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La transformación digital, desde la psicología: conversación de Gabriel Rolón con Carlos Mazalán

El psicoanalista Gabriel Rolón relató parte de su paso del diván a la divulgación y se refirió a los cambios que sufrió la comunicación durante la pandemia
16/09/2022 - 15:25hs
La transformación digital, desde la psicología: conversación de Gabriel Rolón con Carlos Mazalán

Gabriel Rolón es psicólogo, músico, actor, que ha participado en numerosos programas de radio y televisión, y muy querido por la gente. Dejó el diván a un costado para subirse al escenario. Es como esos divulgadores científicos que hacen que la gente entienda fácilmente de lo que uno habla.

En una nota con RockearLasComunicaciones.net, contó detalles inéditos sobre su vida personal y profesional.

-La pandemia nos generó una aceleración en la curva en la transformación digital. ¿Cómo lo viviste y cómo creés que se vive socialmente?, ¿qué creés que es lo bueno que nos deja y a dónde vamos?

-Yo creo que la tecnología vino a salvarnos en esta pandemia, en esta realidad que nos tocó. Te lo dice alguien que siempre fue un poco cuidadoso con la tecnología, con la sensación que me traían a veces algunos pacientes de estar en pareja con gente con la que no se habían visto nunca de verdad. Me decían: "Nos estamos conociendo. Pasamos horas chateando. Empezamos a salir. Anoche tuvimos sexo virtual".

La sexualidad humana es muy amplia: si algo viene a demostrar el psicoanálisis es que la sexualidad humana no necesita del contacto genital, ni siquiera de tocarse. La fantasía y la palabra son la fuente de la sexualidad, y esto se puede dar por internet, por un teléfono. Yo tomaba con mucho cuidado el peligro de que alguien, seducido por las ventajas de la tecnología, no venciera los temores que le hacían enfrentar una relación más real.

La transformación digital, desde la psicología: conversación de Gabriel Rolón con Carlos Mazalán

La verdad es que no dejo de agradecer a la tecnología ahora, en este tiempo que pasó. Yo seguí trabajando como si nada, como si fuera el consultorio y vinieran los pacientes. Era un tipo que se negaba un poco, me escribía gente del exterior que se quería analizar conmigo y les decía que no, que solo hacía presencial. La verdad es que esto me obligó a aprender una manera de trabajar, de llegar al paciente, de generar un ámbito donde las emociones traspasen la supuesta virtualidad y lleguen a ese contacto real, donde te quedás mirando un paciente que llora durante dos o tres minutos, porque en el diván lo escuchás, acá lo tenés que ver.

Aprendí que yo podía trabajar perfectamente, me abrí y tengo realidades que no tenía antes. Por ejemplo, hoy tengo un paciente de Noruega, una de Italia, dos de España, uno de Inglaterra, uno de Uruguay. Tengo pacientes que antes me escribían y yo decía: "Si, vos te querés analizar conmigo, pero vivís en Noruega, no hay manera". Hoy sí, hoy trabajo totalmente eficaz y me siento bien. Por supuesto que uno tiene que poder estar medianamente a la altura para aprovechar lo que la tecnología da.

Yo creo que la pandemia nos ha venido a cortar el rostro a aquellos que éramos más conservadores, y a decirnos: "Muchachos, es por este lado, acostúmbrense". Porque cuando todo vuelva a algo parecido a la normalidad que teníamos, van a pasar cosas que no pasaban. Antes, muchas sesiones se perdían porque el paciente no llegaba. Ahora, me van a decir: "Se me complicó, ¿podemos hacer la sesión por Zoom?".

Desde tu campo, con estas herramientas tecnológicas que te dan muchas más oportunidades que antes, ¿cómo es la importancia de la comunicación con las empresas u organizaciones?

-La comunicación es algo extremadamente complicado. Si yo me pusiera de un modo militante parado en la vereda del psicoanálisis, te diría que la comunicación es casi imposible, porque la palabra nunca termina de decir lo que uno quiere decir y el otro nunca recibe lo que yo le digo. Por eso, cada vez que hablamos con alguien, nos pasamos diciendo: "No, yo no te quise decir eso" o "¿cuándo te dije eso? Mi intención fue otra".

