Efecto elecciones: cayeron con fuerza los dólares financieros y cedió el oficial, tras el triunfo de LLA
Tras el test electoral de medio término en la Ciudad de buenos Aires, el dólar minorista se vende este lunes en las pantallas del Banco Nación con una baja de cinco pesos, a $1.155. En el mercado informal, el dólar blue cerró sin variaciones, en $1.165. En el segmento financiero, el dólar contado con liquidación (CCL) registró un descenso de 1,5% a $1.161, mientras que el dólar MEP cayó 0,5%, para ubicarse en $1.149. En el segmento mayorista, el dólar cotizó en $1.141, con retroceso de un peso respecto del cierre del viernes pasado.
En un año electoral como 2025, la política cambiaria y la acumulación de reservas se convierten en el eje central de la estrategia económica del Gobierno. Tanto en términos de estabilización nominal como en la relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), las decisiones oficiales parecen orientadas a garantizar cierta calma en los mercados, en especial en torno al valor del dólar. Los analistas señalaron que, al igual que en ciclos electorales previos, el tipo de cambio es utilizado como ancla contra la inflación, con un dólar que se mantiene deliberadamente en niveles bajos. A su vez, la acumulación de reservas netas se vuelve crucial para cumplir con las metas acordadas con el FMI, en un escenario de limitadas herramientas de intervención directa.
Ambas miradas coinciden en que el Banco Central viene interviniendo de forma no explícita, utilizando mecanismos como la venta de dólares a futuro para contener el tipo de cambio, a pesar de que el acuerdo con el FMI promueve la libre formación de precios a partir de la oferta y la demanda. Para los especialistas, esta intervención encubierta busca sostener la calma cambiaria de corto plazo, aunque complica el verdadero test de mercado: determinar cuál es el tipo de cambio que realmente equilibra la plaza. Además, resaltaron que esta estrategia cambia el foco de la acumulación de reservas por medio de compras genuinas hacia la búsqueda de financiamiento externo y colocaciones de deuda.
En esa línea, los expertos comentaron que el cumplimiento de los objetivos trimestrales pactados con el FMI se vuelve progresivamente más desafiante. La exigencia de pasar de un nivel negativo de reservas netas a uno positivo hacia fin de año obliga a reforzar el ingreso de divisas a través de organismos internacionales, operaciones de repo o instrumentos financieros. La capacidad del Tesoro de enfrentar pagos clave y la necesidad de que el tipo de cambio toque el piso de la banda oficial para poder intervenir condicionan severamente el margen de maniobra de la política económica en el segundo semestre.
Asimismo, indicaron que, aunque las reservas brutas hayan mejorado por efecto de desembolsos recientes, la meta relevante es la de reservas netas ajustadas, mucho más estricta en sus criterios. A pesar de las señales de estabilidad que transmite el Ejecutivo, lo que se juega en el fondo es la sustentabilidad del esquema financiero vigente. Con el riesgo país aún elevado, el camino hacia la estabilidad de mediano plazo dependerá, en gran medida, de la capacidad de acceder a dólares frescos sin comprometer el equilibrio cambiario ni fiscal.
Estabilidad cambiaria en año electoral: la estrategia se repite
Desde la consultora económica Macroview advirtieron que, como suele suceder en años electorales, el Gobierno intenta evitar sobresaltos con el dólar. Esta práctica no es nueva: los oficialismos tienden a mantener el tipo de cambio lo más estable posible en la previa a los comicios, buscando que funcione como ancla antiinflacionaria. En este 2025, el patrón se repite, aunque con matices propios del contexto económico actual y del esquema cambiario vigente.
Los analistas de la consultora señalaron que tanto el Ministerio de Economía como el Banco Central estarían trabajando para que la oferta y la demanda de dólares se equilibren en el marco del nuevo mercado cambiario cuasi único, y que lo hagan en torno al valor más bajo permitido por la banda cambiaria, actualmente por debajo de los 1000 pesos. Esta decisión se alinea con la aspiración oficial de mantener un tipo de cambio nominalmente bajo para reducir con mayor rapidez la inflación mensual a partir de mayo.
Según los expertos de Macroview, esta política refleja la intención de replicar el comportamiento observado antes del salto inflacionario de marzo y abril. En ese período, la inflación mensual había mostrado una relativa estabilidad, con un promedio del 2,5% durante cinco meses consecutivos. La expectativa es que, tras el 3,7% registrado en marzo y un valor proyectado por debajo del 3% para abril, la desinflación se acelere en los próximos meses.
