CRISIS Y OPORTUNIDADES

Esta artesana arrancó con $500 y hoy tiene una fábrica con 60 empleados que exporta a cuatro países

Samanta Schnabel es fundadora y directora creativa de Salve Regina, marca argentina de regalos con valor emocional. Sus aciertos, aprendizajes y fracasos
Por Gonzalo Otálora
NEGOCIOS - 05 de Noviembre, 2023

Imaginá que trabajás en una empresa en relación de dependencia y no tenés horario de salida. Tenés dos hijas chicas y ganas de pasar tiempo con ellas. En eso, tu mamá te ofrece vender Santos de yeso para las iglesias sin tener experiencia, pero te dice la palabra mágica: "Podrías manejar tus tiempos". ¡Vaya decisión! ¿Qué hacés?

Dejar un trabajo estable para lanzarse a emprender requiere de audacia, Samanta Schnabel, de Salve Regina, es intrépida ante los desafíos y enfrenta la vida con decisión y valentía.

En esta entrevista la emprendedora relata su historia, los comienzos en el negocio y los errores más graves que cometió.

Hoy lidera una fábrica de regalos con valor emocional. Tiene 60 empleados, más de 1.500 distribuidores, un local, franquicias y ganas de seguir haciendo cosas.

"Trabajaba todo el día y me empezó a picar el bichito de tener tiempo para mí. La famosa mentira con la que entramos todos a emprender. En el medio, mi madre ofreciéndome vender santos de yeso para manejar mis tiempos. ¿¡Manejar mis tiempos!?", se preguntó Samanta.

En esa época, la emprendedora estaba muy bien económicamente. Su marido también trabajaba en una multinacional, pagaban juntos una hipoteca. Sin embargo, se lanzó a emprender.

Hoy Salve Regina tiene 60 empleados, más de 1.500 distribuidores, un local, franquicias y ganas de seguir creciendo

"El tema era que yo nunca había vendido y menos santos de yeso. Me arrepentí y lloré los dos primeros meses… hasta que un proveedor le empieza a vender medallas falladas a mi mamá. Cuando ella le reclama, el proveedor se desentiende. Mi mamá entró en pánico y a mí me agarraron las ganas de ayudar. Entonces, empecé a desarmar las cadenitas, y dije, fabriquemos nosotros", señala la creadora de la empresa de regalo con valor emocional.

De a poco se iba tejiendo el negocio "Salve Regina". "Me fui a Once con $500 y me compré un par de bolsas de cosas. Luego, agarré una pinza y empecé a fabricar. Hice unos rosarios, un gancho con medallitas colgando. Se lo mostré a una clienta de mi mamá y me dijo ¡Ay No qué horror!, cuenta. Pero, lejos de darse por vencida, siguió para adelante y continuó diseñando y fabricando…. A los cuatro meses ya habíamos triplicado la facturación", agrega orgullosa.

Primer error: crecer sin planificación

Al proveedor que se le vendía las medallas se le rompe la matriz, se enferma su esposa y cierra literalmente la cortina y la deja sin la materia prima con la que ella estaba trabajando. No podía hacer nada, son cosas que pueden pasar -explica- y no tenía Plan B.

"Recuerdo que los clientes nos insultaban literalmente y nos decían de todo. Llegué a tener 40 días de demora para entregar.  Y ahí está uno de los primeros errores de RR.HH. vos pasabas por la puerta de mi emprendimiento, mirabas con ganas y yo te decía vení a trabajar, sin preguntarte el nombre siquiera", manifiesta.

También apunta que "crecer sin planificación puede ser complicado y a la hora de contratar colaboradores eran "los conocidos de", me basaba en la confianza y no tanto en las habilidades necesarias para cubrir los requisitos de los puestos de trabajo".

El aprendizaje: contratar evaluando mejor las habilidades y los valores.

Salve regina fabrica y vende "regalos con valor emocional"

En el medio de toda esa situación, tenía unas vacaciones compradas de 10 días para viajar en un crucero porque su hermano se iba a casar. Entonces, Cerró, bajó la cortina y se fue. Fue un viaje de introspección. Samanta había tomado la decisión de dejar de ser artesana para convertirse en fabricante de todo el ciclo.

Regresó el 4 de enero a Buenos Aires, se bajó del barco y se fue directamente a comprar las cosas necesarias para empezar a fabricar.

Lección: muchas veces cuando uno está metido en un problema que no tiene solución, lo mejor es correrse, salirse, apagar todo y ponerse a pensar.

Nada fue fácil al principio. "Hasta poner la fábrica a punto nos llevó un tiempo de aprendizaje, de afrontar a la competencia y de invertir tiempo: "Fueron meses sin fines de semana, sin descanso y trabajar 24x7. Dependíamos 100% de nuestras decisiones", confirma.

Segundo error: querer estar en todas partes

Se le ocurrió la idea de instalar un local propio, como identidad de marca. Al poco tiempo abrieron más tiendas y después un empresario le ofertó poner una franquicia. En un momento, tenían 14 locales entre franquiciados y propios.

"En el 2015 instalamos varios locales propios y franquicias. Sin tener un plan, estructura ni equipo para esa expansión. Terminé armando los 14 locales yo y mi mano derecha. Obviamente descuidé la fábrica y principalmente mi salud", explica.

A continuación, la emprendedora detalla: "Terminé con un pico de presión de 20. Ahí me dijeron que bajara un cambio porque no iba a llegar al año que viene. Eso fue como replantearme todo, el negocio, mi vida. Fue como un antes y un después".

Empezó a bajar un cambio y a preguntarse qué quería y a dónde quería ir. 

El aprendizaje no se puede estar en todos lados. Cuando uno emprende tiene que cuidar la salud, tiene que hacer deportes, no se tiene que descuidar la familia. "Entendí que para crecer hay que delegar", admite

Tercer error: la dificultad para delegar

"Delegar fue lo que más me costó, principalmente el área de diseño, ya que desde el 2021 solo yo diseñaba los productos a fabricar. Claramente yo puse el techo. Hoy tengo un equipo de diseño que me acompaña y hacen cosas mejores", recuerda. 

El aprendizaje: para crecer hay que delegar.

Hoy Samanta Schnabel se siente feliz de emprender y de trabajar junto a sus hijas. ¿El gran secreto de su negocio? Es, sin duda, la pasión y el amor que le pone a Salve Regina.

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