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Gita Gopinath revisa los números de Toto Caputo: para el FMI, la foto está bien pero la "película", no tanto

La ejecutiva del FMI revisa la factibilidad de que el ministro cumpla su promesa de acumular reservas por u$s10.000 millones y cumplir el programa de pagos
21/02/2024 - 19:39hs
Gita Gopinath revisa los números de Toto Caputo: para el FMI, la foto está bien pero la "película", no tanto

Gita Gopinath sonríe mucho, tiene una personalidad cautivante que ya en su momento encantó a Sergio Massa y hasta se permite el humor de ciertas actitudes "cholulas", como cuando en el Foro de Davos se tomó una selfie con Javier Milei e imitó su típico gesto con los pulgares hacia arriba. Pero a la hora de negociar es la directiva más dura del Fondo Monetario Internacional.

De hecho, el año pasado, a pesar de haber admitido la gravedad de la sequía, no estuvo de acuerdo con que Argentina recibiera ni un dólar más que lo previsto en el calendario original, y su única concesión fue haber hecho "la vista gorda" con el objetivo de acumulación de reservas en el Banco Central. De todas maneras, ni bien detectó que Massa, al calor de la campaña electoral, se desviaba sin remedio del objetivo fiscal, de inmediato congeló los desembolsos que marcaba el programa. Y, además, forzó la devaluación post PASO.

Con esos antecedentes, el nuevo gobierno sabe que la ejecutiva del Fondo no se conmueve con discursos y que quiere ver pruebas concretas de que los enunciados políticos tienen su correlato en los números de la economía.

Para Toto Caputo, el "timing" de la visita es perfecto: Gopinath llegó justo para que le pueda mostrar la recuperación de los superávits gemelos: números positivos en el plano fiscal y también en la balanza comercial.

El primer punto es un clásico en todo plan de estabilización del FMI. Y el segundo es fundamental si se considera que, en enero pasado, cuando se firmó el primer acuerdo con el gobierno de Milei, Caputo asumió un compromiso difícil: acumular u$s10.000 millones en las alicaídas reservas del Banco Central.

En aquella ocasión, se habían liberado u$s4.700 millones, que alcanzaron apenas para que Argentina pudiera cumplir sus obligaciones del primer cuatrimestre, y esperar a una nueva revisión en abril, ya con la tranquilidad de estar contando con los dólares provenientes de la cosecha gruesa del campo.

Gita Gopinath y Javier Milei

Las dudas del FMI

Pero no todo luce tan fácil como para convencer a la "dura" del Fondo. Porque si bien es cierto que desde el recambio gubernamental hubo una mejora de u$s6.000 millones en las reservas, también hay detalles para revisar con lupa. La primera es que ese ritmo de compra de divisas difícilmente pueda sostenerse durante todo el año, porque obedeció a un freno importador -en parte consecuencia de la devaluación y en parte por la persistencia de trabas regulatorias.

Y la otra es que en el segundo semestre habrá un calendario de pagos más exigente. Hasta ahora, Argentina pudo pagar y obtener del FMI los dólares para cancelar préstamos puente que había obtenido para la emergencia, por ejemplo con la Corporación Andina de Fomento.

Pero hubo una señal clara en el sentido de que habrá "dólares frescos". Para ello, sería necesario cambiar el actual acuerdo de "facilidades extendidas" por uno nuevo, que permitiría más fondos, pero ello debería pasar el filtro del Congreso, algo en lo que hoy ni Milei ni el FMI confían.

Hablando en plata, a partir de mayo vienen obligaciones por unos u$s2.900 millones, sumando capital e intereses, mientras que los desembolsos previstos en el último acuerdo son u$s1.900 millones.

A juzgar por lo que planteó el comunicado oficial del Fondo, la intención es que el gobierno haga frente a las necesidades del año únicamente con los dólares que ingresen por el superávit de la balanza comercial.

¿Alcanzan los dólares?

La cifra de enero es una buena señal: por segundo mes consecutivo -tras un año signado por el déficit-, se logró un número en positivo: u$s797 millones. Pero la lectura entrelíneas de los números indica que esta cifra se logró no tanto por una mejora en las exportaciones sino más bien por un desplome en las compras.

