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Clase media y crisis: sorpresivo rango de edades en el que deja más secuelas psicológicas

La preocupación por la estabilidad laboral es una constante, y los bajos ingresos una amenaza para alcanzar un nivel al que no se llega
29/06/2023 - 18:55hs
Clase media y crisis: sorpresivo rango de edades en el que deja más secuelas psicológicas

Es inevitable: el absurdo valor de cambio de nuestra moneda nacional empuja a todos los sectores a un panorama complicado. Pero para la clase media, este camino que no deja de ir pendiente abajo es un golpe duro, de difícil digestión, porque horada su calidad y nivel de vida. Pero, además, no impacta a todas las edades por igual.

"Entre los adultos vemos mucha incertidumbre, en especial si tienen trabajos de gran inestabilidad -dice Juan Manuel Prat, psicólogo y capacitador organizacional-. Hay cuadros de ansiedad generalizada, porque la atención está centrada en lo que está por venir o tendría que pasar… Entonces se piensa en las próximas elecciones, si eso cambiará la situación, y para muchos la vida está en stand by, esperando que se elija el próximo gobierno".

"Los adultos de mediana edad, de 45 a 60 -ilustra Adriana Bersi, psicóloga (UBA), especialista en Clínica de Adultos, Familias y Parejas y en Género y Diversidad-, con hijos terminando el secundario o comenzando la universidad hay mucha preocupación por el futuro, temor a que migren y no vuelvan. Otros adultos tienen hijos innovadores, que por ejemplo pretenden ser youtubers. Ambas situaciones generan climas de irritabilidad e insatisfacción. Hay familias que no logran llevarlo al diálogo, y puede haber violencia, incluso física. Los adultos de esa edad, además, están preocupados por su continuidad laboral, aunque tengan un buen trabajo. Y los que no lo tienen, a menudo alientan a los hijos a emigrar".

Diego Sarasola, médico especialista en neuropsiquiatría, director del Instituto de Neurociencias Alexander Luria de La Plata, dice que sobre los adolescentes de clase media no "pesan" únicamente las frustraciones y los temores de sus padres a perder el trabajo, sino que "además de las restricciones a las que nos enfrentamos todos, ellos se enfrentan a la incertidumbre, que es -creo- el factor más estresante que existe, es la imposibilidad de programar de acá a un mes, a seis meses, a un año; incertidumbre sobre la carrera y el futuro. En los jóvenes de estos sectores medios se ha impregnado el discurso de que aquí ya no hay oportunidades: existe toda una generación de 17 a 25 que tiene como norte irse del país, incluso sin intentar nada acá".

Clase media: la base de la pirámide

Sarasola afirma que niños y adolescentes reciben inevitablemente el impacto que la crisis genera en sus padres. O hay que cambiarlos de colegio, o que dejen de hacer tal deporte. En los adolescentes, puede significar que no vayan a un recital, que dejen de estudiar determinado curso, que no puedan ir al viaje programado, que no compren los mismos objetos que antes. Para los adolescentes, además, ésta es su primera crisis: en 2001 ellos no habían nacido. Además de lo económico, los adolescentes enfrentan también una crisis de inseguridad: son más dependientes de lo que fuimos nosotros a su edad: ya nadie puede volver tranquilo de bailar a las 5 de la mañana".

Adriana Bersi aclara que atiende a niños en contextos familiares, no en forma individual, y que los más chiquitos "dependen de la narrativa que se construye en el sistema familiar: según cómo cada familia afronte su situación, qué digan sobre la crisis, y si los participan o no de sus preocupaciones -explica-. Algunas familias, además, frente a las serias dificultades pueden reclamar colaboración económica a sus hijos y apurarlos a crecer, algo que quizá genera sobreadaptación o conductas desafiantes".

Entre los adultos se ve mucha incertidumbre, en especial si tienen trabajos de gran inestabilidad 

Precisamente el devenir efímero y artificial del presente es lo que Juan Manuel Prat señala como el problema que más amenaza la salud de los adolescentes de clase media, que son -en su interpretación- los más afectados por la crisis actual. "Se ve ansiedad y pánico -afirma el psicólogo-. Muchos adolescentes se sienten desamparados. Influye directamente la alta exposición a las redes sociales, muy marcado en estas edades, donde todo está puesto al servicio del aparentar, no del ser. Esa superficialidad exitista puede disociar sus emociones. Si en la familia no hay espacios de sensibilización, de conversar en la mesa y en cambio el ambiente familiar está tomado por la desesperanza del contexto, los adolescentes quedan a merced de esa soledad. Y entre adolescentes, aumentaron el suicidio y el intento de suicidio."

Vidas inmediatas e inciertas

Para los adultos de 30 a 45 años aproximadamente, añade Adriana Bersi, "hay una diferencia entre aquellos que tienen o no hijos a cargo. La preocupación por la estabilidad laboral es una constante, y los bajos ingresos una amenaza para alcanzar un nivel al que no se llega. Si hay hijos pequeños se plantean dificultades para compartir la crianza; la falta de red o recursos para terciarizar la función de cuidado incrementa el sufrimiento, que genera pérdida de intimidad en la pareja, deserotización, irritabilidad, reproches. Quienes no tienen hijos, en cambio, presentan más posibilidades de concretar proyectos propios", expresa la psicóloga.

En la franja de 20 a 30 años de clase media se vive en el corto plazo, en la inmediatez. Las mujeres a menudo no quieren ser madres y, en general, no existe el propósito de asentarse en una empresa o trabajo. "Empiezan una carrera y si les conviene la finalizan, cuando se reciben pueden ejercer otra profesión, no aparece el deseo de "ser doctor/a/e" -indica la psicóloga-. Cambian de trabajo con frecuencia, saben que no van a poder comprar una vivienda propia salvo ayuda familiar y no ahorran, excepto para viajar. En sus proyectos la posibilidad de migrar se considera de forma relevante, y no solo al exterior. Predomina la búsqueda de experiencias gratificantes. Pero nada de esto puede ser visto como patológico; se articula con la transformación en el mundo de la familia, la pareja, el cambio en el paradigma de género y diversidad, atravesado por el acceso o no a ciertos beneficios económicos".

Las personas mayores de clase media, dice Diego Sarasola, que está especializado en gerontopsiquiatría, "en general tienen una resiliencia particular frente a la crisis, porque ya han atravesado varias. Pasa que viene muy golpeada de la pandemia. Fue muy perjudicial el aislamiento, una medida necesaria sobre la que podríamos discutir su intensidad y duración. Un paciente aislado, lo sabemos, tiende a deteriorarse cognitivamente. Y esto se ve, se ve mucho en los consultorios".

Otro factor que puede complicar la realidad de los mayores es tener que pedir ayuda económica a sus hijos, "lo que les crea mucha culpa", aporta Sarasola, o "al revés, que los hijos deban regresar a vivir con ellos, por dificultades económicas. Así como se habla de ‘nido vacío’, ésto es la contracara, y volver a convivir no es tan sencillo, ni lindo ni bucólico".