Wall Street, en alerta por un tema clave: cuántas reservas se pueden comprar sin calentar al dólar
El dólar oficial opera este lunes 29 de diciembre a $1475, en la pizarra del Banco Nación. En el segmento mayorista, la divisa se negocia a $1452,50. En cuanto a los dólares financieros, el contado con liquidación se vende $1530 (+0,1%), y el MEP se ubica a $1486 (+0,2%). Por último, en el segmento informal, el blue se negocia, a $1530.
El mercado financiero cerró 2025 con una definición clara: el foco dejó de estar puesto exclusivamente en el nivel puntual del dólar y pasó a concentrarse en la capacidad del programa económico para acumular reservas sin desestabilizar el tipo de cambio. En ese marco, operadores locales e internacionales siguen con atención cada señal que permita inferir hasta dónde puede llegar el Tesoro en su estrategia de compras de divisas sin generar nuevas tensiones sobre el MEP y los futuros.
La discusión se volvió más sofisticada. Ya no se trata solo de si el dólar está "caro" o "barato", sino de qué reglas lo encuadran, cuánto dura ese encuadre y qué exige para funcionar. En ese punto, la acumulación de reservas aparece como la variable central que conecta política cambiaria, expectativas financieras y acceso al crédito internacional.
Durante los últimos meses, el mercado empezó a premiar señales de consistencia. La mejora en los precios de los bonos soberanos y la compresión del Riesgo País mostraron que, cuando hay un objetivo explícito y acciones que lo acompañan, la reacción puede ser inmediata. Sin embargo, esa reacción convive con una pregunta incómoda: cuál es el límite de esa estrategia sin que el dólar vuelva a recalentarse.
Con la mirada puesta en enero de 2026, el debate se reordena alrededor de un nuevo esquema cambiario, bandas que se ajustan por inflación y un diseño monetario que promete mayor previsibilidad. El interrogante es si ese combo puede sostenerse en el tiempo y si el proceso de acumulación de reservas logra consolidarse sin trasladarse a precios ni reabrir la brecha.
Reservas y Riesgo País: la señal que el mercado empezó a comprar
Desde Grupo SBS, los especialistas destacaron que uno de los puntos más relevantes del nuevo marco económico es la explicitación de la acumulación de reservas como objetivo de política, en paralelo con la remonetización de la economía. Para el bróker, esta definición es clave porque está directamente asociada a la posibilidad de reducir el Riesgo País y recuperar el acceso a los mercados internacionales de financiamiento.
Los expertos de la sociedad de bolsa explicaron que el mercado reaccionó rápidamente a esta señal. Junto con algunas compras de dólares realizadas por el Tesoro en las últimas ruedas, los bonos Globales mostraron una mejora significativa, con una curva que pasó a rendir por debajo del 10% y un Riesgo País que alcanzó mínimos intradiarios no vistos desde julio de 2018.
Para Grupo SBS, el dato relevante no es únicamente cuánto se compre, sino el mensaje de consistencia. Sus analistas apuntaron que, aun cuando el monto final de reservas acumuladas dependerá de variables como el nivel de actividad, el tipo de cambio y la demanda de pesos, el solo hecho de anunciar el objetivo explícito funcionó como ancla de expectativas.
En esa lectura, la acumulación de reservas se convierte en una condición necesaria para estabilizar el frente financiero. Si el proceso resulta creíble, mejora la probabilidad de compresión de spreads, lo que podría fortalecer la demanda de pesos y reducir la presión sobre el dólar financiero.
Un 2025 de transición: crawling, bandas y señales en la brecha
Para el economista Jorge Gabriel Barreto, el 2025 puede leerse como un año con tres esquemas cambiarios sucesivos, que prepararon el terreno para un cuarto régimen que comenzará en 2026. El economista explicó que la primera etapa fue un crawling peg del 2% mensual, vigente entre enero y febrero, con un dólar oficial ajustando a ese ritmo y un MEP que mantenía brecha aun con cepo.
Barreto señaló, en su cuenta de la red social X, que la segunda etapa redujo el crawling peg al 1% mensual entre febrero y abril. En ese tramo, el MEP comenzó a despegarse del oficial, ampliando la brecha. Para el especialista, ese movimiento reflejó que el mercado empezó a internalizar el desajuste entre inflación y ritmo de ajuste cambiario.
