• 5/12/2025
ALERTA

Europa ya no depende del gas ruso, pero enfrenta un desafío aún más difícil de resolver

Mientras resolvía su problema con el gas, se consolidaba otra fragilidad. Europa busca electrificar su economía, pero no controla materiales para lograrlo
22/11/2025 - 10:47hs
Europa ya no depende del gas ruso, pero enfrenta un desafío aún más difícil de resolver

Europa logró cortar en tiempo récord su dependencia del gas ruso después de la invasión a Ucrania, un giro estratégico que hace pocos años parecía imposible. A través del plan REPowerEU, la Unión Europea diversificó proveedores, construyó nuevas infraestructuras y adoptó ajustes que, aunque incómodos, permitieron sortear la crisis energética.

Sin embargo, mientras resolvía ese frente, otra fragilidad más profunda se consolidaba silenciosamente: la creciente dependencia de metales críticos, insumos esenciales para la economía del siglo XXI.

Europa ya no depende del gas ruso, pero ¿cuál es su nueva vulnerabilidad?

La alarma la encendió Richard Holtum, ejecutivo de la firma Trafigura, en una columna para el Financial Times. Según su análisis, Europa dejó atrás el riesgo del gas ruso solo para caer en un desafío más estructural: su enorme vulnerabilidad en las cadenas de suministro de metales. Lo resume con una frase contundente: sin esos materiales (litio, cobalto, níquel, grafito y tierras raras), no hay semiconductores, energías renovables, equipos militares ni inteligencia artificial. 

El problema tiene dos capas. La primera es la pérdida sostenida de capacidad industrial para procesar minerales en territorio europeo. No se ha construido ni un solo complejo de refinado nuevo desde los años 90 y, en la última década, se cerró o redujo cerca de un tercio de los existentes. La segunda, aún más evidente, es la gigantesca concentración del refinado mundial en China. El país asiático controla entre el 70% y el 90% de la capacidad global para procesar muchos metales fundamentales. Mientras Europa retrocedía, Pekín impulsaba una estrategia deliberada para absorber ese eslabón clave.

Las cifras hablan por sí solas. Un metaanálisis publicado en Springer Nature reveló que la UE no produce ni una muestra significativa de galio, germanio, vanadio o tierras raras. Y apenas cubre pequeñas fracciones de litio (0,1%), cobalto (0,5%), níquel (1%) o grafito natural. En algunos casos, la dependencia es prácticamente absoluta. Este mismo estudio advierte que el objetivo comunitario de cubrir al menos el 10% de sus necesidades de materias primas críticas hacia 2030 es directamente "irrealista" para la mayoría de estos minerales.

Cómo crecerá la demanda de metales en los próximos años

A esta debilidad estructural se suma un factor que agrava el panorama: la demanda de metales se disparará entre seis y quince veces de aquí a 2050 por la electrificación del transporte, la expansión de las energías renovables y el avance imparable de la digitalización. Europa requiere más metales que nunca en el preciso momento en que menos capacidad tiene para producirlos o refinarlos.

El impacto ya se siente en su industria. La siderurgia europea atraviesa un momento crítico ante la avalancha de acero chino fuertemente subsidiado y los aranceles impuestos por Estados Unidos. El sector químico, pilar histórico del tejido industrial continental, vive un deterioro aún más severo: cierres de plantas, caída de inversiones y un diagnóstico cada vez más extendido que habla abiertamente de "desindustrialización".

La paradoja resulta difícil de ignorar. Europa busca electrificar toda su economía, pero no controla los materiales imprescindibles para lograrlo. Las turbinas eólicas pueden reciclarse en un 85%, pero casi nadie lo hace. Los paneles solares, en expansión, generan residuos cuyo aprovechamiento sigue siendo limitado. Y cada turbina o batería depende de metales que la UE debe importar casi en su totalidad.

A esto se suma un problema geopolítico. China ya no es solo un proveedor dominante, sino un actor que utiliza esos materiales como herramienta de presión estratégica. En el último año, endureció los controles de exportación de tierras raras, galio, germanio y antimonio, lo que elevó precios y obligó a algunas plantas europeas a reducir o detener su actividad. Las trabas a las licencias de importación exigen un nivel de detalle industrial que ni los propios gobiernos europeos poseen sobre sus empresas. Esa asimetría genera una forma de coerción sutil, pero eficaz: demoras administrativas, controles rotativos y presión diplomática. Quien depende, obedece.

Frente a este escenario, Bruselas comenzó a reaccionar, aunque muchos expertos sostienen que lo hace tarde. Antes de fin de año, la Comisión Europea presentará el plan RESourceEU, destinado a asegurar el suministro, crear reservas estratégicas, impulsar acuerdos con países socios y relanzar la minería y el refinado dentro del bloque. Se sumará además un Centro Europeo de Materias Primas Críticas, encargado de coordinar compras, monitorear riesgos y centralizar inteligencia industrial.

El programa de trabajo comunitario para 2026, bajo el lema "Europe’s Independence Moment", coloca el acceso a materias primas en el centro de su estrategia de soberanía. Pero las dificultades abundan. La creación de reservas estratégicas enfrenta desafíos logísticos y políticos: algunos materiales tienen vida útil corta, otros requieren condiciones de almacenamiento específicas, y en varios casos Europa tendría que comprarlos, inevitablemente, a China.

¿Europa podrá construir su soberanía de metales a tiempo?

La minería interna tampoco es una solución inmediata. Aunque existen reservas relevantes dentro del continente, la oposición social, la burocracia y los permisos lentos frenan proyectos que podrían demorar décadas.

Mientras tanto, Estados Unidos avanza más rápido. Con alianzas firmes con Australia, Canadá, Japón y Corea del Sur, y con un fuerte despliegue financiero para asegurar minerales estratégicos, Washington corre con ventaja. El riesgo para Europa es que la ventana para diversificar proveedores se cierre a medida que la tensión con China crece.

Europa logró desprenderse del gas ruso, pero ahora avanza por un laberinto de metales del que depende su autonomía industrial, energética, tecnológica y militar. La pregunta ya no es si podrá construir esa soberanía, sino si logrará hacerlo a tiempo. En un mundo donde los minerales son instrumentos de poder, llegar tarde puede tener un costo demasiado alto.

Temas relacionados