Tensión cambiaria: el dólar minorista se disparó a un récord de $1.515
En la última rueda de la semana, el dólar minorista del Banco Nación se vendió con un incremento de $20 a $1.515, con lo que anota un nuevo máximo histórico. En el segmento mayorista, la divisa se negociaba en $1.475, cerca del límite superior de la banda de fluctuación para este viernes, ubicado $1.475,32.
En el segmento informal, el dólar blue se vendió con una suba de diez pesos, en $1520. En cuanto a los dólares financieros, el contado con liquidación cedió 0,4% a $1558, mientras que el MEP ganó 0,3%, en $1539.
El mercado cambiario atraviesa un momento de creciente tensión, profundizado en las últimas jornadas por la necesidad del Banco Central de la República Argentina (BCRA) de volver a vender reservas para contener la escalada del dólar. A los desequilibrios estructurales que ya venían erosionando el esquema de bandas —con inflación elevada, tasas más bajas y un sistema nominal desfasado— se sumó ahora un cambio de signo en la intervención oficial, que marcó un punto de inflexión en la dinámica cambiaria. Mientras el frente político intenta recomponer alianzas tras la derrota electoral en Buenos Aires, el frente económico empieza a mostrar señales de agotamiento cada vez más visibles.
Analistas advirtieron que el dólar dejó de moverse con libertad dentro de las bandas y se estabilizó contra el techo, lo que obligó al BCRA a vender u$s 53 millones el miércoles y otros u$s 379 millones el jueves para abastecer la demanda en el Mercado Único y Libre de Cambios (MULC).
Ante la renovada presión, algunos analistas de mercado estiman que el BCRA se desprendió de más reservas este viernes. "Vendió mucho", resumen.
La fuerte presión compradora elevó el volumen operado a casi u$s600 millones diarios, con el Central aportando cerca de dos tercios de la oferta total. Este comportamiento refuerza la percepción de que el esquema funciona en la práctica como un tipo de cambio fijo en el límite superior, lo que alimenta la demanda de cobertura y erosiona las expectativas de estabilidad.
La presión sobre las reservas se aceleró: solo el jueves cayeron en torno a u$s 370 millones, prácticamente el mismo monto vendido en el mercado, y cerraron la jornada en u$s 39.407 millones. El mercado descuenta que el BCRA y el Tesoro Nacional deberán seguir interviniendo para evitar movimientos bruscos, lo que acelera la dolarización de carteras y debilita el poder de fuego oficial. En este contexto, el equilibrio cambiario alcanzado tras la suba inicial de la divisa parece cada vez más frágil y dependiente de una oferta oficial que comienza a mostrar sus límites.
El clima financiero tampoco ayuda: el riesgo país supera los 1.400 puntos básicos y el acceso al crédito externo se aleja, encareciendo el fondeo para el sector público y privado. En este escenario, cualquier señal de desconfianza puede actuar como catalizador de nuevas presiones sobre el dólar y abrir interrogantes sobre cuánto podrá resistir la estrategia de contención oficial en la antesala electoral.
Un techo atrasado y un piso sin efecto
Desde la consultora económica Eco Go señalaron que el problema de fondo está en el diseño del actual esquema de bandas, que quedó desalineado frente a la inflación. Al ser nominales, las bandas no se actualizan al ritmo de los precios, por lo que el techo quedó atrasado en términos reales y el piso perdió relevancia económica. Esto hace que el mercado alcance más rápido el límite superior y presione al BCRA a intervenir para sostenerlo.
En la misma línea, el economista Jorge Gabriel Barreto apuntó que, al incorporar la inflación en el análisis, el desfase se vuelve evidente: el techo real debería estar mucho más alto que el actual y el piso debería subir, no bajar. Como eso no sucede, el piso oficial queda tan bajo que deja de cumplir su función como ancla cambiaria. Sin un piso creíble, nadie está dispuesto a vender dólares, lo que refuerza la presión hacia el techo.
La consecuencia es que la flotación, que en teoría permitiría absorber shocks, desaparece en la práctica. El esquema se convierte en un corset que atrasa el tipo de cambio y concentra toda la tensión en un punto fijo. Para los especialistas, esta dinámica erosiona la credibilidad del sistema y lo vuelve vulnerable a episodios de inestabilidad.
Eco Go remarcó que la presión sobre el dólar se intensifica porque el mercado percibe que el equilibrio actual es artificial y depende exclusivamente de la intervención oficial. La demanda de divisas aumenta, las expectativas devaluatorias se afianzan y la capacidad del BCRA para sostener el esquema se reduce con el tiempo.
