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La increíble historia del estafador que engañó a Al Capone, vendió la Torre Eiffel y fue preso por celos

Fue uno de los mayores estafadores del Siglo XX a ambos lados del Océano Atlántico, apelando a la más variada gama de recursos ilícitos para sus fines
18/01/2021 - 15:56hs
La increíble historia del estafador que engañó a Al Capone, vendió la Torre Eiffel y fue preso por celos

El nombre de Victor Lustig merece ocupar un lugar destacado en la Guía Guiness, debido a su increíble capacidad para pergeñar la más variada gama de estafas, sin que se preocupara en absoluto quien sería su víctima. Es más, buena parte de su rally delictivo fue estudiado luego por otros estafadores de Europa y EE.UU.

Este personaje nació y se crio en un pueblo del imperio austrohúngaro para luego marcharse a Francia. Era una persona refinada, locuaz y encantadora, que hablaba con fluidez varios idiomas.

Sus primeras correrías las concretó a bordo de los lujosos transatlánticos de vapor que realizaban el trayecto de Marsella a Nueva York, en los que se ganaba la confianza de los pasajeros más acaudalados fingiendo ser un productor musical de Broadway en busca de inversores para un espectáculo que, por supuesto, no existía.

La máquina de hacer billetes

Posteriormente, Lustig desarrolló una de sus estafas más conocidas, que era la "máquina de imprimir dinero".

A través de avisos en los diarios de la época, Lustig convocaba a los curiosos para conocer cómo funcionaba su máquina, que en realidad se trataba de una pequeña caja en la que previamente había introducido tres billetes auténticos de 100 dólares, y demostraba cómo era capaz de "copiar" un billete, lo cual implicaba un trabajo de alrededor de unas seis horas.

Los clientes que creían en su invento y se ilusionaban con la posibilidad de poder ganar enormes fortunas, llegaron a pagar por el mismo hasta unos 30.000 dólares.

Una vez entregada y acondicionada, en efecto durante las primeras doce horas la máquina producía en efecto otros dos billetes de 100... Pero después ya solo salía papel en blanco. Ese era el preciso momento en que los clientes se daban cuenta de que habían sido estafados, pero era demasiado tarde, pues Lustig ya estaba muy lejos.

Vender un icono de Paris

Si bien continuó cometiendo estafas de relativa poca monta, en 1925 urdió un ingenioso plan para vender como chatarra nada menos que a la Torre Eiffel.

Todo comenzó un día de primavera cuando llegó a sus manos la noticia de lo costoso que resultaba para la ciudad mantenerla en buenas condiciones, pues hasta el solo hecho de tratar de pintarla estaba lejos del alcance de las arcas municipales. Una situación que sin dudas convertiría al máximo símbolo de Paris en chatarra en no demasiado tiempo.

Tras obtener una serie de documentos falsos que lo acreditaban como subdirector general del Ministerio de Correos y Telégrafos, convocó a seis comerciantes de chatarra a una reunión en la que les explicó que habían sido seleccionados por su fama de empresarios honestos para luego informarles que la ciudad no podía mantenerla por más tiempo y quería venderla como hierro viejo.

Para evitar trascendidos, invocó la necesidad de mantener lo tratado en secreto hasta el momento de elegir al responsable de llevar a cabo la tarea.

La elección de la Torre no fue casual, ya que la idea original era trasladarla a otro sitio en 1909, pues no estaba destinada a ser permanente, no respondía a la línea arquitectónica de los otros grandes monumentos parisinos y además estaba en pésimas condiciones.

Hoy un icono de Paris, la Torre Eiffel no era tan querida a comienzos del siglo XX.
Hoy un icono de Paris, la Torre Eiffel no era tan querida a comienzos del siglo XX.

Luego de un paseo por la Torre, Lustig llegó a la conclusión que la persona ideal para caer en sus redes seria el distribuidor André Poisson, pues era el más inseguro, sentía que no estaba en los círculos internos de la comunidad de negocios de París y creía que obtener el acuerdo de la Torre Eiffel lo pondría a la altura de sus colegas.

Pero la esposa de Poisson comenzó a sospechar de su ardid, ante lo cual Lustig organizó otra reunión y entonces "confesó" que como un ministro del gobierno no ganaba lo suficiente como para mantener el estilo de vida que deseaba, le resultaba necesario encontrar una manera de complementar sus ingresos.

Sus palabras fueron tomadas literalmente por Poisson, quien comprendió de inmediato que estaba frente a un funcionario que quería un soborno, que terminó pagando en forma inmediata, más el precio acordado por la chatarra.

Una vez con el dinero en su poder, Lustig y su secretario personal, tomaron un tren a Viena con una maleta llena de dinero en efectivo.

Al poco tiempo Lustig retornó a Paris, sabiendo que Poisson no había hecho ninguna denuncia, pues estaba demasiado humillado como para quejarse a la policía, por lo que seleccionó a otros seis vendedores de chatarra y trató de vender la Torre nuevamente. Esta vez, la víctima elegida acudió a la policía antes de cerrar el trato, pero Lustig logró escapar antes de que pudieran arrestarlo.

Un peligroso engaño en EE.UU.

Más tarde, Lustig se mudó a Estados Unidos y no tuvo mejor idea que convencer a Al Capone de invertir 50.000 dólares en un "gran negocio con alta rentabilidad". Lustig mantuvo el dinero de Capone en una caja de seguridad durante dos meses tras lo cual le dijo que el negocio había fracasado y se quedó con el dinero.

Sin escrúpulos: Lustig llegó a estafar a Al Capone.
Sin escrúpulos: Lustig llegó a estafar a Al Capone.

Con esos dólares regresó a Europa y ya en 1930 se asoció con un químico especialista en fabricar placas para la impresión de billetes, para organizar una gran red de falsificación de billetes en todos los Estados Unidos. En este caso, para evitar problemas con la Justicia, Lustig logró permanecer en el anonimato, ya que ni siquiera sus subordinados sabían nada sobre su vida.

Pero su nueva aventura duró poco, ya que en mayo de 1935 Lustig fue detenido después de una llamada anónima, que luego se supo que fue realizada por su amante, Billy May, cuando se enteró del romance de Lustig con una joven compañera de su socio.

Un día antes del inicio del juicio en Nueva York, Lustig se escapó de la cárcel. Pero fue detenido posteriormente. Una vez juzgado, fue condenado a 20 años de cárcel en la isla de Alcatraz. No llegó a cumplir la totalidad de la condena porque murió en 1947. En su certificado de defunción, en la casilla ocupación, figuraba como aprendiz de vendedor.

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