La tercera etapa, vigente desde abril hasta diciembre, introdujo bandas cambiarias con techo y piso ajustando al 1% nominal mensual. El economista precisó que, bajo ese esquema, el dólar oficial y el mayorista se movieron dentro de la banda, pero cada vez más cerca del techo, mientras el MEP ajustó la brecha y convergió dentro de un margen respecto del oficial.
Para Barreto, el punto crítico fue que la banda no se ajustaba por inflación, sino al 1% nominal. Con la inflación corriendo por encima, el techo real se fue licuando mes a mes, generando una brecha implícita creciente entre la banda nominal y una banda ajustada por inflación.
El techo que se licuó y el dólar que nunca volvió al centro
Barreto resumió que no hubo un atraso cambiario abrupto, sino una licuación silenciosa y persistente del techo real. El mercado, según su análisis, nunca dejó de percibir ese proceso, lo que explica por qué el MEP se mantuvo estructuralmente elevado y por qué los futuros no convergieron al centro de la banda.
El economista explicó que el esquema exigía una condición difícil de sostener: inflación cercana a cero o por debajo del 1% mensual. Al no cumplirse esa condición, el techo real se fue achicando y el régimen quedó cada vez más expuesto a tensiones.
Desde Grupo SBS, el diagnóstico se complementa con otra advertencia: la sensibilidad del esquema a shocks exógenos o a la incertidumbre política. Los especialistas del bróker remarcaron que la continuidad de bandas cambiarias deja al sistema vulnerable, como se evidenció durante el ciclo electoral de 2025.
En ese contexto, el dólar dejó de ser solo una variable nominal y pasó a ser un termómetro de credibilidad. Aunque formalmente se movía dentro de las reglas, el mercado interpretó que el esquema se estaba desgastando y actuó en consecuencia, sosteniendo cobertura en MEP y futuros.
Enero de 2026: bandas por inflación y un dólar ya repriceado
El punto de quiebre, según Barreto, llega en enero de 2026 con la implementación de bandas ajustadas por inflación con rezago T-2. Este cambio implica un "sinceramiento" del nivel real del techo y del piso: el techo deja de apreciarse en términos reales y el nuevo techo queda claramente por encima del nominal previo.
El economista señaló, en su perfil de su cuenta de la red social X, que los futuros ya anticipan un dólar más alto, pero sin un salto discreto violento. Para el especialista, esto confirma que el mercado venía descontando el cambio de régimen y que la transición podría darse de manera más ordenada si se mantiene la consistencia macro.
Desde Grupo SBS, remarcaron que este nuevo esquema refuerza la importancia de la acumulación de reservas. Para el bróker, la reacción positiva de bonos y la baja del Riesgo País tras los anuncios muestran que, cuando el mercado percibe coherencia, responde.
Sin embargo, ambas miradas coinciden en que el nuevo ancla —ahora real— no resuelve por sí sola todos los desequilibrios. La sostenibilidad del esquema dependerá de que el resto de las variables macro acompañen.
Tasas, inflación y el límite del nuevo ancla
En el plano monetario, Grupo SBS destacó que el esquema anunciado apunta a una mayor claridad, con intervenciones de mercado abierto mediante Lecaps y repos. Los especialistas explicaron que esto permitiría conformar en la práctica un corredor de tasas, reduciendo la volatilidad observada en meses previos.
El bróker también subrayó la importancia de la gradual normalización de encajes y de la coordinación entre el Tesoro y el Banco Central para extender plazos sin generar nuevas tensiones financieras.
Para Barreto, el cambio de ancla hacia una referencia real evita el atraso cambiario, pero no reemplaza a la desinflación. El economista advirtió que indexar la banda acompaña el problema, pero no lo corrige. Si la inflación se mantiene elevada, el tipo de cambio en el techo subirá al mismo ritmo, realimentando la inercia inflacionaria.
En ese sentido, la conclusión converge: la credibilidad fiscal y monetaria sigue siendo la clave. Sin disciplina fiscal y control monetario, la inflación empuja a la banda y la banda valida la inflación. En ese escenario, el esquema cambiario deja de ser estabilizador y se vuelve neutral, manteniendo al dólar bajo presión incluso en un régimen más sofisticado.