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El mundo que creó Henry Ford: más salario por mejor empleo

El sistema de producción del empresario estadounidense configuró la sociedad actual, pero también influyó en su tiempo en la URSS y la Alemania nazi
08/03/2021 - 07:45hs
El mundo que creó Henry Ford: más salario por mejor empleo

A Henry Ford se le puede considerar en gran parte el padre del sistema industrial del siglo XX. Sin embargo, su huella fue mucho más allá: su concepción de la producción industrial y su propuesta social fueron muy influyentes en el período de entreguerras tanto en la URSS como en la Alemania nazi. Con esta última, Ford compartía además el beligerante antisemistismo.

La historia cuenta que, cuando el primer Ford T salió de la línea de producción de la Ford Motor Company en 1908, Henry Ford ya llevaba años buscando cómo mejorar el sistema para producir más y más barato. Aplicaba los principios de gestión científica del trabajo de Frederick Taylor. El mismo consistía en dividir  las tareas entre los operarios y cronometrarlas para racionalizar cada gesto.

Pero siempre fue por más, y en los mataderos de Cincinnati y Chicago encontró la fórmula para perfeccionar el sistema: hizo que el auto en construcción avanzara por una cinta trasportadora mientras cada obrero intervenía sin moverse de su lugar, tal como Chaplin inmortalizó en Tiempos Modernos (1936). 

Esto fue un gran avance pero quedaban más cosas por hacer y resolver. Una era la rotación del personal, ya que había que contratar más operarios. Para hacerlo, duplicó los sueldos. De esta forma atrajo a los mejores trabajadores y contra todo pronóstico, achicó los costos de producción.

Los accionistas eran otro inconveniente porque, cuando los beneficios empezaron a ser consistentes, exigieron que se repartieran dividendos. Ford se negó, prefería invertir ese dinero en ampliar la compañía. La solución fue radical: compró las acciones, expulsó a los demás del negocio y la empresa quedó en manos de solo tres accionistas: su mujer, su hijo y él mismo.

De esta forma, especialmente pensando en los empleados, si bien el trabajo era monótono, el salrio era un incentivo. Así,si antes de la primera guerra mundial un trabajador medio necesitaba el equivalente de dos años de salario para comprar un auto, hacia fines de la década de 1920 el sueldo de unos tres meses era suficiente. Los propios operarios de la Ford se convirtieron en clientes potenciales, algo no previsto al principio.

Así, Ford había dado con la fórmula mágica que prometía tanto un crecimiento infinito como una alternativa al sistema económico mundial y el capitalismo salvaje. Stefan J. Link explica en Forging Global Fordism: Nazi Germany, Soviet Russia, and the Contest over the Industrial Order (Forjando el fordismo global: la Alemania nazi, la Rusia soviética y la lucha por el orden industrial) que naciones como Alemania, Italia, Japón o la URSS, devastadas tras la Gran Guerra, que buscaban un modelo de transformación social e industrial, vieron en la propuesta y el éxito apabullante del fordismo, la solución a sus problemas.

Más allá de los autos

Lo cierto es que el magnate no tenía en mente solo un sistema de organización industrial, sino un proyecto de reforma social: eso es lo que impacto a soviéticos y nazis

El mensaje claro era, por una parte, que solo gracias a haber logrado ser independiente del capital financiero (tras el cual veía el poder judío), la empresa pudo llegar hasta donde lo hizo. Por otra parte, que la producción a gran escala es un esfuerzo colectivo. Sostenía, además, que su compañía no pagaba buenos salarios, si no que compartía beneficios con el personal en el que descansaba el éxito de la empresa.

Ford creó un sistema para que cada empleado esté en un puesto fijo de producción.
Ford creó un sistema para que cada empleado esté en un puesto fijo de producción.

Pese a las diferencias abismales que separaban ideológicamente a EE.UU. de soviéticos y nazis, Ford ofrecía al mundo un modelo productivo, social y cultural seductor que encajaba con las ambiciones y necesidades de ambos regímenes. Además, si querían ponerse al día y competir, necesitaban desesperadamente alcanzar las capacidades productivas de los EE.UU. en lo relacionado con la industria pesada y tecnología.

De modo que las fábricas automotrices de Detroit, especialmente la de Ford, fueron el lugar donde pasaban ciento  de ingenieros y especialistas de todo el mundo para ver las técnicas de fabricación. Ford, dada la ideología populista de la compañía, a menudo dio acceso ilimitado a sus instalaciones a todo aquel que quisiera visitarlas.

Link señala que, según Stalin, la "esencia del leninismo era la combinación de la limpieza de la revolución soviética y la eficiencia estadounidense". Así que se pusieron manos a la obra. Había que obtener su tecnología al precio que fuera, pero también pretendían mantener los extranjeros a distancia, de modo que firmaron un acuerdo por el que comprarían automóviles y repuestos a Ford que, a cambio, se comprometió a transferir tecnología y brindarles asistencia técnica para que construyeran su planta de producción de Gaz en Gorky, lo que dio lugar a un fluido intercambio de personal que pronto fue capaz de innovar y diseñar por su propia cuenta.

Los alemanes, en cambio, encararon su transformación industrial de otra manera: invirtiendo en su propio territorio. Dado que algunas empresas como Ford o la General Motors ya tenían intereses allí, la estrategia empleada por el nacionalsocialismo consistió en combinar presión política, incentivos e intercambios económicos.

El propósito era obligar a los industriales estadounidenses a desplegar su tecnología en territorio alemán y, además, enviaron varias delegaciones a Detroit en busca de ideas, contratando a veteranos de Ford (de preferencia de origen alemán) a los que propusieron condiciones fantásticas para que fueran a impulsar el desarrollo de Volkswagen en su tierra natal, tal como detalla La Vanguardia.

Así, tanto Ford como la GM invirtieron y desarrollaron sus plantas de producción en Alemania. GM fue incluso más receptiva a las presiones del régimen y construyó en Brandeburgo en asociación con Opel y, en coordinación con las autoridades militares, una fábrica de camiones que combinaba tecnología de vanguardia e instalaciones de producción fácilmente adaptables a la producción militar.

El resultado fue que cuando estalló la guerra, entre el 50 y 70% de la flota alemana de camiones había salido de una planta de propiedad estadounidense. Está de más decir que en ese momento aquellas fábricas pasaron a producir armamento y se convirtieron en objetivo de bombardeos aliados. 

Justo antes de la guerra, en 1938, cuando las relaciones entre los EEUU y Alemania estaban ya muy deterioradas, en un gesto por recomponer la situación, Henry Ford y James Mooney (director ejecutivo de la GM) fueron condecorados con la Orden del Águila alemana por el régimen nazi.

Link piensa que la significativa colaboración norteamericana con los nazis se debió esencialmente a que, tras la crisis de 1929 y el derrumbe de la economía norteamericana, ambas compañías apostaron por las posibilidades de recuperación económica que brindaba Alemania, más allá de consideraciones ideológicas.

En todo caso, las realidades de postguerra y la llegada de Henry Ford II al frente de la empresa, haría que el centro de gravedad de la compañía pasara de los talleres y líneas de producción a la sala de juntas y acabarían con la visión populista de la producción en cadena. El tiempo de Henry Ford y su sueño de reformar la sociedad había terminado.