• 5/12/2025
ALERTA

Gurú de Wall Street liquida su fondo, alerta sobre la burbuja de la IA y lanza un plan secreto para 2026

El hombre que anticipó la crisis de 2008 cerró su empresa, devolvió capital a inversores y prepara un nuevo proyecto para operar sin supervisión pública.
05/12/2025 - 12:45hs
Michael Burry

La salida de Michael Burry cayó como una bomba silenciosa en Wall Street. El legendario inversor, inmortalizado en La Gran Apuesta, decidió cerrar definitivamente su fondo Scion Asset Management y entregó su carta de despedida con una frase que electrificó al mercado: "Mi estimación del valor de los activos ya no está, y no lo ha estado por algún tiempo, en sincronía con los mercados". No es una pausa ni un descanso estratégico: los registros ante la SEC confirman que la firma dejó de existir oficialmente el 10 de noviembre de 2025.

El desmantelamiento fue quirúrgico. Durante el tercer trimestre, Burry había estado comprando puts contra Nvidia y Palantir, convencido de que la euforia por la Inteligencia Artificial había deformado los precios de mercado hasta niveles insostenibles. Pero administrar dinero ajeno en un escenario que él considera una burbuja descontrolada terminó agotándolo. Su mensaje final fue contundente: liquidaría todas las posiciones antes de fin de año, salvo una mínima reserva para auditorías fiscales.

Para dimensionar la renuncia, hay que recordar que Burry ya había hecho algo similar en 2008. Luego de ganar una fortuna apostando contra las hipotecas, destrozó su propio fondo harto de que los inversores cuestionaran su lógica. Esta vez, el enemigo no son los bancos ni las hipotecas: es el frenesí que rodea a los chips de IA y los centros de datos.

El cierre también implica que dejará de presentar el formulario 13F. En otras palabras, a partir de ahora nadie sabrá qué compra o vende. Burry vuelve a la oscuridad operativa que siempre buscó. Una libertad total que, para muchos, es igual de inquietante que su salida del sistema.

La tesis del colapso: la "gula del lado de la oferta" y el final de la fiesta tech

El motivo detrás de su partida es claro: Burry cree que estamos ante una burbuja monumental en IA. Su concepto de "Supply-Side Gluttony" describe lo que observa en los balances de las Big Tech: inversiones colosales en infraestructura que, según él, jamás serán rentables. Para Burry, Google, Microsoft y Meta están gastando miles de millones en chips de Nvidia y data centers sin que exista una demanda real capaz de sostener esa expansión.

Según sus cálculos, la industria enfrenta un agujero negro contable de u$s176.000 millones en depreciaciones no registradas. Los chips que hoy se amortizan en cinco o seis años quedarán obsoletos en dos o tres, generando un shock de pérdidas que podría paralizar el gasto de capital de las grandes tecnológicas. Cuando eso suceda -dice Burry- la primera ficha en caer será Nvidia, seguida de toda la cadena de semiconductores.

La comparación con el año 2000 no es casual. Para él, esto es una versión amplificada de la caída de Cisco durante la burbuja puntocom. Un colapso que arrastraría índices completos como el Nasdaq y pondría fin a la ilusión de que la IA puede justificar cualquier valuación.

Wall Street no lo acompaña. Bancos como JP Morgan y Bank of America defienden que la IA es tan disruptiva como la electricidad o internet, y que la demanda futura será infinita. Pero Burry insiste: las métricas de valuación están en zonas históricamente peligrosas y el mercado festeja indicadores que no reflejan el deterioro real del flujo de caja.

Proyecto 2026: la nueva trinchera llamada "Cassandra Unchained"

Lejos de recluirse, Burry lanzó un nuevo proyecto que lo devuelve a sus raíces analíticas sin clientes ni jefes. El emprendimiento se llama "Cassandra Unchained", un newsletter pago alojado en Substack y bautizado en honor a la sacerdotisa que veía el futuro sin que nadie le creyera. La plataforma le permite despojarse del sistema y vender lo único que, según él, conserva valor en este mercado: su mente.

El objetivo es preparar a inversores minoristas y profesionales para lo que define como "la gran purga" de 2026. Allí publicará informes sobre burbujas de activos, distorsiones macroeconómicas y oportunidades de valor profundo que emerjan tras el colapso que anticipa. La suscripción cuesta u$s379 anuales, una cifra alta frente a un blog, pero insignificante comparada con las comisiones tradicionales de un hedge fund.

El modelo le devuelve independencia absoluta. Ya no debe justificar por qué está corto en la empresa de moda o explicar a un directorio por qué ve un derrumbe cuando el mercado celebra máximos. En Cassandra, simplemente expone su tesis y deja que el lector decida.

Burry también quiere construir un registro permanente. Tras años de borrar tuits, en este espacio quedarán asentadas sus advertencias, análisis y predicciones. Sus primeros reportes no decepcionan: ataques frontales a la "exuberancia irracional" de los inversores, críticas a los modelos de crecimiento infinito y alertas sobre el estado real de la deuda estadounidense.

Cómo invertir en la mente de Burry desde Argentina

Para el inversor argentino, acercarse a Burry es más fácil ahora que cuando manejaba Scion. Antes, sólo millonarios calificados podían acceder a sus fondos. Hoy, su "activo" principal es su análisis, disponible para cualquiera que pueda suscribirse a Substack con tarjeta internacional o fintech habilitada para pagos en dólares.

La estrategia consiste en traducir su visión global al mercado local. Muchas recomendaciones de Burry se pueden replicar con CEDEARs. Si advierte sobre un desplome del sector tecnológico, el ahorrista argentino puede reducir posiciones en Nvidia, Microsoft o Palantir. Si sugiere refugios como el oro, se pueden comprar CEDEARs de Barrick o empresas mineras.

Para quienes operan afuera mediante brokers globales, las estrategias más complejas -opciones, shorts o small caps sin CEDEAR- también son posibles, aunque requieren mayor disciplina y capital.

Pero el punto central es otro: el timing de Burry no es inmediato. Él suele acertar temprano, incluso demasiado temprano, como ocurrió con las hipotecas en 2006. Por eso, su newsletter no debe leerse como un manual de trading, sino como una brújula macro para navegar un mercado que él considera al borde de un ajuste monumental.

En un país donde la volatilidad es parte del ADN financiero, tener acceso a la lectura de alguien que se especializa en detectar catástrofes económicas puede ser una ventaja estratégica. Pagar la suscripción quizá no sea "invertir" en el sentido clásico, pero bien puede ser un seguro intelectual en un mundo donde, según Burry, los próximos movimientos del mercado serán tan violentos como predecibles.

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