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Adicción a las redes sociales: ¿quiénes deben considerarse en esta categoría?

El abuso de este tipo de plataformas impacta directamente en la vida social y familiar de los afectados y puede provocar consecuencias en el día a día
05/09/2018 - 11:00hs
Adicción a las redes sociales: ¿quiénes deben considerarse en esta categoría?

Las redes sociales y los sistemas de mensajería son atractivos para los jóvenes porque su sistema de funcionamiento implica la respuesta rápida, las recompensas inmediatas y la interactividad. El uso, en principio, es positivo, siempre que no se dejen de lado el resto de las actividades propias de una vida normal -estudiar o trabajar, hacer deporte, practicar las aficiones, salir con los amigos o relacionarse con la familia-. Otra cosa es cuando el abuso de las redes sociales provoca alejamiento de la vida real, induce ansiedad, afecta a la autoestima y hace perder capacidad de autocontrol.

Las motivaciones de las personas para tener una cuenta en Twitter, Facebook o Instagram -por mencionar las redes más difundidas- son múltiples: ser visibles ante los demás, reafirmar la identidad ante el grupo, estar conectadas a los amigos o intercambiar fotos, vídeos o música. A su vez, WhatsApp puede facilitar la interacción porque es gratuito y a menudo no se desconecta por hábito -al mirar la hora, ya se sabe si una persona tiene avisos e incluso la entradilla de los mensajes- y porque permite controlar a los demás -si han leído el mensaje, si están en línea, a qué hora ha sido su última conexión-.

Sin embargo, hay una gran diferencia entre el uso y la adicción, que cada vez es más frecuente. El término de adicción a las redes sociales es controvertido porque no figura como tal, al menos hasta el momento, en las clasificaciones psiquiátricas. Sin embargo, más allá del mal uso, se puede hablar de adicción cuando su utilización supone una pérdida de control, una absorción a nivel mental y una alteración grave en el funcionamiento diario de la persona afectada. El adicto disfruta de los beneficios de la gratificación inmediata, pero no repara en las posibles consecuencias negativas a largo plazo. En consecuencia, el abuso de las redes sociales puede facilitar el aislamiento, el bajo rendimiento, el desinterés por otros temas e incluso los cambios de conducta -la irritabilidad, por ejemplo, así como el sedentarismo o las alteraciones del sueño.

La adicción acaba por consolidarse cuando se produce un uso abusivo descontrolado, aparecen síntomas de abstinencia (ansiedad, depresión, intranquilidad) ante la pérdida temporal de conexión, se establece la tolerancia (es decir, la necesidad creciente de aumentar el tiempo de conexión) y de ahí derivan consecuencias negativas para la vida cotidiana. En estos casos la persona muestra una necesidad constante de usar las redes sociales y se produce un flujo de transrealidad, como si el usuario estuviese en una realidad paralela. Es decir, surge un efecto bola de nieve, por lo que los problemas se extienden a todas los aspectos que rodean a la persona afectada -salud, familia, escuela/trabajo y relaciones sociales-.

De este modo, conectarse a las redes siempre que sea posible, meterse en Internet nada más levantarse y ser lo último que se hace antes de acostarse, así como reducir el tiempo de las tareas habituales, tales como comer, dormir, atender las obligaciones o charlar con la familia, configuran el perfil de un joven adicto a las redes sociales. Más que el número concreto de horas que la persona permanezca conectada, lo determinante es el grado de interferencia negativa en la vida cotidiana.

Es importante aclarar que hay personas más vulnerables que otras a las adicciones. Si bien las redes sociales están disponibles para el público en general, solo una pequeña parte presenta problemas de abuso. En concreto, los adolescentes constituyen un grupo de riesgo porque tienden a buscar sensaciones nuevas y son los que más se conectan a Internet. Además, el hecho de estar más familiarizados con la nueva tecnología y de que les resulte más sencillo su uso son elementos que los configuran dentro de los grupos más propensos a sufrir este tipo de trastornos.

En algunos casos hay ciertas características de personalidad o estados emocionales que aumentan su vulnerabilidad psicológica: la impulsividad, el malestar emocional, la intolerancia a los estímulos negativos, tanto físicos -dolores, insomnio o fatiga- como psíquicos -disgustos, preocupaciones o responsabilidades-, y la búsqueda exagerada de emociones fuertes.

Hay ocasiones, sin embargo, en que en la adicción a las redes sociales subyace un problema clínico previo. Timidez excesiva, baja autoestima, rechazo de la imagen corporal, depresión o hiperactividad, son algunos de los problemas precedentes que pueden contribuir a que una persona desarrolle este tipo de afección.

Por último, al margen de la vulnerabilidad psicológica previa, el abuso de las redes sociales puede provocar una pérdida de habilidades en el intercambio personal -la comunicación cara a cara se aprende practicando- y desembocar en una especie de analfabetismo relacional, así como facilitar la construcción de relaciones sociales ficticias.