UN VALOR ASPIRACIONAL

La clase media argentina sacrifica estilo de vida y comodidades pero hay un "gasto" al que se niega a renunciar

Es algo algo que siempre la caracterizó, al punto de transformarse en uno de los indicadores clave para distinguirla entre los demás grupos sociales
ECONOMÍA - 28 de Septiembre, 2022

Si hay algo que caracterizó siempre a la clase media argentina, al punto de transformarse en uno de los indicadores clave para distinguirla entre los demás grupos sociales, es su nivel educativo.

En el imaginario de muchos argentinos, la pertenencia a la clase media simboliza la posibilidad de ascenso social, la esperanza y garantía de que el trabajo y su compensación, mantienen un vínculo indudable, la convicción de que la posesión de atributos educativos y culturales son y serán distintivos frente a quienes están situados en los escalones inferiores de la estructura social. La cultura media de los trabajadores, los oficinistas, los artesanos, y, por supuesto, de los maestros ha sido históricamente fuente de orgullo. En sus hogares se compraban enciclopedias en cuotas, se leían diarios y revistas, se hablaba de lo que pasaba en Europa, se tocaban instrumentos musicales, el saber ha sido un valor aspiracional.

La clase media argentina tiene puesta en la educación una expectativa de movilidad social y por lo tanto, la elección de las instituciones escolares, en cada uno de los niveles educativos, representa un tema muy importante para las familias.

En principio, recordemos que la educación argentina tiene un enorme prestigio en toda la región latinoamericana. Por su calidad y también por el facilitado acceso que tienen las clases menos privilegiadas a la educación pública. En las últimas décadas y hasta la actualidad, muchos jóvenes de países de la región eligen migrar a Argentina, por ambas razones. En este momento, por ejemplo, hay en el país 2.343.587 estudiantes cursando en las 131 universidades públicas y privadas de todo el país. El 4% de ellos son extranjeros, provenientes de Colombia, Perú, Bolivia y Paraguay mayoritariamente.

Cuando se les pregunta las razones por las que eligen cursar en Argentina, responden: "tiene más prestigio", "es más barato", "te abre la cabeza", "hay muchos extranjeros en la misma".

Por su parte, las universidades privadas también se distinguen por estar sumamente actualizadas. Agregan carreras y especializaciones a medida que el mundo de la producción se diversifica y tienen importantes contactos con empresas que luego son fuente de trabajo para los egresados.

La educación siempre fue un valor aspiracional para la clase media argentina

La creación del Colegio Nacional de Buenos Aires

Históricamente el rol de la educación ha sido el de formar a las personas y generar las mejores condiciones para que transiten desde la familia y la sociedad hasta el mundo del trabajo y el desarrollo personal. Por eso tiene un componente cultural, que es el de transmitir el conocimiento acumulado, que se denominan aptitudes, y un componente socioeducativo, que implica incorporar valores, normas, hábitos, o sea, actitudes.

En el año 1863 se crea el Colegio Nacional de Buenos Aires, el primer colegio nacional del país. Su creación se debe a que Bartolomé Mitre perseguía el propósito de unir a porteños y provincianos con una educación que fuera semillero de "personas ilustres" y como una necesidad de fortalecer a una clase media que aún no accedía a una formación de alta calidad.

Su primer rector, Amadeo Jacques, ha sido un excelente educador nacido y formado en Francia, que le dio al Colegio una impronta de seriedad y profesionalidad muy particular, que aún hoy persiste.

En sus aulas se formaron políticos, premios Nobel, escritores. Su evolución acompañó el nacimiento y el desarrollo del país. Entre los "famosos", por mencionar sólo algunos, están el escritor Adolfo Bioy Casares, Miguel Cané, que escribió la conocida "Juvenilia", ambientada en el Colegio; los presidentes Carlos Pellegrini, Roque Saénz Peña, Marcelo T. de Alvear y los dos primeros Premios Nobel, Carlos Saavedra Lamas y Bernardo Houssay.

Recién en los 80 se permitió el ingreso a las mujeres. Y, haasta el día de hoy, se presentan para ingresar más de 1.000 alumnos por año y las vacantes sólo alcanzan para 300.

La creación de la UBA

La Universidad de Buenos Aires fue creada en 1821, es decir que el año pasado ha cumplido 200 años. Tiene 13 facultades con más de 100 carreras de grado, 500 de posgrado, 6 colegios secundarios y más de 60 institutos de investigación.

La Universidad de Buenos Aires tiene más de 100 carreras de grado

Cuenta con 300.000 estudiantes, 23.000 docentes y 13.000 trabajadores no docentes.

En las últimas décadas se han creado también universidades públicas localizadas en diversos puntos geográficos del país para evitar que los estudiantes tengan que dejar sus lugares de origen para poder estudiar, facilitando de esta manera el acceso a quienes no podían trasladarse largas distancias, o dejar su provincia.

La migración no se trata solamente de contar con los recursos económicos para trasladarse a una gran ciudad, sino del desarraigo que provoca a los jóvenes tener que dejar su círculo de amistades y familia para rehacerlas en un lugar geográfico desconocido. Es un impacto subjetivo muy importante que no siempre los estudiantes logran resolver fácilmente y que también repercute en los logros o dificultades del aprendizaje.

