El dí­a en que la Argentina rompió el termómetro y el Gobierno decidió clausurar las "farmacias"

Crece el temor al efecto boomerang tras la intimación a las consultoras que miden la inflación ¿Qué significa la "profecía autocumplida"?
Por Fernando Gutiérrez
ECONOMÍA - 23 de Febrero, 2011

"Si el Gobierno cree que porque prohíba los termómetros la gente va a dejar de tener fiebre, se equivoca. Y no está entendiendo la verdadera naturaleza del problema", comentaba un economista, indignado porque su estudio, uno de los mayores del mercado, está en el listado de consultores intimados por la Secretaría de Comercio para explicar cómo elaboran sus estimaciones de inflación.

Esa analogía -la del índice inflacionario con el termómetro- ha ido escalando posiciones en el ranking de las metáforas utilizadas por los analistas, conforme el Gobierno ha intensificado sus esfuerzos para evitar que los argentinos reciban "malas noticias" sobre la suba de precios.

Y es que pocas imágenes resultan más ilustrativas para explicar la sensación que deja esta nueva medida oficial: se continúa culpando al instrumento de medición, en vez de resolver la cuestión de fondo.

El problema es que, según advierten los analistas, no sólo que no se logrará el efecto presuntamente buscado -que la sociedad esté menos alarmada por los incrementos de precios- sino que, además, puede generar un peligroso efecto boomerang.

Recetas caseras y la profecía autocumplidaSucede que, cuando al enfermo se le rompe el termómetro que tiene en su hogar y encuentra que las farmacias están cerradas, termina por realizar algo más perjudicial: efectuar estimaciones caseras para determinar su nivel de fiebre.

En su necesidad de saber por qué se encuentra en ese estado llamará a un familiar cercano, que le apoyará la palma de la mano en la frente y le dirá que tiene 40 grados. Luego a otro. Y a otro. Hasta incluso a un vecino.

Cada uno utilizará métodos distintos. Y, lo que es peor, le irán recomendando distintas pócimas "mágicas" para sacarlo de tal situación, sin saber, a ciencia cierta, si lo que realmente tiene es fiebre o si está incubando algo peor.

Algo similar le ocurre con la suba de precios. Como no sabe de cuánto es el alza, el "paciente" se guía por algún valor de referencia -también casero y elegido al azar- aunque éste en realidad puede no estar reflejando el verdadero incremento "promedio" de todos los bienes y servicios.

Por ejemplo, va al supermercado y observa que un producto que compra cotidianamente aumentó un 30%. Entonces tiende a pensar que la suba general de precios es de ese valor.

Quizás otros servicios que contrata habitualmente hayan subido menos. Pero la cifra que queda plasmada en su mente es justamente esa.

Para peor, escucha que sus conocidos -que también sufren el mismo inconveniente del termómetro inflacionario roto- hacen referencia a incrementos similares, producto de experiencias parecidas con otros artículos.

Y así se genera una suerte de "profecía autocumplida". Es decir, una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad.

Vale decir, una definición "falsa" de una situación que despierta un nuevo comportamiento, que hace que aquello que carecía en principio de sustento termine instalándose como algo verdadero.

Así las cosas:

  • Los argentinos buscan protegerse más de la cuenta.
  • Los empresarios remarcan más los precios para contar con un mayor colchón a la hora de reponer la mercadería.
  • Los sindicatos dejan de guiarse por la suba promedio de precios y orientan sus reclamos teniendo en cuenta el alza de un rubro en particular (alimentos) que, justamente, en este último tiempo escaló 10 puntos por encima de la media general.

En definitiva, nada de esto hubiese pasado si los argentinos contasen con un termómetro sano.

Tal como sostienen los analistas, la ausencia de indicadores confiables no minimiza la percepción de inflación sino que la empeora.

Sin brújula el problema se percibe más grave Según afirma Juan Luis Bour, economista jefe de la fundación FIEL, tanto particulares como empresas recurren a indicadores distintos, algo que hace "que se incurra en errores probablemente importantes de estimación".

Y el problema no sólo se origina cuando los precios suben, sino además cuando bajan: "Algunos que critican a los economistas y se preguntan ‘cómo puede ser que digan que hay inflación si en el mercado central hubo una baja del tomate y de la papa'. Nosotros también registramos esa baja. Pero algunos precios aislados no conforman un índice inflacionario", destaca Rodolfo Santangelo, socio de Carlos Melconian en M&S.

Más allá de las medidas impuestas por el Gobierno para que las consultoras informen el sistema que utilizan para medir la suba de precios, los analistas afirman que lo que no ocurrirá es que la sociedad renuncie a su intento de estimaciones propias.

"Todos tienen que saber cómo evolucionan los precios: los asalariados para evaluar sus demandas y posibilidades de ajustes, los autónomos para determinar cuánto cobrar, las empresas para planificar más allá del corto plazo. Sin indicador de precios, una economía de mercado no funciona", justifica Bour.

Ahora, con el "termómetro principal" cuestionado, los argentinos escuchan un sinfín de mediciones efectuadas con otros termómetros alternativos que son los que tienen las consultoras (algunos más precisos, otros menos).

