Esta emprendedora convirtió su marca de calzado en un negocio que factura millones
En un rubro que ella misma define como fuertemente masculinizado, Natalia Corso, fundadora y CEO de Morín Calzados, asegura ser la única mujer en Argentina que lidera toda la cadena: diseña, fabrica y comercializa zapatos con marca propia. Con un diferencial claro -su propuesta de talles inclusivos que va del 35 al 43-, hoy proyecta facturar $1.200 millones y consolidar la expansión de la marca tanto en el país como en Chile.
"Siempre tuve claro que quería una fábrica. Desde mi paso por Paruolo, cuando viajé a Europa por primera vez, supe que este era el mundo en el que quería quedarme", contó Corso en diálogo exclusivo con iProfesional.
El recorrido de Corso comenzó en 2010, tras formarse en Diseño de Indumentaria en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA) y trabajar en empresas como Paruolo y otras fábricas de gran escala. Allí aprendió el oficio y construyó vínculos con proveedores que más tarde serían clave para su emprendimiento. "Los mismos proveedores me decían: el día que tengas tu fábrica, contá conmigo", recuerda.
Su primera experiencia independiente, sin embargo, no fue la de Morín. Antes montó una planta que producía para terceros. El resultado no fue el esperado: terminó muy endeudada y debió cerrar. "Fue durísimo, pero también lo que me hizo entender que si volvía a intentarlo iba a ser con mi propia marca y con el foco en construir algo mío", admite.
La maternidad fue el impulso final para animarse a emprender. Mientras esperaba a su primera hija, tomó la decisión de independizarse: "Quería organizar mis tiempos, no depender de nadie y poder criar a mi hija. No sabía cómo iba a hacerlo, pero sabía que era el momento".
En 2015 lanzó oficialmente Morín Calzados, aunque los primeros pasos los dio desde su casa. Con muestras en la mano y el respaldo de algunos clientes que confiaban en su trabajo, comenzó a producir en pequeña escala. La marca creció gracias al boca en boca: madres del colegio y vecinas que hacían cola en su living los sábados para probarse los zapatos. Ese contacto directo con las clientas fue decisivo: "Aprendí muchísimo de ver los pies de cada mujer, de escuchar sus necesidades. Eso me llevó a pensar en talles inclusivos, algo que nadie estaba ofreciendo", explicó.
El diferencial inclusivo y una fábrica de calzados distinta
La propuesta de talles extendidos surgió durante la pandemia. Corso empezó a recibir mensajes de mujeres que calzaban 42 o 43 y nunca habían podido comprar zapatos en el país. Decidió encarar el desafío. "Fue un trabajo artesanal: durante seis meses ajustamos hormas y plantillas con clientas que se probaban los modelos y me daban feedback por videollamada hasta lograr el calce perfecto", recuerda.
Así nació la propuesta de talles inclusivos, que hoy representa el 30% de sus ventas. "Hay clientas que compran 10 o 15 pares de golpe porque nunca antes habían tenido esa posibilidad", detalla.
La fábrica de Morín, ubicada en Lomas del Mirador, se diferencia también por su estética y cultura. Pintada íntegramente de rosa, está pensada para ser "un lugar lindo para trabajar", con un equipo de once personas donde la mayoría son mujeres. "Quiero que todos se sientan parte de un proyecto con nombre y apellido de mujer, en una industria que siempre fue de varones", enfatiza.
Actualmente, producen 9.600 pares al año, con un fuerte énfasis en comodidad, diseño y calidad. "El ADN de Morín es que el zapato sea femenino pero cómodo. No sirve que sea lindo si duele al caminar", resume Corso.
Tras dejar atrás la experiencia fallida de fabricar para terceros, Corso apostó todo a su propia marca. Esa decisión hoy rinde frutos: Corso proyecta cerrar el año con una facturación cercana a $1.200 millones, un salto exponencial si se compara con los $200 millones de 2023.
El crecimiento está impulsado tanto por el e-commerce como por la tienda física inaugurada en el complejo comercial Leloir Plaza, en Parque Leloir (Ituzaingó). "La clienta que prueba un zapato mío ya no cambia más. En un rubro donde la recompra promedio es del 15%, nosotros llegamos al 37%, según datos de Tienda Nube. Ese número es mi mejor carta de presentación frente a bancos e inversores", resalta.
La internacionalización es otro paso clave. Morín ya desembarcó en Chile, con ventas online y presencia en la plataforma de Falabella. "Validamos el producto y el precio, y ahora estamos trabajando en escalar. Es un proyecto a cinco años", anticipa. Además, recibe consultas desde Uruguay y Estados Unidos, aunque esos mercados aún no están en desarrollo.
Corso advierte que el aumento del 167% en las importaciones de calzado "pone en jaque a toda la industria nacional, sobre todo a las pymes chicas que no tienen espalda". Aun así, confía en que su estrategia de construir comunidad es el diferencial que la sostiene. "Hoy las personas quieren sentirse parte de una marca, como quien es hincha de un club de fútbol. Ese vínculo es lo que garantiza que elijan Morín más allá del precio", afirma.
De todas maneras, para este año prevé diversificar la oferta con una línea de indumentaria y accesorios en cuero, con la idea de consolidar a Morín como una marca de estilo de vida.
El camino de Corso no fue fácil. Fue una de las pocas mujeres que logró abrirse paso en un sector históricamente masculinizado y lo hizo sin renunciar a la esencia que la inspiró desde el inicio: crear zapatos funcionales, estéticos y accesibles. Con Morín Calzados impulsó la innovación en talles inclusivos, respondiendo a una demanda que el mercado ignoraba. "Me interesa más seguir siendo los mejores que ser los más grandes", concluye.