Ver a una persona almorzando o paseando en solitario es algo muy frecuente, sobre todo en las grandes ciudades. En algunos casos esto es así por una elección, lo cual implica que es el individuo quien elige estar en esa situación. Hay otras personas que, por el contrario, preferirían estar acompañadas pero que si están solas es porque no tienen otra opción. Lo importante es poder conocer el por qué detrás de cada una de las situaciones mencionadas, ya que algunos casos pueden resultar particularmente perjudiciales para la persona. Así, mientras que para algunas personas la soledad es triste y es consecuencia de la depresión, la angustia u otro sentimiento negativo, para otras puede ser un factor positivo en su vida.

En este sentido cabe mencionar un estudio que llevaron adelante investigadores del Reino Unido y Estados Unidos, en la que buscaron averiguar qué impacto puede tener la soledad en la salud y cuándo puede ser perjudicial para la misma. Los científicos ahondaron en las profundidades de este sentimiento y descubrieron un elemento clave: cuando la soledad se clasifica en subtipos se duplica el número de personas que reconocen sufrirla. ¿Cuáles son esos subtipos? Según los investigadores que llevaron adelante el estudio el sentimiento en dos tipos: la soledad social, que se distingue por la falta de satisfacción en la cantidad de relaciones sociales, y la soledad emocional, que es la insatisfacción por la calidad de las relaciones humanas. A partir de esta división es posible pensar que la soledad emocional podría desencadenar una peor salud psicológica y, en consecuencia, física.

Es así que este estudio saca a relucir que la soledad podría ser un problema más severo que apenas un sentimiento de algunas personas. Sin embargo, esta no es una conclusión nueva para los científicos. Un estudio de 2016, publicado en la revista American Journal of Public Health, midió el impacto del aislamiento social, la soledad y la mortalidad para conocer las consecuencias de ser una persona solitaria. Los investigadores analizaron una muestra de casi 9.000 adultos finlandeses a lo largo de 17 años, y concluyeron que tenían pruebas sólidas para afirmar que el aislamiento del entorno estaba relacionado con la mortalidad. Los resultados implican que el riesgo de mortalidad existe a lo largo de un continuo, que afecta no solo a aquellos que experimentan un aislamiento social extremo, sino también a aquellos que sufren aislamiento de intensidad leve a moderada. Y cada vez hay más gente sola.

Por otro lado, en un análisis previo al mencionado, los mismos científicos vieron que el aislamiento social está asociado con un mayor riesgo de mortalidad temprana, independientemente del género y de la región del mundo que se estudie. De esa investigación se desprende un dato importante: las personas que se sienten más solas tienen menos de 65 años de edad. Según los datos extraídos, procedentes de 55.000 personas, el 40% de los jóvenes de 16 a 24 años dijeron que a menudo o muy a menudo se sentían solos, en comparación con el 27% de los mayores de 75 años.