Articulación público - privado

Nuestro país es y ha sido vanguardia en la creación de universidades privadas de alto prestigio, como la Universidad Católica Argentina, la Universidad del Salvador, la Universidad de Belgrano, entre las más antiguas. También se han creado otras con posterioridad, como la Universidad San Andrés, Universidad Torcuato Di Tella, la Universidad Argentina de la Empresa, la Universidad de Palermo, la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, la Universidad Austral, la Universidad Siglo XXI, por nombrar sólo algunas.

De los 2.343.587 alumnos universitarios de nuestro país, aproximadamente el 80% asiste a universidades públicas y el 20% a privadas.

Cada vez que se realiza una medición comparativa entre los niveles de calidad de 10 universidades de América Latina, la Argentina está posicionada en los primeros lugares.

En la Argentina hay 2.343.587 estudiantes cursando en las 131 universidades públicas y privadas de todo el país

Dentro de la región latinoamericana, la mayor parte de los países tienen  un proceso de privatización de la educación muy importante. Al punto que las investigaciones hablan de este proceso de privatización, contraponiéndolo al caso argentino. Casi todos los países latinoamericanos tienen más de un 70% de instituciones educativas que pertenecen al sector privado. Esto significa, como es de suponer, que las clases medias de dichos países tienen menos posibilidades de acceder a la educación superior y tal vez sea también una razón por la que buscan otros horizontes para continuar estudiando. Pero no se trata de ver cuál es la mejor oferta, sino de pensar nuevas formas de articulación entre la educación pública y la privada, de modo que los conocimientos lleguen a la mayor cantidad de personas,  desde los niveles primario y secundario hasta el nivel superior.

Poder adquisitivo y otras motivaciones en la elección de la educación 

El poder adquisitivo de las familias es un factor determinante que lleva a elegir una escuela pública o privada. Pero no es el único. También están las representaciones que las personas tienen sobre uno u otro ámbito de gestión.

Por ejemplo, hay familias que prefieren hacer un gran sacrificio económico por acceder a una escuela privada, porque consideran que la escuela pública tiene bajo nivel educativo y que allí no habrá buenas compañías para sus hijos. También prefieren que vayan generando relaciones con chicos que más probablemente el día de mañana ocuparán cargos de influencia en el ambiente en el que se desempeñarán.

Pero también sucede lo contrario, hay personas que prefieren que sus hijos se eduquen en la diversidad porque así es la sociedad en la que vivirán y trabajarán. En 2016 se realizó una investigación en la Universidad Torcuato Di Tella que se denomina "Clases medias y escuela pública. La elección escolar como resistencia".  Allí muestran que a pesar de que la matrícula ha crecido en las escuelas privadas en las últimas 3 décadas, muchas familias de clase media que tienen los recursos para pagar una escuela privada, se resisten a la tendencia mayoritaria y permanecen en escuelas públicas.

El estudio se hizo en la Ciudad de Buenos Aires e intenta comprender las diferentes motivaciones para la elección de la escuela pública y su relación con la construcción de las identidades. Los motivos que llevan a estas familias a permanecer en las escuelas públicas se relacionan con la tradición familiar, quienes fueron entrevistados en la investigación recientemente mencionada consideraron que la educación es un derecho y por lo tanto no debe ser encarada como una mercancía y pagar por ella. Otra motivación importante es la elección de escuelas que respondan a determinada religión para aquellos que priorizan que la educación esté vinculada a la pertenencia a su comunidad. Es el caso de las escuelas católicas, judías, musulmanas, etc. 

También hay estrategias educativas que desarrollan sectores más acomodados de la clase media alta que viven en barrios cerrados. Estas familias eligen escuelas cercanas al barrio o escuelas que están emplazadas dentro del mismo centro urbano. Aquí la priorización está dada por la cercanía del lugar, la seguridad de los chicos "que pueden ir al colegio en bicicleta o caminando" es una de las principales razones, y también la pertenencia a un grupo social homogéneo, además de la calidad del establecimiento educativo.

El poder adquisitivo de las familias es un factor determinante que lleva a elegir una escuela pública o privada

Quiebres dentro de la clase media

La clase media sufrió quiebres en su interior debido al empobrecimiento de una gran parte de este estrato, dado por la privatización de empresas y otras medidas político-económicas. Creció visiblemente hacia fines de los años 90 el desempleo y nacieron los llamados ¨nuevos pobres¨ que en términos de salarios se acercaban cada vez más a los pobres estructurales, pero que utilizaron con estrategia de adaptación su capital social y cultural que los diferenciaba de los más pobres.

Los sectores medios fueron polarizándose, empujados por una corriente de movilidad social descendente, de aumento de la vulnerabilidad. La nueva dinámica excluyente puso al descubierto un notorio distanciamiento en el interior mismo de las clases medias, producto de la transformación de las pautas de movilidad social, generando un aumento en su heterogeneidad.

