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Guzmán, ante los bonistas: entre una quita dura con aval del FMI y el temor al rechazo del mercado

El Fondo afirma que un fuerte recorte a los acreedores privados será la base para la "sostenibilidad". En el Gobierno miran el escenario con cautela
28/02/2020 - 06:12hs
Guzmán, ante los bonistas: entre una quita dura con aval del FMI y el temor al rechazo del mercado

Martín Guzmán regresó de la gira más relevante desde que asumió en el Palacio de Hacienda, y ahora llegó el momento de decidir. En concreto, el ministro le presentará a Alberto Fernández la estrategia definitiva para reestructurar la deuda y evitar el default.

La solución debe recorrer un pasillo muy angosto. El Fondo Monetario ya avisó que, conforme a su estatuto, no aceptará ninguna quita. Y que sólo está dispuesto a acompañar al Gobierno en su oferta a los acreedores privados.

Kristalina Georgieva le explicitó que resulta inaceptable admitir una quita. Y rechazó el planteo oficial de que sobre las anteriores autoridades del Fondo recae la máxima responsabilidad del fracaso del programa económico en la época de Mauricio Macri.

Lo que quedó claro tras la gira de Guzmán es que existen intereses contrapuestos entre el FMI y los bonistas.

El Fondo Monetario, fiel a sus preceptos de siempre, pretende que el Gobierno mejore sus cuentas públicas y haga "sostenible" a la deuda externa. Esto último quedó explicitado la semana pasada en un comunicado que la Casa Rosada festejó porque admitía el desmanejo financiero del macrismo.

Pero ha llegado el momento de la verdad. Hay que decidir la estrategia, con la consigna de que "no hay dólares para todos".

Para pasarlo en limpio: mientras el Fondo promueve que la quita a los privados se acerque al 50%, el "mercado" aguarda que esa poda sea de un 40% en promedio.

Vista desde Washington, la diferencia es lo que hace a la deuda "sostenible" o "inviable" en el mediano y largo plazo.

La percepción de los financistas radica en que lo inaceptable sería admitir un quebranto de semejante magnitud. Esa postura quedó a la vista el mes pasado, cuando Axel Kicillof propuso una quita sobre un bono de la provincia de Buenos Aires y el mercado lo rechazó. Finalmente, el gobernador revisó su estrategia para evitar el default.

Así están las cosas: elegir entre la sustentabilidad promovida por el FMI y lo aceptable por los inversores.

En la línea de frente

Guzmán es un experto en reestructuraciones de deuda, las ha estudiado en profundidad, pero es la primera vez que es parte de ese choque de intereses. Una cosa son los números fríos de los trabajos académicos y otra, muy diferente, cuando a la mesa están sentadas personas de carne y hueso que responden a intereses bien distintos. Ya sea que se trate de intereses políticos o meramente económicos

Por un lado, aparecen los burócratas del FMI que juegan su lustre ante la comunidad académica y financiera internacional. Negocian en un contexto muy limitado, porque las recetas del organismo son archi conocidas.

Lo que, en todo caso, puede variar es la posición política. Por ejemplo, si el Fondo tiene la capacidad de darle tiempo a la Argentina para arribar a un acuerdo de largo plazo. Es decir, acompañar la negociación del Gobierno con los acreedores privados sin poner trabas en el camino que resulten asfixiantes en una situación ya delicada.

Del otro lado, los bonistas privados. Acreedores concentrados en fondos de inversión o en bancos internacionales. Obviamente, la exclusiva pretensión que tienen es cobrar lo que les prometieron.

Guzmán ya les avisó que eso es imposible. Desde que asumió, el ministro trabaja en un menú de opciones de reestructuración para que la deuda vuelva a ser viable.

Justamente, la semana pasada -y luego de la cumbre entre Guzmán con Kristalina Georgieva-, el FMI emitió un comunicado resaltando que la deuda externa argentina "no es sostenible". Y que se requiere que la reestructuración se haga en base a "una contribución apreciable de los acreedores privados".