Rolón trasladó de alguna forma el diván a sus libros y ahora el teatro, para enseñar a través de formatos distintos.

La palabra tiene un límite, entonces la comunicación se vuelve muy compleja, y hay momentos y lugares en los que hay que tratar de que la confusión, que nos lleva a ser hablantes, se evite. Por ejemplo, cuando una abeja vuela y hace su comunicación a las otras abejas que están en el panal para decirles dónde está el polen, no les miente, no les hace chistes, no las hace salir en broma a un lugar donde no está para reírse, y nadie duda de que comunica exactamente lo que debe comunicar. El ser humano no es así, es más, a veces te dicen algo y uno dice: "Para, ¿Me estás hablando en serio? Porque intuimos que puede ser una broma. Creo que justamente hay ámbitos donde uno tiene que tratar de ser lo más claro que pueda. Como vos decís, en el ámbito empresarial, ahí hay alguien que tiene que bajar una manera, un concepto, una línea de trabajo y que tiene que tratar de ser claro y comprendido.

Hay liderazgos que se imponen y otros que se construyen. Los liderazgos impuestos tienen más problemas de comunicación. Cuando el liderazgo se ha construido y no sos un líder autoritario, te comunicas mejor. Creo que el desafío de todo líder es, justamente, tratar de comprender a aquellos que lideran, ver cuál es la situación, no creer que siempre han entendido y preguntar todo el tiempo para ver si está por la buena senda y después recién intentar comunicar aquello que tiene decir.

-De todo esto que vos decís, la palabra es autoridad.

-Por eso te decía, lo que tiene de bueno la autoridad es que se reconoce de abajo hacia arriba, a diferencia del autoritarismo que se reconoce de arriba hacia abajo. Autoritarismo es que yo un día compre tu empresa y sin saber nada me ponga ahí y le diga a tu gente lo que tiene que hacer.

-¿En qué cree la gente? Porque hoy es fundamental llegar a las audiencias, al público, a los clientes.

-A mí siempre me preocupa que la gente crea demasiado, te soy sincero. Foucault decía: "La verdad es la verdad del poder", entonces la gente termina creyendo lo que el poder quiere que crea y Heidegger decía que vivíamos en el mundo del "se", uno piensa lo que se piensa, come lo que se come, mira lo que se mira, lee lo que se lee, siempre hay un otro que decide algo y vamos todos detrás de ese otro y le creemos. Entonces, creemos que hay que mirar x programa de lunes a viernes a las 10 de la noche.

Gabriel Rolón contó detalles inéditos sobre su vida personal y profesional.

Me parece que hemos volcado sobre la credibilidad una confianza desmedida, la gente ya no se preocupa por ser veraz, sino por ser creíble. Yo escucho mucho: "Usted es un hombre creíble". No quiero ser creíble, quiero ser veraz. Porque uno puede creerle a muchos dictadores, a muchos asesinos, hay una Alemania que le creyó a Hitler. Una cosa es ser creíble, otra cosa es ser veraz. A veces sos veraz y no te creen tanto, cuántas veces te habrás tenido que decir: "Se los digo en serio, es por acá".

-Eso es lo que yo siempre proclamo, que es ese refrán tan lindo: "Ser amo de lo que decís y esclavo de lo que callás". ¿Eso es ser veraz? Honrar con tus actos lo que declamas.

-De alguna manera, sí. Los analistas hacemos una diferencia entre lo que llamamos palabra vacía y palabra plena. La palabra vacía es una charlatanería, una habladuría, uno habla y habla de nada. La palabra plena es una palabra plena de nosotros, lleva nuestra vida, nuestra sangre, nuestro ideal, y cuando la ponemos sobre la mesa, nos comprometemos

Por Carlos Mazalán (@cmazalan), comunicador y presidente de Mazalán Comunicaciones.