La importación de enero fue de u$s4.600 millones, muy por debajo del promedio de u$s6.140 millones del año pasado. y la gran duda es si esa diferencia será sostenible sin que se agraven las tendencias recesivas de la economía.

Como muestra de la gravedad del momento, el índice de producción industrial que mide la fundación FIEL indica una variación interanual negativa de 6,3%. Y la utilización de la capacidad instalada en la industria, según la medición del Indec, cayó a un 54,9%, el nivel más bajo desde el pandémico 2020.

Estos datos hacen que resulte difícil tomar el resultado de balanza comercial de enero como una proyección sostenible para el resto del año.

La posibilidad de que este año sea necesario volver a importar gas pone una nota de duda sobre el objetivo de superávit comercial

Hay, además, otro dato importante: las cuentas preliminares contaban con que en el rubro de la energía se dejaría de importar y hasta habría posibilidad de vender por unos u$s2.000 millones, gracias al efecto del gasoducto Kirchner.

Sin embargo, los expertos del sector energético advierten que pudo haber habido un exceso de optimismo en ese punto, porque cierto retraso en la carga de inyección de gas en el gasoducto Kirchner haría necesario que se mantuviera cierto nivel de importación de gas otra vez este año. Para colmo, dificultades en la provisión de gas desde Bolivia hacia la zona norte podría hacer que fuera necesario depender de la llegada de barcos de gas licuado, que resultan más caros que el gas natural.

Con el cepo al dólar en la mira

Por otra parte, el optimismo sobre el ingreso de dólares por la exportación agrícola está empezando a moderarse, dada la caída de precios en el mercado internacional.

Lo cierto es que en diciembre pasado, en el mercado de Chicago la tonelada de soja llegó a cotizar a u$s494 pero en enero ya había caído a u$s450 mientras que hoy ya se ubica en u$s426, y con tendencia a la baja, según dejan ver los contratos en el mercado de futuros.  

Por lo pronto, los economistas que participan en la encuesta REM del Banco Central corrigieron a la baja su proyección de exportaciones y ahora esperan u$s82.875 para el año. De todas formas, esto sigue implicando una expectativa de un superávit comercial holgado, de u$s15.900 millones.

Con esos números sobre la mesa, Caputo intentará convencer a Gopinath de que no solamente será capaz de acumular las reservas prometidas sino de que, además, la economía argentina está efectivamente en camino de la unificación cambiaria.

Ese es el otro gran punto pendiente en la negociación con el Fondo, que históricamente ha resistido los controles del estilo del "cepo" y que defiende los sistemas de libre flotación del tipo de cambio.

El ministro c
El ministro Caputo se propone convencer a Gita Gopinath de que está en camino de concretar el levantamiento del cepo cambiario

En los documentos del FMI ya se dejó en claro la expectativa de que el cepo sea eliminado a lo largo del año. Pero es un punto sobre el que todavía no hay consenso: el propio Caputo, antes de ser ministro, firmó papers técnicos en los que advirtió que, incluso con equilibrio fiscal, nunca se puede confiar que Argentina esté libre de crisis por volatilidad cambiaria. Puso como ejemplo la experiencia del gobierno macrista, cuando se produjo una drástica caída en la demanda de pesos, y llegó a insinuar que tal vez habría que pensar en un sistema alternativo al de la libre flotación.

El problema es que Gopinath ha demostrado poco entusiasmo por el proyecto dolarizador de Milei. Y, para colmo, la mayoría de los economistas argentinos plantearon que el superávit fiscal de enero resultará difícil de sostener. La explicación es sencilla: se logró básicamente sobre una reducción de 32% del gasto en jubilaciones, algo que se considera inviable desde el punto de vista político.

Y, en un giro irónico de la historia, el Fondo se muestra ahora no tan preocupado por la voluntad del gobierno argentino de hacer el ajuste fiscal sino de lidiar con las consecuencias sociales de la recesión.

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