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Oscuro historial de los negocios con Venezuela: las firmas locales que entraron en zona de riesgo por venderle al país de Maduro

Crónica de cómo lo que en algún momento fue visto como la mejor oportunidad de ganancias se tornó en la peor trampa comercial para las empresas argentinas
28/01/2019 - 05:12hs
Oscuro historial de los negocios con Venezuela: las firmas locales que entraron en zona de riesgo por venderle al país de Maduro

Hay un oscuro historial relacionado con las empresas argentinas que alguna vez hicieron negocios con Venezuela. Muchas de ellas, especialmente las que más volúmenes comercializaron y más dependientes se hicieron de la demanda de ese país caribeño, terminaron en crisis.

Algunas quebraron. Otras entraron en concurso y terminaron pasando de manos. Una muy importante, como Ternium, quedó en medio del escándalo de corrupción revelado en "los cuadernos" y su presencia y posterior salida de ese mercado tuvo mucho que ver en eso.

Así, en tiempo récord, Venezuela pasó de ser un mercado de destino casi ideal para las compañías locales -porque aseguraba negocios rápidos y pagaba, en muchos casos, precios por encima del promedio- a convertirse en una "trampa comercial" de la que muchas firmas no tuvieron salida.

Hoy, la nación que vive una crisis histórica en medio de la disputa de poder entre el régimen de Nicolás Maduro y la oposición -representada en Juan Guaidó- es una triste sombra de lo que supo ser en término de flujos comerciales para la Argentina.

Pero aun considerando el momento récord, aun teniendo en cuenta que llegó a ser el quinto destino en importancia para las empresas locales, los expertos consideran que fue un "experimento" insostenible.

"Venezuela fue importante como destino de nuestras exportaciones. Pero la experiencia entre el kirchnerismo y el chavismo no fue buena. La relación dependió mucho del impulso político. Y cuando éste se terminó, los negocios desaparecieron", señala el consultor Marcelo Elizondo.

Al analizar cómo evolucionó el flujo de exportaciones hacia ese destino, se puede observar claramente cómo la buena relación en épocas de Néstor y Cristina se transformaron en negocios. Especialmente, luego de haberse alcanzado el acuerdo "petróleo por alimentos", con el cual Venezuela se garantizó una importante provisión de bienes clave, como carne aviar y leche en polvo, mientras que la Argentina se beneficiaba con energía, cuya producción nacional venía en decadencia.

Así las cosas, entre el año 2012 y 2013, los despachos hacia ese destino superaban por primera vez los u$s2.000 millones.

El país caribeño llegó a ser el principal comprador de leche entera en polvo nacional; el tercer mayor demandante de carne deshuesada y el octavo para el aceite de soja, según un informe de la consultora DNI. Pero también, Venezuela fue relevante en otros rubros, como maíz, vehículos, tubos sin costura y autopartes.

Sin embargo, este flujo se hizo insostenible, básicamente porque dejó de contar con los dólares necesarios para bancar estas importaciones.

"Maduro terminó por destruir la economía. En términos económicos sufren hiperinflación, hay una absoluta pérdida de confianza por parte de los operadores económicos y una retracción de todas las variables: consumo, inversión, producción y ahorro. Hoy venderle a Venezuela es muy riesgoso porque no hay garantía de cobro, ni jurídica ni de cumplimiento de contrato", detalla Elizondo.

Y así como en el momento récord la Argentina llegó a despachar mercadería por un valor superior a los u$s2.200 millones, en los últimos años, especialmente desde que Cambiemos llegó al poder, los flujos se desplomaron.

Para 2016 fueron u$s700 millones; en 2017, las exportaciones bajaron hasta los u$s245 millones y el año pasado apenas alcanzaron los u$s156 millones, el peor registro en más de una década.

 

Actualmente, este mercado tiene un peso absolutamente marginal en el total de exportaciones nacionales, con un share de tan solo 0,25%. 

¿Qué se le vende actualmente? Básicamente commodities, que explican el grueso de los despachos, comenzando por aceite y harina de soja, porotos, maíz en grano y leche en polvo.

Además, se exportan algunas manufacturas industriales pero por cifras irreleventes, como es el caso de hojas de aluminio, por un valor que apenas alcanza los u$s240.000 al año.

 

Sin embargo, ¿cómo es que, en medio del descalabro político, financiero y económico que castiga a esa nación todavía se realicen operaciones comerciales?

Sobre este punto, Raúl Ochoa, co-chair por el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) en el Task Force Trade, Investment & Tax Cooperation del T20, el think tank del G20, advierte que "son todas operaciones que hoy se están haciendo bajo la condición de pago anticipado. Es decir, primero pagan y después se libera la mercadería. Es la única forma de hacerlo, hoy Venezuela no ofrece ningún tipo de garantía de cobro".

En este contexto, Ochoa considera que "a medida que se profundice la crisis política y económica, como está sucediendo en este momento, es probable que las exportaciones, que ya son de por sí bajas, se terminen paralizando".

"El desplome del comercio es generalizado con todos los países de la región. Hoy solo se sostiene por su relacionamiento con Rusia y China", agrega el experto.