¿Qué ocurre si todo elemento de medición dejara de estar disponible? En ese caso, el ciudadano de a pie sólo cuenta con su propia capacidad de diagnóstico, que siempre mide al problema más grave de lo que es en realidad.

Una prueba de ello es la encuesta que realiza la Universidad Di Tella respecto de cuánto esperan los argentinos que sea la inflación para los próximos 12 meses. El último sondeo arrojó un promedio de 33%, bien por encima de las proyecciones privadas más pesimistas.Límites a los controles sobre mediciones privadasLa duda que circula en el ambiente económico desde que la Secretaría de Comercio realizara sus intimaciones es si, en definitiva, los índices paralelos dejarán de ser publicados.

Las primeras señales indican una resistencia por parte de los consultores privados.

Algunos directamente se negaron a informar los datos requeridos. Es el caso de Buenos Aires City, la institución que dirige Graciela Bevacqua, quien tuvo a su cargo la confección del IPC hasta la intervención del Indec en 2007.

"Entiendo que ninguna intimación ni exigencia de su parte me obliga", respondió la profesional al secretario Guillermo Moreno.

En tanto, Ecolatina, la consultora fundada por Roberto Lavagna, también se amparó en el secreto profesional para explicar cómo realiza su estimación de inflación.

Por su parte, Bour, de FIEL (cuyos índices son muy tomados en cuenta en el ámbito empresarial) afirma que no se dejarán de publicar los índices privados.

¿Qué tan lejos puede estar dispuesto a llegar Moreno en este conflicto? ¿Habrá censura a las estimaciones de inflación?

En ese caso, los economistas advierten que los más afectados serán quienes no tienen dinero para pagar la consultoría privada.

"Eso implica mayor poder para quienes pueden contar con información privilegiada, y un deterioro para el resto", señala Bour.

Pero todos coinciden en que los controles a los "termómetros inflacionarios privados" encuentran algunos limitantes.

La primera es que, en una reunión privada, nadie puede prohibirle a un economista que le diga al cliente su opinión sobre cuánto aumentaron los precios.

"Nosotros nunca hemos publicado estimaciones. Si luego trascienden y toman estado público, es otra cosa. Pero que yo sepa, todavía se puede hablar y ejercer el trabajo de asesorar a un cliente. Si no, es como si un médico tuviese prohibido tomarle la fiebre a un paciente", indica Santangelo.

"Nosotros no damos información pública, damos opinión, amparados en la libertad de trabajo y profesional", afirma Jorge Todesca, titular de la consultora Finsoport.

Pero además, existe otro condicionante, vinculado a la tecnología. Hoy es casi imposible controlar la información que circula por Internet.

Quizás la prueba más evidente de ello sea el caso de www.inflaciónverdadera.com.

Este sitio, que es realizado desde el mítico MIT (Massachussets Institute of Techology), forma parte de un proyecto para medir precios en varios países, y no tiene oficinas ni representación alguna en la Argentina.

Es decir, no necesita una presencia física para monitorear miles de precios de supermercados y almacenes que se publican online."Internet transparenta mucho las estadísticas. Es cierto que no se pueden reemplazar los índices oficiales únicamente con precios que se obtienen online, ya que muchas categorías de productos no están disponibles en la web. Pero en la Argentina hay una diferencia notable con las cifras que da el Gobierno, que no se pueden explicar de ninguna manera", explica Alberto Cavallo, uno de los creadores del servicio.

Sucesivas dosis de remedios agravaron al pacienteEl tema de fondo, en todo caso, es quién gana y quién pierde con el intento de controlar la estimación privada de inflación.

Los antecedentes sobre la mayor intervención del Gobierno en los últimos años sugieren que los resultados no serán los esperados.

A pesar de que en 2005 comenzara con los topes en el mercado agroalimentario y los acuerdos de precios, la inflación no ha parado de crecer.

Medidas extremas como la del cierre de la exportación de carnes apenas trajeron un mini éxito de corto plazo, al alto costo de reducir en el largo el stock vacuno, algo que durante 2010 se reflejó en una escalada de precios que se ubicó cerca del 50%.

Los límites y cupos a las importaciones han empeorado el panorama.

Es por ello que los analistas anticipan que todas estas recientes medidas generarán un resultado opuesto al esperado.

"Los últimos movimientos del Gobierno intentan trivializar la problemática inflacionaria. Este contexto más conflictivo sólo redundará en un mayor grado de incertidumbre y crispación general", advierte al respecto Maximiliano Castillo Carrillo, director de la consultora ACM.

Ahora, hay quienes también creen que controlar las estimaciones privadas de inflación dará lugar a otro peligroso efecto boomerang.

Es que, de hecho, las grandes consultoras que conforman la "lista negra" de Moreno son las que hacen las estimaciones más conservadoras.

Así, paradójicamente, los indicadores que quedan más a la vista para ser tomados como referentes por la población son los menos sofisticados, como la célebre "inflación del supermercado", que utiliza la CGT en las negociaciones paritarias.

En definitiva, todos los antecedentes conducen a la misma conclusión: ante la falta de un indicador confiable, los argentinos perciben una fiebre que hasta resulta mayor a la real.

Actúan en consecuencia y así, las derivaciones de la "profecía autocumplida" no hacen más que agravar un problema que podría reducirse arreglando el termómetro y buscando una cura definitiva para la enfermedad.

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