La Casa Rosada recibió con beneplácito esa afirmación, ya que validó la postura que viene sosteniendo Alberto Fernández desde la campaña electoral.

Paradójicamente, lo que también sugiere esta realidad es que el Gobierno deberá optar entre la dureza recomendada por el Fondo o mostrar cierta flexibilidad y ser, más bien, prudente en la negociación con los bonistas.

Es lo que el ministro transmitió a su equipo de colaboradores. Se trata de la tensión de intereses, y en la cual el Ejecutivo deberá laudar.

Una quita con riesgo de default

Si, en efecto, la propuesta a los acreedores privados luce muy dura -con una quita que orille el 50 por ciento-, el riesgo de un default se maximizará.

En cambio, si la oferta va en línea con el precio que los bonos muestran en el mercado, la quita no debería exceder el 40% del valor nominal de esa deuda.

La tentación a endurecer la postura es enorme, reconocen en la Casa de Gobierno.

Sin embargo, en simultáneo, algunos funcionarios prefieren la cautela. Tienen en cuenta lo sucedido a comienzos del año, cuando Axel Kicillof revisó su estrategia inicial para evitar el default.

Fue cuando fracasó su propuesta para postergar hasta mayo un pago de u$s250 millones que venció en enero. El gobernador tuvo que volver sobre sus pasos y pagar de una sola vez, ante la dureza de los inversores, que se opusieron a ese reperfilamiento.

El diagnóstico que tiene Alberto F. es que debe cerrar el tema de la deuda lo antes posible; por eso mismo puso como fecha límite el 31 de marzo. El Presidente entiende que se trata del paso ineludible para estabilizar definitivamente la economía y volver a crecer.

Encontró en el Fondo Monetario un acompañante para ese camino, pero que está sugiriendo la aplicación de una quita que el "mercado" podría rechazar, con lo cual se extenderían los plazos y la zozobra sobre la economía.

Algunos todavía tienen en mente, y es parte el temor actual, los dichos del mentor de Guzmán, Joseph Stiglitz. "No puedo concebir ningún modelo razonable que no diga que debe haber recortes (de la deuda) significativos. Sería una fantasía pensar lo contrario", había señalado el polémico premio Nobel en el foro de Davos hace algunas semanas.

La clave de la decisión oficial refiere a si la oferta a los bonistas responderá al pedido del Fondo Monetario de que la deuda sea "sostenible" a largo plazo. O si, de otro modo, intentará privilegiar un arreglo de más corto alcance para asegurar la estabilización del aquí y ahora.

Un estratega financiero, que tiene bonos de la deuda argentina, ofrece una visión interesante sobre el escenario actual:

"Es como cuando el FMI recomendaba las metas de inflación. Por tener una mirada categórica de largo plazo, sin mirar el contexto, hundió las chances del gobierno anterior porque el plan antiinflacionario terminó en un rotundo fracaso. Acá es lo mismo: no sea cosa que por buscar una solución de largo plazo para la deuda se acabe en un default que meta al Gobierno en una nueva dinámica de la crisis", dice el financista.

La mirada (obviamente sesgada) del operador del mercado no deja de ser realista: Guzmán está obligado a sopesar los diferentes escenarios que se abren, ya sea eligiendo una u otra fórmula.

¿Alguna pista de la posición del Gobierno? Guzmán y su equipo vienen trabajando en el silencio absoluto.

A los operadores, sin embargo, hubo un "detalle" que no se les escapó: la decisión del Gobierno de avanzar con la suba de las retenciones a la soja (y derivados), del 30% al 33%, cuando ya habían sido actualizadas hace un par de meses.

En Wall Street, algunos interpretaron que la mano del FMI estuvo detrás de esa decisión, con el objetivo de una mejora en las cuentas fiscales, pero sin ponderar (o menospreciando) el escenario político.

¿Será lo mismo con la reestructuración de la deuda? En pocas semanas será la hora de la verdad.

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