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A 20 años del "corralito": era gerente de un banco y cuenta cómo se vivió la crisis adentro de las entidades

Un economista trabajaba en un banco en 2001 y relata cómo vivió desde adentro el caos tras la llegada del corralito. ¿Cómo lo marcó? ¿Puede volver a pasar?
12/12/2021 - 08:17hs
A 20 años del "corralito": era gerente de un banco y cuenta cómo se vivió la crisis adentro de las entidades

En estos días, se cumplen 20 años del estallido de la crisis política y económica de diciembre de 2001, que nuestra sociedad recuerda por el desgraciadamente famoso "corralito", como se conoce a la disposición del Gobierno que restringió la extracción de dólares de los bancos.

Era una época en que las imágenes de gente golpeando las persianas bajas de los bancos eran diarias, la desesperación de quienes habían guardado su dinero, sus ahorros de años, en dólares y ahora no podían acceder a él se palpaba todos los días con el sonido constante de los golpes a las cacerolas en señal de protesta.

La clase media, que no podía acceder a su dinero, y los sectores sociales más bajos, afectados por la tremenda crisis económica, ante una ruptura total de las cadenas de pago, y falta de trabajo, fueron los más golpeados. Por lo que se escuchaba en las calles la famosa frase "Piquete y cacerola, la lucha es una sola" al ritmo del tintineo de los utensilios de cocina y los cortes de calle eran permanentes.

Las sucursales bancarias eran parte del escenario donde se jugaba la crisis porque la gente iba a intentar sacar lo que podía de sus ahorros, ya que por un tiempo hubo un goteo de unos u$s250 por persona, que luego se cortó y se resolvió pesificar los depósitos. Pero las reglas no eran tan claras. Todo era un caos y, muchas veces, la frustración ante la injusticia de no poder acceder a su dinero superaba los clientes, que se enfrentaban con las caras visibles que tenías adelante: los empleados de los bancos.

La gente quería sacar su dinero de los bancos y no podía porque no había dólares.
La gente quería sacar su dinero de los bancos y no podía porque no había dólares.

Otro contexto, una crisis mayor

"No existía WhatsApp y mucho menos Twitter y Argentina atravesaba otra crisis, una de las más graves, problemas con la deuda, años de recesión, debilidad política y una convertibilidad que estaba agotada", describe de aquel momento el economista Christian Buteler, quien en ese entonces era gerente de una sucursal de Banco Galicia ubicada en Villa Adelina, Provincia de Buenos Aires.

En realidad, él trabajaba en ABN Amro Bank, que en noviembre de 2001 fue comprado por Banco Galicia por lo que, cuando estalló la crisis, hacía apenas un mes que habían pasado a formar parte de ese grupo, lo que hace la experiencia aún más compleja porque era toda una estructura nueva a la que había que integrarse en el medio del peor momento para el sector financiero local.

"En Argentina había habido muchas veces rumores de que podría suceder algo así, pero todos decíamos que, si eso pasaba iba a ser un desastre. No pensábamos que efectivamente fuese a cumplirse", responde a la pregunta de si esperaban que eso fuera a suceder en esos días.

Además, relata que el corralito no se instaló desde el principio. "Inicialmente, se puso una limitación a la extracción de dinero y, luego, se fue hacia una pesificación y confiscación de los depósitos. Fueron etapas en las que la crisis fue evolucionando", describe.

El BCRA resolvió pesificar los depósitos en 2001 y ese fue uno de los peores momentos de la crisis.
El BCRA resolvió pesificar los depósitos en 2001 y ese fue uno de los peores momentos de la crisis.

Historias tremendas

Así, Buteler comienza a recordar cómo se vivía dentro de los bancos ese momento de estallido social. En medio del caos, cada sucursal iba administrando la crisis como podía, día a día.

"Era difícil levantarse para ir a trabajar. Me acuerdo que llegué a hacer como en el almacén: le preguntaba a la cajera cuántos dólares había, calculaba cuánta gente iba a poder recibir el monto máximo de u$s250, compraba una tira de números para repartir y decía ‘hasta acá llegamos’ porque no había más", detalla. 

En ese contexto, las historias vividas fueron terribles, los empleados bancarios debían "dar la cara frente a los clientes que veíamos todos los días y con los cuales habíamos compartido café y charlas" y les tenían que decir que no podían devolverles su dinero.

Entre esas historia hay una que recuerda muy bien y con mucho dolor. La de un jubilado al que le explicaba las opciones que tenía: podía pesificar sus dólares a $1.40+CER o adquirir los distintos bonos entre los que se podía optar en u$s a 10 años. "Entonces, ese hombre me miró y me dijo: ‘Ya cumplí 82 años, no tengo 10 más para esperar’. Fue un momento horrible en el que realmente me quedé sin palabras. Tenía toda la razón", rememora.

Había, también un cliente que tenía a su hijo viviendo y estudiando en Estados Unidos y tenía un plazo fijo en dólares y con esos intereses pagaba la vida de su hijo allá y los gastos de la tarjeta, de pronto, tuvo que decirle que volviera e interrumpiera sus planes de estudio porque no podía solventarlo más. 

Otra historia que guarda en su memoria es la de una compañera de la sucursal de Ramos Mejía, oficial comercial, que estaba trabajando y, de pronto, una anciana entró y, sin mediar palabra, le partió el bastón por la cabeza.

Así era todo por esos días. "La gente tenía toda la razón del mundo, pero los que teníamos que poner la cara no éramos los que dictaban las normas ni los que tomaban las decisiones", reflexiona el ex empleado bancario a 20 años de esa época.