Tasas más bajas y más pesos en la plaza
Mientras tanto, el Gobierno inició un giro hacia una política monetaria menos restrictiva. Desde Eco Go explicaron que el recorte de más de 1.000 puntos básicos en la tasa de referencia, que la llevó al 35% nominal anual, buscó aliviar el ahogo sobre el crédito en pesos y revertir la caída real de 0,8% que acumula el financiamiento. Sin embargo, esa estrategia sumó más pesos al mercado y elevó la presión sobre el dólar.
El crédito comercial ya mostraba retrocesos por segundo mes consecutivo y empezaba a afectar también a los préstamos al consumo. Ante este escenario, el Ejecutivo priorizó recomponer la dinámica del crédito antes que sostener tasas reales positivas. Pero esa decisión tuvo un costo: mayor liquidez circulante en un mercado que ya percibe que el dólar está barato en términos reales.
Barreto advirtió desde su cuenta personal en X que este exceso de pesos acelera la búsqueda de cobertura cambiaria. Con tasas que pierden frente a la inflación y un tipo de cambio que permanece en el techo, los agentes optan por dolarizarse, lo que genera un círculo vicioso de presión y ventas oficiales de reservas. Cada vez que el BCRA interviene para contener el tipo de cambio, refuerza la percepción de que el esquema ya no es creíble.
Los especialistas coinciden en que este es un punto de inflexión. Si el Gobierno no logra recomponer la confianza y mostrar un compromiso claro con la disciplina monetaria, la demanda de divisas seguirá creciendo y la brecha cambiaria podría volver a ampliarse en plena campaña electoral.
Un esquema que perdió credibilidad
Barreto sostuvo que además de los problemas técnicos del esquema, hay un deterioro profundo de credibilidad. Consideró que el Gobierno debe transparentar sus intervenciones cambiarias: cuando el BCRA actúa de forma encubierta y solo admite después que intervino, erosiona aún más la confianza. Esa opacidad mina la capacidad del régimen para anclar expectativas.
Para Eco Go, la credibilidad es el activo más valioso de cualquier esquema de bandas, y el Gobierno la está rifando al insistir en que se trata de un régimen de flotación cuando en realidad funciona como un tipo de cambio administrado. Presentarlo como flotante mientras se lo defiende en el techo genera desconfianza y acelera la dolarización de carteras.
Los analistas señalaron que si el mercado percibe que el tipo de cambio siempre está en el techo, la flotación deja de existir: nadie venderá dólares si sabe que el precio no puede bajar. Así, la presión sobre la autoridad monetaria se multiplica y la banda se convierte de hecho en un tipo de cambio fijo, perdiendo la capacidad de absorber shocks y estabilizar expectativas.
Para los especialistas, este deterioro es autoinfligido. Cuanto más se sostenga artificialmente el techo, más difícil será revertir la percepción de que el esquema está agotado. Sin credibilidad, cualquier movimiento del mercado puede convertirse en un disparador de inestabilidad cambiaria.
Qué cambios podrían estabilizar el dólar
Barreto planteó que una posible salida sería reajustar las bandas para reflejar el efecto de la inflación, elevando tanto el techo como el piso nominal para devolverles sentido económico. Esto permitiría recuperar el rol del piso como ancla y evitar que toda la presión se concentre en el límite superior. A la vez, el BCRA debería mantener un ancla monetaria estricta para evitar que las expectativas de inflación se descontrolen.
Eco Go coincidió en que sin un ajuste técnico será difícil recomponer el esquema. Señaló que además es indispensable mejorar la comunicación de las políticas económicas: la ambigüedad alimenta la incertidumbre y acelera la demanda de dólares, mientras que una estrategia clara puede fortalecer la confianza y moderar la presión.
Los analistas remarcaron que la transparencia en las intervenciones también es clave. Admitir de manera explícita que se trata de un régimen administrado permitiría al Gobierno recuperar parte de la credibilidad perdida, algo que consideran imprescindible para estabilizar el mercado.
En una de sus publicaciones en X, Barreto insistió en que mantener el actual esquema sin cambios implica aceptar que se transformó de hecho en un tipo de cambio fijo en el techo. Si el Gobierno no actúa, el régimen seguirá perdiendo funcionalidad y credibilidad, dejando cada vez menos margen de maniobra ante eventuales shocks cambiarios.