Debate caliente tras cierre de Whirlpool: ¿la industria argentina solo sobreviven con cepo al dólar?
El caso Whirlpool puso sobre la mesa una discusión que desde hace años se viene dando en voz baja: la de si la industria argentina es, en el fondo, un negocio financiero, que solo puede sostenerse en un contexto de alta inflación que licúa deudas y de controles cambiarios -que permiten el acceso a un dólar bajo y revender al paralelo-.
Cabe destacar que la multinacional de electrodomésticos cesó la fabricación de lavarropas en su planta de Pilar por el bajón del consumo y la competencia importada, afectando a 220 trabajadores. A este caso se sumaron otros como el de Electrolux, que viene de aplicar una prórroga al régimen de suspensiones rotativas que activó tras un acuerdo con la Unión Obrera Metalúrgica (UOM). O el de Mabe, firma que acaba de establecer un proceso de reorganización de sus operaciones en la Argentina, el cual comprende retiros voluntarios para parte de su personal y el cierre de su fábrica de Córdoba, que será reconvertida en depósito y hub de distribución.
Incluso, la mítica fábrica de cacerolas y ollas Essen viene de echar a más de 30 operarios por caída del consumo y suba de importaciones. La industria textil es otra de las que más sufre el contexto: la firma Tn Platex, cuyo ex CEO Teddy Karagozian fue el creador de ProTejer, decidió cerrar su línea de confección de prendas deportivas y ropa interior que operaba en la planta de Monte Caseros, provincia de Corrientes. Como consecuencia, la empresa despidió a 20 de los 36 operarios que se desempeñaban en ese sector.
El debate se había dado a comienzos de año, aunque no en la industria manufacturera sino en el agro, ante una ola de defaults financieros. En ese momento, el gobierno hizo saber que no habría salvatajes e insinuó que las empresas en problemas eran las que habían especulado con una devaluación que licuara los pasivos.
Ahora, con la crisis de Whirlpool, lo que se está discutiendo no es tanto si la planta de Pilar tiene mayores costos de producción que otros países -se da por obvio que es así, ya sea por la situación cambiaria como por la presión impositiva-. Más bien, lo que está en cuestionamiento es la motivación que se esgrimió hace tres años para iniciar un emprendimiento industrial volcado a la exportación.
Uno de quienes sostuvieron ese punto con mayor crudeza fue el economista Miguel Boggiano, quien dijo que la diferencia entre 2022 -cuando empezó el proyecto de Whirlpool- y el momento actual es la desaparición de la brecha cambiaria.
"El negocio industrial en los últimos 20 años ha sido tomar plata prestada para cualquier cosa, porque vos después debías pesos a tasas bajas y con el paso del tiempo, como se depreciaba el peso, debías cada vez menos", argumentó.
¿Un negocio financiero?
En la misma línea, Ramiro Castiñeira -en un tuit replicado por Javier Milei- criticó los proyectos industriales basados en "cazar en el zoo, con reparto de dólares subsidiados: $350 para los amigos y $1.400 para el resto".
Es una alusión al esquema vigente en el gobierno anterior, cuando Sergio Massa era ministro de Economía y había un margen de discrecionalidad para determinar quién accedía a las escasas divisas para importar. Los proyectos que estaban enfocados a la exportación solían tener preferencia para importar insumos desde el exterior. Y los productos se vendían a un precio más cercano al del dólar paralelo que al oficial al que se compraban los insumos.
Es por eso que las críticas apuntan a que la industria electrónica argentina termina costando más divisas que las que genera, dado que en buena medida son plantas ensambladoras de partes provenientes de Asia.
Un testimonio que generó impacto fue el de Pablo Iglesias, un militante libertario que trabajó en Whirlpool y afirmó: "Esa inversión se hizo para forzar la ‘exportación’ a Brasil cuando se necesitaba ‘balanza positiva’ para que te aprueben SIRAs. Es una planta espectacular armada para un mercado cerrado".
Uno de los principales influencers de la usina propagandística oficial, conocido por su seudónimo "Pregonero" sintetizó la visión oficialista sobre el caso que desató el debate industrialista: "Whirlpool puso u$s52 millones para una fábrica que sólo iba a ser sustentable si JAMAS se abrían las importaciones de línea blanca. Prometían exportar sólo a Brasil, obviamente porque jamás podrían hacerlo a otros países abiertos al comercio. El empleo que iban a generar era unos potenciales 1.000, es decir que nos iban a mantener a todos encerrados por mil sueldos. El gobierno bajó los aranceles y se fundieron en un año".
Whirpool, con déficit de divisas
Lo curioso del caso Whirlpool es que, desde la apertura de la planta de Pilar, fueron más las divisas que sacó del país por importaciones que las que ingresó por exportación. El objetivo declarado de la compañía era exportar u$s50 millones por año, pero no se llegó a esa cifra ni siquiera sumando los tres años de funcionamiento de la planta.
En cambio, sí realizó importaciones por u$s200 millones en ese período.
En 2023, la empresa importó por u$s90 millones, un salto de 45% respecto del año anterior. Esto ocurrió en medio del cierre importador dispuesto por Massa, en el que rigieron regímenes de permisos específicos, con un manejo discrecional.