Las clases medias empobrecidas debieron desarrollar nuevas estrategias de sobrevivencia basadas en la utilización y potenciación de competencias culturales y sociales preexistentes. Una clase que ya no puede acceder a las aspiraciones o a los consumos que marcaron históricamente su pertenencia: la vivienda, el automóvil y las vacaciones, debiendo reformular sus expectativas, poniendo el acento en seguir perteneciendo y dejar de perder.

Por otro lado, para un sector más reducido, de las clases medias altas consolidadas y en ascenso, las estrategias de inclusión en el nuevo modelo apuntaron a una búsqueda de nuevos estilos de vida basados en la privatización de la seguridad. La fractura social provoco un debilitamiento, de los lazos culturales y sociales existentes entre los diversos estratos de la antigua clase media y minimizó las oportunidades de heterogeneidad.

Debatiéndose entre la resignación, los consumos efímeros y la aspiración de perder lo menos posible, las clases medias empobrecidas enfrentan a los sujetos a una situación de "desnaturalización" con respecto a su posición.

Del lado opuesto, crecieron las urbanizaciones privadas, con seguridad privada, los colegios y universidades privadas, creando nuevos marcos de socialización no integradora, y que implicaron cada vez más un menor contacto con seres diferentes; algo que los mismos residentes denominan "el modelo burbuja". Si el distanciamiento respecto de los sectores empobrecidos de las clases medias es notorio, no lo es menos la búsqueda de afinidades electivas con las clases altas.

El último sacrificio de la clase media argentina siempre es la educación

El creciente proceso de dualización y polarización social revela hasta qué punto los diferentes segmentos dentro de la clase media se distanciaron, poniendo de manifiesto la disolución de su identidad "única" e integrada.

Aun así, un estudio del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la UBA muestra la resiliencia que el ideal colectivo ha tenido frente al declive económico: el 85% de los individuos dice sentirse parte de la clase media. Contrastado con la realidad, es una cifra improbable: el 40% de la sociedad argentina está por debajo de la línea de pobreza.

La salud, el trabajo, la educación, la seguridad, son preocupaciones transversales para la clase media que pueden significar resignaciones muy dolorosas. Si hay algo consensuado entre los cientistas sociales, es que el último sacrificio de la clase media siempre es la educación.

La idea del ascenso a través de la universidad sigue vigente. Inclusive, para algunos analistas, existe un fenómeno de crecimiento en el ingreso a la universidad en los momentos de crisis. Nada habilita más esperanza que el título bajo el brazo. No es una posibilidad para todos: la necesidad de salir a trabajar y los gastos universitarios dificultan el camino para muchos, pero solo allí yace hoy la esperanza de un futuro mejor.

Educación para todos, una preocupación compartida

Según investigaciones del Banco Mundial, la pandemia, que ha azotado al mundo, tuvo un efecto negativo en especial en países de renta baja o media (como la Argentina).

Se sabe que en los primeros años de vida los niños están en las mejores condiciones de aprender y que esta capacidad debe ser aprovechada especialmente. La Educación de la Primera Infancia (EPI), cuando es de calidad, puede potenciar las competencias del conocimiento y de las emociones para un desarrollo exitoso, tanto en la escuela como en otros espacios de socialización.

 

Según estas investigaciones, los países no invierten lo suficiente en una educación de calidad para la primera infancia que permita combatir la pobreza de aprendizajes y generar capital humano.

De acuerdo a datos de esta misma fuente, se estima que el 53% de los niños de 10 años de edad en países de ingreso bajo y medio se perjudican con aprendizajes pobres, lo que representa que no pueden leer ni comprender un texto breve.

Una educación más inclusiva que sea motor del desarrollo es una preocupación compartida con muchos organismos que tienen a la región latinoamericana en su mira. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), por ejemplo, ha realizado el año pasado un interesante seminario donde expertos de Naciones Unidas, organizaciones multilaterales, académicos  y tomadores de decisiones de política educativa plantearon estrategias como parte de la recuperación transformadora con igualdad y sostenibilidad.

Es muy interesante comprobar que son precisamente las clases medias quienes demandan más y mejor educación en los casos o países donde ven decaer el nivel del sistema educativo. Esto significa que tienen un lugar protagónico en la pelea por mejor educación para todas las personas. Estas conclusiones corresponden a una investigación realizada por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Perú y Uruguay.

Aunque existen muchos cambios positivos en América Latina, la movilidad intergeneracional sigue siendo baja, lo que hace que las desigualdades continúen en el tiempo. Son variadas las investigaciones que coinciden en la idea de que los sectores medios enfrentan muchas limitaciones para superar los niveles primarios y secundarios y que, en caso de hacerlo no siempre acceden a un empleo de mejor calidad. De esta forma los sectores medios no dejan de ser vulnerables.

Pero lograr que las sociedades sean más abiertas e inclusivas es una tarea muy difícil de llevar a la práctica porque no depende solamente de la educación, sino de una política económica que, por un lado, genere empleos de alta calidad y por el otro estimule una demanda también de calidad educativa por parte de amplios sectores de la sociedad. 

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