No obstante, desde la consultora plantean interrogantes respecto al alineamiento entre las distintas áreas del gobierno. Aunque el Presidente expresó públicamente su intención de mantener el dólar bajo y estable, no está del todo claro si esa visión es compartida plenamente por el Ministerio de Economía o el Banco Central, en especial considerando los compromisos asumidos con el Fondo Monetario Internacional.
Intervención en el mercado de futuros: una práctica que choca con el FMI
El precio del dólar se aproxima al piso de la banda cambiaria. Para Macroview, este comportamiento no es producto de condiciones de mercado genuinas, sino de una intervención del Banco Central a través de la venta de contratos de dólar futuro. Esta estrategia fue acompañada por ventas spot, principalmente de bancos que se cubren en el mercado de futuros, lo que permitió generar una baja temporal del tipo de cambio.
Esta práctica, explican desde la consultora, va a contramano de las recomendaciones del acuerdo con el FMI, que desalienta explícitamente este tipo de intervenciones. El espíritu del programa es que el Tesoro o el Banco Central participen del mercado como compradores de divisas con el objetivo de acumular reservas, lo que permitiría que el tipo de cambio surja naturalmente del equilibrio entre oferta y demanda.
Sin embargo, lejos de actuar como demandantes, las autoridades monetarias están interviniendo financieramente para bajar artificialmente el dólar actual. Este mecanismo distorsiona el verdadero valor de equilibrio del mercado, ya que la demanda genuina no se está expresando con libertad y la oferta sigue siendo limitada.
Para Macroview, hasta que el Banco Central o el Tesoro no comiencen a comprar dólares de manera sistemática, no se conocerá el valor real que equilibra el mercado cambiario. Además, alertan que la falta de acumulación de reservas dificultará una reducción significativa y sostenida del riesgo país, lo que representa un obstáculo adicional en la búsqueda de estabilidad financiera.
Dólar a 1.000 pesos: una meta lejana sin cambios en oferta y demanda
Desde la consultora también remarcan que el objetivo oficial de estabilizar el tipo de cambio en torno a los 1000 pesos no parece viable bajo las condiciones actuales del mercado. El equilibrio a ese nivel requiere un aumento significativo en la oferta de dólares, ya sea por mayores exportaciones o ingreso neto de capitales empresariales, o bien una reducción de la demanda por parte de ahorristas, turistas e importadores.
En este contexto, el Gobierno parece estar promoviendo el ingreso de capitales especulativos con el fin de reducir el dólar de manera financiera y así contener la inflación de cara a las elecciones de octubre. Esta estrategia, advierten en Macroview, es una repetición de tácticas utilizadas por gobiernos anteriores, aunque esta vez bajo un envoltorio discursivo distinto.
El ingreso de capitales de corto plazo puede generar un alivio transitorio en el mercado cambiario, pero no soluciona los desequilibrios de fondo. De hecho, para que el tipo de cambio permanezca estable a largo plazo sin intervención oficial, se necesita una mejora genuina en los flujos comerciales y financieros del país, algo que por el momento no se observa.
La insistencia en mantener bajo el valor del dólar, incluso cuando no hay fundamentos sólidos para ello, refuerza la percepción de que las medidas tienen un fuerte componente electoral. Esta dinámica, según Macroview, podría volver a poner presión sobre el tipo de cambio una vez que pase el proceso electoral, dejando abiertas incógnitas sobre el rumbo que tomará la política económica después de octubre.
Tres metas, un solo desafío: revertir las reservas netas negativas
A su turno, la economista Milagros Gismondi, de la sociedad de bolsa Cohen, analizó en profundidad la hoja de ruta del acuerdo con el FMI, señalando que el monitoreo de las reservas netas (RIN) se posiciona como el eje central del programa. El sendero pactado establece tres momentos clave a lo largo del año: junio, septiembre y diciembre. En cada uno de ellos, el Banco Central deberá mostrar avances concretos en la acumulación de reservas.