Los ejecutivos de Whirlpool no negaban que parte de la justificación para instalar la planta de lavarropas consistía en que, al transformarse en exportadores, les resultaba más fácil el acceso a las divisas para importar otros productos, como heladeras.
Esta situación es lo que hace que las controvertidas SIRAs estén en el centro de la polémica respecto de cómo influyó la brecha cambiaria en el modelo de negocios que estaba detrás de proyectos industriales como el de Pilar. Al año siguiente, ya con Milei en la Casa Rosada, las importaciones de Whirlpool cayeron a u$s70 millones, en una economía encarecida por la devaluación.
En cuanto a la exportación, empezó en 2023, con un ingreso de u$s16 millones y al año siguiente se llegó a u$s25 millones.
¿La culpa es del dólar?
El anuncio de octubre de 2022 planteaba el objetivo de producir unos 300.000 lavarropas al año, con un 70% de partes producidas en Argentina. De ese volumen de lavarropas, un 70% sería destinado a abastecer el mercado regional, especialmente el brasileño. Pero, tres años después, la explicación oficial fue que el contexto macro no permitió cumplir los planes, al punto que el volumen producido quedó en la mitad del objetivo.
"Se trataba de un modelo de negocio operativo y competitivo que sea eficiente y que sea mucho más ágil de lo que realmente fue, algo que finalmente no pudo lograrse en un contexto de fuerte desaceleración del consumo y aumento significativo de las importaciones", dijeron en la empresa, que pasará a un esquema centrado en la importación y comercialización.
Es un argumento que ha generado controversia, porque, según varias mediciones, no hubo un descenso en el consumo de electrodomésticos este año. Más bien al contrario, según el consultor Guillermo Oliveto, fue uno de los rubros con mayor incremento, con un 30% más de ventas que en el año anterior.
Lo que sí está fuera de discusión es el boom importador, y es por eso que el tema cambiario fue planteado por la compañía como un factor clave, dado que la apreciación relativa del frente a las monedas de la región afectó la competitividad respecto de la economía brasileña.
En el debate político, sigue resultando impactante que se desactive una planta fabril apenas tres años después de una inversión de u$s50 millones. Sin embargo, para los ejecutivos brasileños que tomaron la decisión desde San Pablo, tiene toda la lógica del mundo: ahora es más barato importar que producir en el país. Y ya no existe la exigencia política de exportar para acceder al mercado de divisas.
Para algunos, esta es la prueba de que hay actividades que solamente pueden subsistir si el mercado nacional se cierra a la importación. De hecho, el arancel de los lavarropas, que era de 35% al momento de realizarse la apertura de la planta, no se eliminó, sino que sólo se bajó a 20%, y aun así los costos locales quedaron demasiado altos como para poder competir.
"Parches que salen caros"
Lo cierto es que se generó la inevitable politización del debate industrial, en el cual abundaron las acusaciones en el sentido de que ciertas ramas fabriles no pueden sobrevivir en situación de libre competencia.
"El Estado en todo el mundo es usado como herramienta para generar ganancias extraordinarias a empresas específicas. En Argentina esto se ha hecho a niveles escandalosos, hay miles de leyes y normas escritas para ese fin", apuntó Agustín Etchebarne, director de la fundación Libertad y Progreso.
Por su parte, la diputada Daiana Fernández Molero, del bloque PRO, en un debate en el que también participaron Martín Lousteau y Matías Kulfas criticó que las propuestas de "articulación público-privada" terminan en regímenes como los permisos SIRA de importación, que daba a algunos sectores el acceso a un tipo de cambio preferencial.
"Si no hay macro, no hay micro. Y la política industrial en una macro que no funciona son parches caros", argumentó la diputada.
En tanto, el productor agropecuario José Álvarez -más conocido como Bumper Crop-, sostuvo: "El capitalismo de amigos no es sostenible porque está condenado a subsistir únicamente mientras se perpetúe una injusticia. Ningún negocio debe montarse sobre una ventaja comparativa creada artificialmente mediante una acción inconstitucional".
Y el economista Boggiano destacó que los industriales esconden el dato del abaratamiento del que se beneficia toda la población: "Cada vez que lloran los industriales y los manufactureros, es porque se les acaba la fiesta de cazar dentro del corral", afirmó.
Pero no todo ha sido críticas a la industria nacional. También hay economistas de línea liberal, como Carlos Rodríguez y Diego Giacomini, que reconocen que el atraso cambiario y la presión impositiva dejan a los empresarios argentinos en situación de desventaja.
El gobierno, inmutable
Ante las críticas, el gobierno dejó en claro que no está dispuesto a ceder en la política cambiaria ni en la apertura comercial. El propio ministro de economía, Luis Caputo, dijo que no tenían asidero las acusaciones de atraso en la cotización del dólar cuando se está registrando un nivel récord de exportaciones.
Y en lo que respecta a la baja de aranceles, fue uno de los pilares para la baja de la inflación. Precisamente en el rubro de los electrodomésticos fue donde se registró el menor nivel de aumentos de precios, con un 18 por ciento interanual, frente a un IPC del 31.
El gobierno argumenta que la mejora en la competitividad de la industria llegará cuando el Congreso apruebe sus proyectos de reforma estructural, en particular el nuevo marco laboral y un nuevo sistema tributario.