Quién fue Joan Kroc, la "Santa Juana de los Arcos Dorados" que transformó la riqueza de McDonald's en ayuda social
A finales de los años 60, durante una lujosa fiesta en un yate en Fort Lauderdale para celebrar su quinto aniversario de casado, Ray Kroc —recién enriquecido tras sacar a bolsa su empresa— tomó una decisión drástica: dejar a su esposa Jane. El creador del imperio McDonald’s no quería seguir casado ni embarcarse en un crucero alrededor del mundo con ella. En cambio, decidió intentar reconquistar a Joan, una antigua amante con la que había intentado casarse años antes.
Kroc ordenó a su abogado ofrecerle a Jane un acuerdo rápido: 3 millones de dólares y una casa. Luego, abandonó la fiesta. Años más tarde, Joan se convertiría en su tercera esposa y heredera de su fortuna.
Tras la muerte de Ray en 1984, Joan Kroc destinó gran parte de su herencia a causas sociales. Su filantropía —abundante pero mayormente anónima— la llevó a donar miles de millones de dólares y la convirtió en una figura destacada del altruismo estadounidense, conocida como "Santa Juana de los Arcos Dorados".
El encuentro con Joan
Ray Kroc se enamoró perdidamente de Joan Smith, una pianista 26 años menor que él, mientras aún estaba casado. Ella también tenía esposo, Rowley, quien más tarde abrió una franquicia de McDonald’s, lo que le dio a Ray la excusa perfecta para visitarla frecuentemente.
Aunque su romance con Joan fue interrumpido tras un fallido intento de fuga a Las Vegas, Ray no la olvidó. Se divorció de su primera esposa, cortó lazos con los hermanos McDonald —comprándoles la empresa y todos sus derechos— y en 1963 se casó con Jane Dobbins Green. Sin embargo, nunca dejó de pensar en Joan.
Cinco años después, durante una fiesta a bordo de un yate, decidió dejar a Jane y buscar una nueva oportunidad con el gran amor de su vida.
Joan y Ray Kroc se casaron en 1969 en la lujosa residencia del empresario, el J&R Double Arch Ranch. Pero el matrimonio pronto mostró grietas. En 1971, Joan pidió el divorcio alegando violencia física y maltrato emocional, según documentos judiciales.
La prensa cubrió el caso, que describía "crueldad mental extrema". Sin embargo, la pareja se reconcilió en 1972 y el tema no volvió a abordarse públicamente.
Una vida para regalar
Ray Kroc murió a los 81 años en 1984. Se podría decir que fue entonces cuando realmente comenzó la vida de Joan Kroc. Tenía 55 años y era la única responsable de una de las grandes fortunas de Estados Unidos. Y su intención era deshacerse de ella.
Hay dos maneras de ver su filantropía: una es como un tributo a Ray, asegurando que su nombre fuera recordado, y otra es como una silenciosa venganza. Muchas de las causas que Joan apoyaba habrían horrorizado a Ray.
Le dio al Partido Demócrata la primera donación de u$s1 millón en su historia. Una de sus principales causas fue el desarme nuclear. En 1985 donó u$s6 millones para crear "un centro de investigación y docencia multidisciplinaria sobre las cuestiones cruciales de la paz, la justicia y la violencia en la sociedad contemporánea."
El Instituto Joan B. Kroc para Estudios Internacionales de la Paz en Notre Dame se creó, en parte, gracias a su donación de u$s69 millones.
Una filantropía sin nombre
Joan Kroc fue una filántropa pionera en temas sensibles para su época: financió hospicios, investigación sobre el sida y ayudó a niños con VIH marginados en las escuelas. También apoyó iniciativas culturales y científicas, como el trabajo del autor Norman Cousins sobre la conexión mente-salud.
Aunque llevaba un estilo de vida lujoso —viajaba en jet privado, compraba huevos Fabergé y hacía donaciones para evitar funciones de ópera—, gran parte de su filantropía la realizaba de forma anónima. En 1997, por ejemplo, donó u$s15 millones a víctimas de inundaciones, y solo se supo por la investigación de un periodista.
A diferencia de su esposo Ray, Joan nunca escribió memorias. Su historia se conoce principalmente gracias al libro Ray & Joan, de la periodista Lisa Napoli.
El último legado
Previo a que Joan Kroc muriera, en 2003, había donado 1.800 millones de dólares al Ejército de Salvación para construir centros recreativos en barrios vulnerables, y 220 millones a la radio pública NPR. No dejó fondos a la televisión pública: nunca respondieron sus llamados. Discreta hasta el final, su muerte apenas ocupó cinco párrafos en The New York Times.