Diciembre con expensas al límite: la mora se estanca arriba y los edificios sienten el impacto
La tensión financiera que atraviesan los hogares volvió a colocar a las expensas, los impuestos y los servicios en una misma canasta de problemas urgentes. En un escenario donde muchas familias ya no pueden cubrir todo en tiempo y forma, el sistema de cobranzas extrabancarias empezó a moverse para ofrecer algo que hasta hace poco sonaba improbable: financiar facturas con tarjeta de crédito.
Empresas del sector avanzan en acuerdos con bancos para habilitar pagos en cuotas en puntos de cobranza físicos. La lógica es que cuanto más se estira el presupuesto doméstico, más necesario se vuelve un mecanismo para evitar que los atrasos se multipliquen.
Según operadores del mercado, el uso de plásticos para regularizar deudas podría convertirse en una válvula de escape para hogares con ingresos corridos por la inflación y los aumentos de tarifas.
Expensas en rojo: la morosidad crece
En paralelo, la morosidad crece. Los consorcios de la Ciudad detectan que un número creciente de propietarios e inquilinos se atrasa en el pago de las expensas. En algunos barrios, el porcentaje supera el 17 por ciento. Los juicios por deudas avanzan y el efecto se replica en servicios y hasta en cuotas de créditos personales. La cadena de pagos minorista está bajo presión.
En este contexto, el financiamiento aparece como un puente provisorio para evitar cortes, reclamos o la caída de servicios esenciales dentro de los edificios. Pero los especialistas advierten que no resuelve el problema de fondo.
Martín Eliçagaray, consultor en tecnología aplicada a la propiedad horizontal y fundador de Simple Solutions, señala que el sistema está en su punto más delicado de la última década. "Los hogares están llegando a un techo. Las expensas ya no compiten con el ocio o con compras extraordinarias, compiten con el alquiler, con el supermercado y con los medicamentos. La economía doméstica se ordena en modo supervivencia".
El ajuste no viene solo por la inflación general
Ese desfasaje impacta de inmediato en la convivencia: reuniones de consorcio más tensas, desacuerdos por reparaciones y discusiones sobre cómo priorizar gastos. En muchos edificios, la falta de pago compromete tareas básicas como limpieza, mantenimiento de ascensores o seguridad nocturna.
Eliçagaray marca que el ajuste no viene solo por la inflación general. La quita gradual de subsidios en servicios de luz, agua y gas golpea directo en los gastos comunes. "Lo que antes quedaba amortiguado por el esquema tarifario ahora aparece sin anestesia. Y un consorcio sin margen se vuelve un espacio frágil".
Frente a este escenario, la eficiencia deja de ser un concepto aspiracional y se convierte en un recurso de supervivencia. Sensores, luces LED, automatización de bombas y calderas permiten bajar consumos sin resignar funcionamiento. Según el especialista, estas inversiones se amortizan rápido y alivian la presión mensual.
Otra tendencia es revisar la estructura de servicios. En algunos casos, tercerizar limpieza o vigilancia termina siendo más barato que mantener personal propio, siempre con controles estrictos y contratos transparentes.
El riesgo, dice Eliçagaray, es la inercia. "Lo más caro para un consorcio es no decidir. Cuando nadie mira consumos, presupuestos o proveedores, todo sube. Administrar un edificio no es hacer cuentas sueltas: es gestionar un activo colectivo en un momento donde cada peso cuenta".
Mientras tanto, el "pagar en cuotas" se instala como un atajo para atravesar la coyuntura. No es la solución, pero es el mecanismo que permite que muchos hogares ganen tiempo en un país donde el calendario de vencimientos corre más rápido que los ingresos.