La primera meta, establecida para el 13 de junio, exige que las RIN alcancen un nivel de u$s -2.746 millones. Esto representa una mejora sustancial de u$s 5.962 millones respecto del nivel registrado el 14 de abril. La segunda marca temporal es en septiembre, y apunta a mantener prácticamente el mismo nivel: -u$s 2.846 millones. En tanto, el verdadero salto está previsto para fin de año, cuando las reservas netas deberían volverse positivas y cerrar diciembre con un stock de u$s 1.754 millones, lo que implica una acumulación adicional de u$s 4.600 millones en el último trimestre.
Gismondi explicó que si bien las metas están planteadas de forma progresiva, el desafío se intensifica con el correr del año. A medida que se avanza hacia diciembre, la exigencia de acumulación de divisas crece en volumen y complejidad, especialmente si se tiene en cuenta la dinámica de fuentes y usos proyectada para el período restante.
La especialista advirtió que, aunque existen algunas fuentes identificadas de ingreso de dólares, el margen de acción en el mercado cambiario es limitado. Esto implica que la capacidad de cumplir con el cronograma dependerá fuertemente del acceso a financiamiento externo y de la llegada de desembolsos por parte de organismos multilaterales.
Fuentes de divisas: ¿alcanzarán para cumplir?
De acuerdo con el análisis de Gismondi, entre las principales fuentes de ingreso de dólares para alcanzar la meta de junio se destacan los desembolsos de organismos internacionales, que podrían aportar hasta u$s 2.796 millones. De ese total, ya fueron girados u$s 1.500 millones por parte del Banco Mundial y otros u$s 500 millones por el BID. Aún resta el ingreso de u$s 796 millones adicionales en las semanas previas al corte del 13 de junio.
Además, se espera una operación de repo con bancos por u$s 2.000 millones. Sin embargo, a los efectos del cumplimiento con el FMI, solo se computarán u$s 500 millones, ya que los u$s 1.500 millones restantes ya estaban incorporados en la base del stock de reservas. Gismondi también destacó que el Tesoro dispone de depósitos por u$s 2.700 millones destinados al pago de compromisos de deuda, principalmente en julio. Este respaldo podría ayudar a reducir las necesidades netas entre junio y septiembre.
Pese a estas entradas previstas, la economista advirtió que el cumplimiento sigue siendo desafiante. El motivo es que los compromisos de salida de divisas también son significativos. A corto plazo, hasta junio, se espera un egreso de u$s 1.796 millones, por pagos a organismos, vencimientos del BOPREAL, intereses con el FMI y compromisos con acreedores privados.
Para la analista, el cumplimiento del tramo entre abril y junio requiere una acumulación de u$s 4.462 millones. Esto implica que, más allá de los recursos ya comprometidos, será necesario obtener divisas adicionales, ya sea por colocación de deuda, financiamiento extra o compras en el mercado cambiario, algo que el propio Gobierno ha condicionado a la evolución del tipo de cambio dentro de la banda.
Presión de pagos y acumulación: la tensión aumenta hacia fin de año
La presión sobre las reservas no se detiene luego de junio. Gismondi precisó que, en el tercer trimestre, las salidas de divisas se intensifican, alcanzando los u$s 6.786 millones, debido en gran parte a la amortización de títulos Globales y Bonares con vencimiento en 2029 y 2030. En tanto, para el último trimestre del año, se proyectan egresos por otros u$s 2.814 millones.
Esta dinámica hace que las necesidades de acumulación de RIN para cada trimestre sean crecientes. Entre mediados de abril y junio, el saldo requerido es de u$s 4.462 millones. Luego, entre junio y septiembre, se necesitan otros u$s 2.486 millones. Finalmente, en los últimos tres meses del año, se estima una exigencia de u$s 5.414 millones para cerrar el ejercicio cumpliendo con la meta pactada.
La economista señaló que, considerando esta trayectoria, la estrategia oficial de intervenir solo si el dólar perfora el piso de la banda limita la posibilidad de sumar reservas mediante compras en el mercado. Esto refuerza la importancia del financiamiento externo como herramienta principal para alcanzar los objetivos planteados.
Como posible alivio, Gismondi indicó que de aquí a junio podría haber margen para solicitar un waiver de hasta u$s 1.500 millones, dada la diferencia entre el punto de partida asumido en el programa (u$s -7.200 millones de RIN al 31 de marzo) y el nivel real al momento del primer desembolso (u$s -8.708 millones). Esa brecha podría ser considerada por el FMI para flexibilizar la meta de corto plazo, dado el escenario más adverso heredado.