Empresas afectadas

El símbolo de la decadencia económica venezolana es SanCor. Allá por 2006, en épocas del kirchnerismo, recibió un préstamo de u$s80 millones del gobierno de Chávez y luego la compañía láctea fue parte importante del acuerdo “petróleo por alimentos”.

Sin embargo, esa ayuda, casi una década después, se transformó en un salvavidas de plomo. El colapso del país caribeño arrastró a la firma, dejando un tendal de exportaciones sin pagar, las cuales se canalizaban a través de un fideicomiso que dejó de recibir fondos.

Para 2017, desde Cambiemos denunciaban que la deuda equivalía a unos u$s70 millones. Para mediados de 2018, cuando se estaba negociando el traspaso a manos de Adecoagro, se hablaba de un monto de u$s20 millones.

Igualmente, en gran medida por el descalce que generó Venezuela, la compañía sufrió una importante reestructuración: entre despidos y retiros voluntarios se vieron afectadas 3.100 personas en tres años. Además, debió cerrar plantas y vender parte de los activos a Adecoagro.

Entre las empresas de maquinaria agrícola, una de las más afectadas fue Vasalli, ubicada en Santa Fe. La crisis terminó por hacer eclosión cuando el gobierno caribeño incumplió el contrato de compra de 245 cosechadoras. Apenas llegó a absorber 50 de ese total, mientras que una gran parte quedó como stock, sin poder venderse.

Las pérdidas, en ese momento equivalieron a unos u$s15 millones. Durante mayo de 2018 la planta de la compañía estuvo tomada durante varios días por empleados que querían evitar el vaciamiento de la fábrica, al tiempo que reclamaban por salarios adeudados. Hacia fines del año pasado, la firma entró en concurso de acreedores, buscando nuevos inversores que garanticen la continuidad de la empresa.

La carne aviar también jugó un rol importante en el relacionamiento con Venezuela. Y una de las firmas que terminó más castigada fue Cresta Roja, que demostró el costo de hacer negocios solo por influencias políticas.

Durante años, el país entonces comandado por Chávez se había convertido en el principal sostén. Además, por cada tonelada despachada recibían un precio casi 40% superior como seguro de riesgo. Dado el importante volumen que vendían, la estructura creció y tomaron 700 empleados más.

Sin embargo, apenas se cortó el flujo de dinero que llegaba desde el país caribeño, sobrevino el descalabro, que derivó en la quiebra de la empresa, hasta que en 2018 fue absorbida por Granja Tres Arroyos.

Por cierto, esta última compañía también se vio afectada por la relación con el chavismo. En su momento, se les llegó a adeudar unos u$s8 millones. La empresa debió redireccionar exportaciones hacia Rusia y Medio Oriente, pero cobrando un precio muy inferior al pactado con el gobierno venezolano.

¿Cuánto llevaría una normalización de la economía?

El diagnóstico que hacen todos los expertos en comercio internacional es el mismo: para hablar de normalización económica primero deberá darse un cambio de signo político.

Sin embargo, con una crisis política de proporciones y un desenlace incierto, no está claro todavía que algo de esto vaya a ocurrir en el corto plazo.

Igualmente, hay quienes le ponen números a la reconstrucción de Venezuela. Raúl Ochoa cita un análisis del prestigioso economista venezolano Ricardo Hausmann, quien afirmó que entre créditos y subsidios, el país caribeño necesitaría de más de u$s80.000 millones para poner en marcha la economía, comenzando con la producción petrolera, cuya estructura está completamente deteriorada y, en algunos casos, desmantelada.

La realidad es que hoy todos los indicadores están en niveles críticos. Según estimaciones del FMI, esa economía se desplomó un 18% en 2018, con una hiperinflación que arroja números difíciles de creer y de dimensionar: se acelerará desde los 2.000.000% que alcanzó el año pasado hasta un estimado de 10.000.000% para este 2019.

El riesgo país, en tanto, llegó a tocar recientemente los 7.000 puntos, casi diez veces por encima del de Argentina.

La producción de petróleo, que genera el 96% de los ingresos de ese país, viene desplomándose. En 2018, el volumen llegó a tocar el nivel más bajo de los últimos 30 años.

“Si se termina el régimen de Maduro, llegan fondos y hay un trabajo serio, se requieren no menos de tres años para comenzar a pensar en que se puede reactivar la economía. Es que está destruida la organización comercial e industrial, en un contexto social muy complejo”, señala.

Claro que, de darse determinadas variables, Ochoa considera que Venezuela podría volver a convertirse en un importante comprador de alimentos, medicamentos y bienes industriales.

Elizondo coincide: “Venezuela es una de las cuatro principales economías de Sudamérica. Si llegara a revertir su crisis, entonces habría una mayor demanda de productos argentinos”.

Sin embargo, plantea que “lo primero que debería darse es una normalización institucional. En las actuales circunstancias es imposible pensar en cualquier tipo de negocios. Está en un limbo. Y a futuro, no basta con un gobierno democrático. Se necesita una economía basada en las reglas de mercado convencionales”.

Pero nadie puede anticipar cuándo podría suceder esto. Elizondo señala que “el proceso no va a ser corto. Hay un caos institucional, el país está financieramente saqueado… estamos hablando de años de trabajo. Pero todavía no se dio el paso más importante y no se sabe cuándo arrancará”.