabajo. Y yo me presenté queriendo comprar 10 telares", explica. Gustavo no contaba con medios para abonar el precio de las maquinarías, por lo que le ofreció al dueño de Flandria poner en marcha los telares y pagarle con un año de su trabajo.
"Yo puedo vender desde una bicicleta a un avión y yo sabía que si tenía productos para vender, los 10 telares los iba a pagar", destaca.
El dueño de Flandria aceptó el trato y le permitió instalar los telares en sus propios galpones. Gustavo tenía que poner en funcionamiento las máquinas lo antes posible para empezar a producir y poder pagarlos.
"Era como tener 10 autos destruidos. Tuve que hacer todo tipo de investigación para ver cómo hacerlos funcionar. Yo sabía de ventas pero no de producción", cuenta.
En ese momento Gustavo decide buscar ayuda y se contactó con Ricardo Burela, quien había sido director de la tejeduría de Flandria durante muchos años, y le ofreció trabajo.
"Fue como decirle a Maradona que vuelva a jugar en la selección nacional. Cuando Ricardo entró a Flandria se emocionó porque había pasado su vida ahí", recuerda.
Ante el ofrecimiento, Burela comunica cuáles eran sus requerimientos pero Gustavo le tuvo que explicar que no contaba con capital alguno y que ni siquiera podía pagarle su sueldo. "Ricardo pensó un minuto y me dijo que iba a trabajar conmigo sin cobrarme hasta que pusiéramos los telares en marcha y luego iba a participar en las ganancias y así fue", explica Gustavo.
Salir adelante con esfuerzo
Fueron tiempos difíciles para la familia de Gustavo en los que mantenían su hogar gracias al sueldo docente de su esposa Marcela Soñora.
"Mi familia me preguntaba cómo venían las cosas y para no preocuparlos yo les decía que estábamos cada vez mejor a pesar de que todavía nos estaba costando", confiesa.
Los telares con los que contaban eran antiguos y con ellos podían producir solo productos básicos y Gustavo se esforzó por conseguir clientes que quisieran adquirirlos.
"Me iba al interior y viajaba en una camioneta semi fundida. Cuando volvía a la fábrica no podían creer que cada vez vendía más metros de tela", recuerda. Gracias a la tenacidad de Gustavo el crecimiento fue constante. En menos de un año logró pagar la deuda con Flandria y empezar a producir para él lo que lo ayudó a pagar las deudas que mantenía con antiguos acreedores.
Vender por Internet
Por 5 años mantuvo la modalidad de vender personalmente en el interior hasta que en un momento a sus hijos, Lucas y María Florencia, se le ocurrió comenzar a vender por Internet.
"No me cerraba que a través de una pantalla alguien me iba a comprar un producto que no conocía", reconoce Gustavo. Comenzaron a publicar en Mercado Libre cuando aún la plataforma no tenía el éxito de hoy y para Gustavo esto significaba algo nuevo.
"Imaginate siendo de otra generación, nunca se me había ocurrido comprar algo por internet", explica. Fue una sorpresa para él que a los pocos días de tener los productos subidos comenzarán a venderse. El canal de ventas funcionó muy bien y pronto comenzaron a recibir pedidos de todo el país.
"Nos compraban hoteles que había visitado pero no había logrado venderles. Llegamos a un punto de igualar la venta online a las que hacía yo tradicionalmente", cuenta.
Ser líderes por calidad
Gustavo tenía en claro que para que el negocio creciera no debían competir por precio sino por calidad y para mejorar sus productos tuvo una peculiar forma de hacer un estudio de mercado.
"Yo hacía espionaje. Entraba a los hoteles o las clínicas e iba al lavadero a ver cómo eran los productos. Iba a un hotel de primera línea y antes de salir cortaba un pedacito de sábana y lo llevaba a un técnico textil para ver cómo lograr esa calidad", confiesa.
Gracias a la venta online G&D, la marca del hotelero, logró llegar a todo el país generando tal impacto en el sector que le valió un reconocimiento como mejor vendedor en Mercadolibre. En tan solo 7 años pasaron de vender un producto por semana a ser Mercado Líder siendo los número uno en venta de sábanas.
"Actualmente estamos integrando lo que son redes sociales, como Facebook e Instagram y creemos que podemos seguir creciendo", explica Lucas Carrasco, hijo de Gustavo.
Sostenerse durante la crisis
G&D se conformó como una empresa con bases sólidas, autofinanciada y sin créditos lo que le permite sostenerse aún durante la crisis. El objetivo de Gustavo es hacer las cosas siempre un poco mejor, aprendiendo día a día y creciendo en calidad para de esta forma estar listos en el día que la situación económica se revierta.
"Es duro, pero cuando pasemos esto, nosotros estaremos primeros", destaca. Actualmente siguen buscando gente joven que quiera distribuir sus productos en el interior para seguir creciendo, lo que ofrecen desde la marca son productos que compiten por su alta calidad y el compromiso de la mejora constante.