Había muy mal ambiente en los bancos y se vivían cosas totalmente atípicas a la actividad habitual de las sucursales bancarias. "Todo era producto de la furia que tenía la gente por no poder disponer de su propio dinero y nosotros los entendíamos, pero no podíamos hacer otra cosa porque llamábamos a casa central y nos decían cuántos dólares podíamos entregar", explica Buteler.

Mucha gente perdía los ahorros de toda su vida.
Mucha gente perdía los ahorros de toda su vida.

Una marca a fuego en los empleados

Otro de los problemas que tenían los empleados en las entidades era el traslado del dinero porque los camiones de caudales no daban a vasto para cumplir con la demanda de dólares de las sucursales y los piquetes impedían que pudieran transitar para cumplir con las entregas.

Así fue como, muchas veces, los gerentes terminaban trasladando el dinero ellos mismos, algo impensado. "Yo tuve que ir a casa central a buscar dólares y los traje en el saco, un procedimiento fuera de cualquier norma, pero no había otra manera de traerlos a tiempo", explica.

En una ocasión, incluso, recuerda que estaban esperando el camión de caudales que iba a llegar en una hora. Los números ya se habían repartido. A las dos horas todavía no había aparecido y de casa central le dijeron que no iba a ir. "Si no llega, mandame el camión a Gendarmería", les dijo Buteler. Y es que sabía que, si no aparecía el dinero los clientes podían llegar a destruir el lugar.  "Finalmente, un gerente de otra sucursal trajo el dinero dentro de los bolsillos de su saco y, así, salimos de la situación", cuenta.  

Durante unos cuatro o cinco meses duró todo este caos, aunque con momentos más duros que otros. Un punto cúlmine fue cuando se decidió pesificar los depósitos. Después de eso, y a medida que fue avanzando la crisis, comenzaron a caer los recursos de amparo y el economista recuerda que los abogados querían entrar a las sucursales para presentarlos y reclamar el pago que ordenaban los oficiales de justicia.

"Por eso, por esos días, hubo un memo del banco que indicaba que, antes de ingresar revisáramos la zona para asegurarnos de que no hubiera ningún asesor legal dando vueltas para entrar", relata.

También tiene bien fresco el caso de una empleada de una sucursal que, por no cumplir lo que ordenaba la Justicia a través de un recurso de amparo (no por voluntad propia, sino porque se lo ordenaban sus jefes), fue detenida por la Policía y se le inició una causa penal.

También, señala que muchos abogados se aprovechaban de la desesperación de las personas y les cobraban comisiones muy elevadas sobre sus ahorros. Otra cosa que sucedía era que se realizaban operaciones que permitían usar los dólares como ventas de propiedades, de autos y hasta de licencias de taxis, a veces reales y otras "truchas", sólo para mover el dinero.

Incluso, recuerda que mucha gente murió por la angustia que vivió en ese momento. "Estaban perdiendo los ahorros de su vida y muchos no tenían posibilidad se volver a levantarse", detalla.

La desesperación era muy fuerte y la gente, muchas veces, pedía disculpas por sus reacciones, sobre todo porque con muchos había un trato cordial y habitual y ahora estaban como enfrentados por factores ajenos a la voluntad de ambas partes.

Todo eso generaba tal nivel de estrés de los empleados, que Buteler recuerda que fue la primera vez que vio gente de menos de 30 años sufrir ataques de pánico. Eran empleados que no sabían cómo lidiar con todo eso. Muchos, incluso, tuvieron que tomarse hasta un año de licencia.

Christian Buteler analiza la situación actual y las heridas que dejó 2001 en la sociedad.
Christian Buteler analiza la situación actual y las heridas que dejó 2001 en la sociedad.

En retrospectiva

Alrededor de marzo y abril de 2002, comenzó a bajar la tensión y mermaron los amparos. Hasta que, hacia mediados de año, la situación se fue normalizando. Sin embargo, las heridas y consecuencias para nuestra sociedad permanecen aún hoy y se traducen en una fuerte desconfianza de los ciudadanos hacia el sistema financiero y también hacia las instituciones políticas y de Gobierno.

"Las crisis marcan a las generaciones que las sufren y mucha gente nunca más volvió a tener dinero en el banco", remarca el economista. Y apunta que, por eso, cuando corren versiones de que va a pasar algo similar, la gente lo cree por el daño que se hizo en ese momento.

Hoy, en retrospectiva y desde su rol de analista, opina que nunca debió suceder algo así en la Argentina. "Para llegar a 2001 había habido una fuerte caída de depósitos. Fue un ciclo que llevó a ese caos. Muchos bancos querían devolver el dinero a la gente. Incluso una entidad canadiense, entregó sus llaves al BCRA y se fue del país porque no compartía la decisión", informa.

De esa manera, comenta que no todo el sistema financiero tenía la misma situación. "Había tres bancos estaban cayendo y en ese contexto se tomó la peor decisión. Se priorizó a los bancos por sobre los ahorristas y el sistema en general. Así nació el corralito", afirma. Y cita el caso de Uruguay, que vivió una situación similar, pero dejó que cayeran algunas entidades y avanzaran los procesos legales pertinentes, pero el sistema siguió funcionando.

En tanto, de cara al actual momento, descarta de plano que pueda suceder hoy una situación de ese tipo porque "hoy los dólares que respaldan el 80% de los depósitos están en el sistema financiero". No niega que "se está viviendo una crisis importante, pero es distinta a la de aquel momento".