Sueldo alto y mucha demanda: esta es la profesión que más falta en Argentina
El boom de Vaca Muerta reescribió el mapa económico y laboral de Argentina. El desarrollo acelerado de los recursos no convencionales de shale oil y shale gas en la cuenca neuquina transformaron a la región en un polo de inversiones y crecimiento. Esta dinámica se traduce directamente en la calidad del empleo: la provincia de Neuquén, epicentro de la actividad de hidrocarburos, se consolidó como la jurisdicción con los salarios promedio más altos del país, gracias a la demanda constante de talento en el sector energético.
Sin embargo, detrás de la promesa de empleo de altos ingresos se esconde una paradoja crítica que pone en riesgo la sostenibilidad y la expansión futura del principal proyecto energético nacional. A medida que las operadoras aumentan su ritmo de actividad y perforación, se acentúa una deficiencia estructural que el sistema educativo argentino no logró resolver: la escasez de profesionales calificados. Los responsables de Recursos Humanos de las grandes empresas del rubro admiten que llenar las vacantes críticas es un desafío diario.
La profesión que concentra la mayor parte de esta demanda insatisfecha, y que se postula como la más necesaria para consolidar a Argentina como potencia energética, es la Ingeniería. El déficit de ingenieros es tan profundo que no solo obliga a las compañías a competir con sueldos exorbitantes para retener al escaso talento local, sino que también las lleva a buscar profesionales en el extranjero, exponiendo un cuello de botella que frena el potencial productivo de Vaca Muerta.
Ingenieros: el talento que Vaca Muerta necesita y que Argentina no produce
El crecimiento vertiginoso del sector energético, con proyectos complejos como los que se desarrollan en el shale, requiere una base sólida de conocimientos técnicos y científicos. El problema es cuantitativo y alarmante: de acuerdo con informes especializados y datos de organismos técnicos, Argentina necesita al menos 10.000 nuevos ingenieros por año para cubrir las necesidades de su economía, pero las universidades en todo el país apenas logran graduar a 6.000 anualmente.
Esta brecha de 4.000 profesionales faltantes impacta directamente en Vaca Muerta, un sector que, por sí solo, genera el 42% de todas las ofertas laborales destinadas a ingenieros a nivel nacional. La demanda es particularmente fuerte en especialidades como Ingeniería de Petróleo, Mecánica, Eléctrica, Industrial y Química, esenciales para las tareas de perforación, fracking, logística y automatización de procesos.
La radiografía de la formación universitaria confirma el desequilibrio. En Argentina, tan solo el 14,2% del total de egresados universitarios proviene de las carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). Esta cifra muestra un profundo retraso respecto a naciones de la región que priorizaron estos campos, como México, donde la proporción de egresados STEM supera el 25%, o Colombia, que alcanza el 23,9%. Históricamente, el país mantuvo una baja relación entre ingenieros y habitantes, quedando muy por debajo de los estándares de naciones industrializadas. Mientras que países como China o Alemania registran un ingeniero por cada 2.000 o 2.300 habitantes, respectivamente, Argentina continúa luchando por superar la marca de uno por cada 5.700.
Por qué faltan ingenieros en Argentina
Si bien el problema se visibiliza en la escasez de títulos universitarios, los especialistas advierten que la raíz del déficit no se encuentra en las universidades, sino en los cimientos del sistema educativo: el nivel secundario. La falta de aspirantes a las ingenierías está intrínsecamente ligada al bajo rendimiento y la falta de conocimientos básicos en materias clave, especialmente en Matemáticas.
Los resultados de evaluaciones nacionales como las pruebas Aprender demostraron que un porcentaje significativo de estudiantes argentinos llega al último año de la escuela media con serias deficiencias en el dominio de contenidos matemáticos esenciales. El fracaso en la adquisición de estas herramientas fundamentales genera un obstáculo insalvable para muchos a la hora de siquiera considerar una carrera científica o tecnológica. Un experto en educación y economía como Alieto Guadagni ya había alertado sobre este desequilibrio, señalando que, mientras que el país gradúa una gran cantidad de abogados y profesionales de Ciencias Sociales, las especialidades técnicas indispensables para el desarrollo industrial, como Ingeniería Petrolera o Hidráulica, apenas cuentan con unas pocas decenas de egresados al año. En un país que aspira a ser un jugador clave en el mercado global de energía, este desajuste educativo es una bomba de tiempo.
A principios de la década pasada, el gobierno nacional impulsó el Plan Estratégico para la Formación de Ingenieros 2012–2016, con el ambicioso objetivo de llegar a los 10.000 egresados anuales. El rotundo fracaso de esta iniciativa puso en evidencia que el estímulo económico o las becas no son suficientes si la base formativa no existe.