La ambiciosa apuesta de las grandes cerveceras del país para asegurarse la "malta del futuro"
Mientras la cosecha de cebada avanza en el centro del país y el sector proyecta unas 5,3 millones de toneladas, las dos cerveceras más importantes de la Argentina aceleran su integración con el campo. Quilmes lanzó dos nuevas variedades propias que comenzarán a reemplazar parte de la genética que domina hoy la superficie bonaerense. Y CCU, dueña de marcas como Heineken e Imperial, profundiza un modelo de agricultura certificada y regenerativa de la mano de productores de Rosario y Bahía Blanca.
La cebada dejó de ser solo un insumo agrícola, y es hoy un eje estratégico del negocio cervecero. Allí se define la calidad de la malta y buena parte de la trazabilidad y sustentabilidad exigida por los mercados internacionales. Por eso las grandes compañías migran del rol de compradoras al de protagonistas del sistema productivo.
Quilmes: dos nuevas variedades que llegan tras 12 años de investigación
Unas 1.200.000 toneladas de cebada pasan cada año por la cadena de la Cervecería y Maltería Quilmes. La firma trabaja con 1.200 productores, exporta más de la mitad de su producción y sus variedades ocupan el 65% de la superficie bonaerense destinada al cultivo. En ese contexto, el anuncio de dos nuevas variedades marca un punto de inflexión.
Durante su tradicional Día de Campo en Tres Arroyos, la compañía presentó Malkia y Florence, resultado de 12 años de investigación y una inversión de 6 millones de dólares en su centro de desarrollo genético. Es la continuidad de un programa que ya lleva 51 años y más de 20 variedades lanzadas.
"No solo tenemos objetivos agronómicos, sino también de calidad, porque vamos de la semilla a la botella. Ninguno de los dos se negocia", explicó Alejandra Gribaldo, directora del centro de investigación.
Las nuevas variedades no surgen para convivir con las anteriores, sino para reemplazarlas. Malkia será la sucesora natural de Andreia, luego de 14 años en el campo, por su mayor estabilidad en ambientes restrictivos, mejor calibre y sanidad. Florence apunta a ambientes de alto potencial, donde busca jubilar a Montoya, lanzada hace ocho años. En ensayos, Florence mostró un potencial de 12.000 kilos por hectárea, mientras que Malkia alcanzó los 10.000 kilos aun bajo estrés hídrico o térmico.
"Buscamos que Florence vaya a los ambientes de alto potencial, donde pueda expresar su rendimiento y calibre, y Malkia a los ambientes más restrictivos", explicó Nicolás Pascual, del mismo centro de investigación.
Quilmes avanza con un modelo de contratos integrados, en los que vende semilla certificada a los productores con los que trabaja y compra toda su producción. Con la semilla entrega un manual agronómico que define fechas de siembra, densidades y manejo. Ese sistema le permitió consolidar unas 300.000 hectáreas con genética propia y garantizar la pureza varietal que luego exige el proceso industrial.
CCU: agricultura sostenible y trazabilidad certificada
CCU eligió otro camino. En lugar de desarrollar genética propia, decidió apuntalar un esquema de agricultura certificada, con foco en trazabilidad, impacto ambiental y estándares internacionales. Junto a Boortmalt, su principal aliado en abastecimiento, trabaja con productores de Rosario y Bahía Blanca bajo el estándar FSA 3.0, promovido por la plataforma SAI.
El resultado se vio en el Día de Campo realizado en la planta de Punta Alvear, donde se evaluaron 21 parcelas con distintos tratamientos y variedades. Hoy, el 38% de la malta que utiliza CCU ya es certificada y la empresa proyecta llegar al 50% para 2030.
"El cuidado de nuestro planeta empieza por entender el impacto de cada etapa de nuestra cadena de valor", afirmó Juan Pablo Barrale, gerente de Asuntos Corporativos y Sustentabilidad de CCU Argentina. "Dimos un paso concreto dentro de nuestras metas 2030: producir responsablemente y asegurar un abastecimiento certificado", agregó.
Del lado de Boortmalt, la mirada es complementaria. "La calidad de la cerveza se define en el campo", sostuvo Agustín Zaffora, Quality & Innovation Manager. "La certificación y las prácticas responsables nos permiten garantizar una materia prima de menor impacto ambiental y alineada a los estándares que promovemos".
La apuesta tiene impacto directo en la calidad final, ya que la cervecería de CCU en Luján fue seleccionada por Heineken Global como una de las cinco mejores del mundo entre más de 80 plantas evaluadas.
La agricultura regenerativa, el modo de producción de las grandes compañías
La agricultura regenerativa es un nuevo modo de producir materias primas que busca maximizar rendimientos reduciendo impactos. Su objetivo es mejorar activamente la salud del suelo, aumentar la biodiversidad, fortalecer los ciclos biológicos y elevar la resiliencia de los sistemas productivos frente a sequías, heladas o eventos extremos. Incluye prácticas como rotaciones más amplias, uso eficiente de fertilizantes, siembra directa bien manejada, cultivos de servicio, manejo integrado de plagas y una menor dependencia de insumos externos.
Las grandes compañías alimentarias y de bebidas están migrando hacia estos esquemas por tres razones. Primero, porque los consumidores, sobre todo en mercados de exportación, exigen trazabilidad y productos obtenidos con baja huella ambiental. Segundo, porque la estabilidad del suministro depende cada vez más de sistemas agrícolas capaces de soportar la variabilidad climática, algo que solo es posible con suelos sanos y cultivos más resilientes. Y tercero, porque los reguladores, especialmente en la Unión Europea, avanzan hacia normas que premian la sostenibilidad y penalizan la degradación.
En ese marco, la agricultura regenerativa se convirtió en una herramienta estratégica para las compañías que necesitan garantizar abastecimiento a largo plazo. No se trata solo de un diferencial comercial, sino de una forma de proteger la base productiva que sostiene al negocio. Para la industria cervecera, que depende de cebada de alta calidad, la regeneración de suelos y el manejo responsable del agua son determinantes para asegurar calibre, proteína y estabilidad industrial.
Dos caminos distintos, un mismo fenómeno: la cervecería se vuelve agro
Las estrategias de Quilmes y CCU muestran dos modelos diferentes pero convergentes. Uno centrado en la genética y el control varietal, otro basado en certificaciones, sostenibilidad y trazabilidad. Ambos requieren un trabajo estrecho con productores, inversión de largo plazo y una visión agroindustrial integrada.
La industria cervecera argentina ocupa hoy el décimo lugar en el ranking de complejos exportadores y es uno de los que más creció en los últimos años, impulsado por envíos de malta a Brasil, Perú, Colombia y Chile. Sin cebada de calidad, ese crecimiento sería imposible.
Un cultivo que avanza con buenas perspectivas
Mientras tanto, la campaña avanza con señales positivas. El 78% del cultivo inició ya su fase de llenado de grano y el 3% llegó a madurez fisiológica. Aunque hubo daños puntuales por heladas, enfermedades foliares y anegamientos, los núcleos cebaderos del sur bonaerense muestran muy buena condición y rindes esperados por encima de la media.
La proyección nacional, según datos de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, se mantiene en 5,3 millones de toneladas, una cifra que permite sostener la demanda de la industria y afianzar los planes de largo plazo de ambas compañías.