Una Pyme inventó un gallinero móvil para tener huevos frescos en casa y es furor: cuánto cuesta
La búsqueda de alimentos de calidad, autosustento y producción consciente impulsa una tendencia que crece en todo el país y abre nuevas oportunidades de negocio. Ya sea en el campo o en patios de casas urbanas, cada vez más familias crían gallinas en libertad y recolectan sus propios huevos. Detrás de esta tendencia, que creció con fuerza después de la pandemia, aparece Metalúrgica Don Demetrio, la empresa de Carlos Casares que, bajo el liderazgo de Luis Gómez Llambi, diseña y fabrica gallineros móviles tanto para productores como para el uso hogareño, un segmento que no para de expandirse.
Aunque hoy sus gallineros o refugios móviles llegan a todo el país, la historia de este emprendimiento no empezó en la avicultura. Gómez Llambi es contador y durante años ejerció la profesión en Buenos Aires. "A mí me gustan mucho los números, pero no sentía la profesión. Liquidar impuestos, que la gente venga a decirte que no tiene plata y al otro día comprarse una camioneta cero kilómetro… no me cerraba", recuerda.
Tras una etapa personal intensa y el quiebre con su socio contable, terminó involucrándose de lleno en una pequeña fábrica metalúrgica que había comprado años antes como inversión: Don Demetrio, dedicada originalmente a bisagras, torniquetas y herrajes rurales. "Dije: es la oportunidad. Me estaba alejando de la profesión por algo que no sentía y acá había algo para construir".
Pero ese "algo" todavía no tenía gallinas. El primer viraje fue hacia la ganadería, con comederos para vacas y terneros. El punto de inflexión llegó alrededor de 2015, casi por azar, cuando el productor e influencer agropecuario Santiago Debernardi le encargó un comedero, pero para gallinas. "Me dijo: haceme ese comedero chiquito. Yo no sabía ni cómo se escribía gallina", se ríe. El desafío técnico encendió una chispa que ya no se apagaría.
El segundo disparador surgió tras alquilar un campo lindero a una escuela, donde no podía fumigar y, por lo tanto, se vio obligado a buscar alternativas productivas. Así llegó a la ganadería regenerativa y al pastoreo racional, de la mano del ingeniero Bruno Vasquetto. "Ahí entendí que todo radica en los descansos que uno le da a la tierra. La parcela tiene que reposar hasta el punto óptimo y recién ahí volver a usarla", explica.
En ese esquema, la gallina cumple un rol central. "No hay mejor fertilizante en el mundo que el guano de la gallina", afirma sin rodeos. De esa lógica fue que entonces creó el gallinero móvil: una estructura metálica con ruedas o patines que se desplaza periódicamente sobre el terreno.
"El animal está suelto, no está en jaula ni en galpón cerrado. La tierra se regenera y el ser humano trabaja en un ambiente más natural, interactuando con los animales y comiendo un alimento de extrema calidad. Eso es el triple impacto", resume Gómez Llambi. La referencia no es abstracta: la calidad del huevo es visible. "La clara de un huevo pastoril es como una gelatina, tiene espesor. Abrís un huevo común y es agua".
Si bien el sistema nació pensado para productores, pronto apareció una demanda inesperada desde las ciudades: familias urbanas o periurbanas que ya habían dado el primer paso con una huerta y ahora querían avanzar hacia los huevos propios. "Hay algo muy fuerte en lo educativo y en lo humano. El chico que va a buscar el huevo entiende de dónde sale la comida. Y el adulto vuelve a conectarse con algo simple", señala.
Hoy, los gallineros superaron ampliamente al rubro histórico de la metalúrgica. "Estamos vendiendo más gallineros que el producto que hace 20 años fabricamos", reconoce Gómez Llambi. La empresa produce entre 10 y 15 unidades mensuales y tiene entregas comprometidas hasta febrero.
Cuando se le pregunta si el negocio es rentable, evita las cifras, pero asegura con convicción que el negocio es lindo. "Pero mi ganancia es que un nene de siete años le explique al padre cómo funciona el gallinero. Que le muestre dónde duerme la gallina y dónde pone el huevo. Ahí te das cuenta de que algo está cambiando".
Cómo funcionan los gallineros móviles y qué se necesita para tener uno en casa
A diferencia del gallinero fijo tradicional, el modelo que desarrolla Metalúrgica Don Demetrio es móvil. La estructura funciona como un refugio: allí las gallinas duermen y ponen los huevos, pero durante el día salen a pastorear dentro de un perímetro cercado. Ese cerco, generalmente eléctrico, cumple una doble función: mantiene a las aves dentro del área asignada y las protege de depredadores.
El movimiento es clave. Cada algunos días, el gallinero y el cerco se trasladan a otro sector del terreno. De ese modo, las gallinas fertilizan el suelo de manera natural, controlan insectos y ayudan a regenerar el pasto, que luego vuelve a crecer con más fuerza.
Para uso hogareño, la empresa ofrece dos modelos. El gallinero Hogareño I, pensado para entre tres y seis gallinas, mide aproximadamente 1 x 1,20 metros y es suficiente para cubrir el consumo de huevos de una familia tipo. El Hogareño II amplía la capacidad hasta unas diez gallinas y resulta ideal para quienes quieren compartir la producción con vecinos o familiares.
Ambos modelos incluyen nidos, perchas y comederos, vienen desarmados para facilitar el envío a cualquier punto del país y se arman fácilmente. Además, incorporan una cinta transportadora que simplifica la recolección y mantiene los huevos más limpios. La movilidad permite que las gallinas estén siempre sobre pasto fresco, algo que impacta directamente en la calidad del huevo: con claras más firmes, yemas intensas y un perfil nutricional superior al del huevo industrial. "La diferencia se nota a simple vista cuando lo abrís. El huevo colorado no es mejor que el blanco. El color depende de la genética de la gallina, no de la calidad. Lo que importa es si es pastoril o no", explica, con tono didáctico Gómez Llambi.
¿Qué se necesita para tener uno? Principalmente, un patio o jardín con tierra natural. No es un sistema pensado para balcones o terrazas, ya que la intervención sobre el suelo es parte esencial del proceso. También se requiere un espacio mínimo para colocar el cerco perimetral y moverlo periódicamente. El manejo diario es simple y no demanda esfuerzo físico: alimentar a las gallinas, recolectar los huevos y desplazar el refugio cada ciertos días.
"El refugio móvil es muy buscado por las familias para que los chicos se concienticen sobre el agua, la comida y el valor de ir a buscar su propio alimento", dice Gómez Llambi. También aparecen historias con impacto social. "Una nena con discapacidad empezó a vender huevos en su pueblo. Le compran todos. Hay algo ahí de lo humano, de lo simple, que es impresionante".
Un gallinero móvil cuesta desde 500.000 pesos
En cuanto a precios, los gallineros hogareños parten desde los $500.000. Ese valor incluye el refugio completo y el asesoramiento básico para comenzar. Los modelos comerciales, orientados a producciones de mayor escala, van desde aproximadamente $2,7 millones para 100 gallinas hasta estructuras de mayor capacidad que superan los $6 millones, según tamaño y equipamiento.
Metalúrgica Don Demetrio también ofrece los accesorios necesarios para completar el sistema: redes eléctricas, bebederos, comederos y otros elementos que facilitan el manejo. La producción se realiza en Carlos Casares, con envíos a todo el país y plazos que rondan los 15 a 20 días para los modelos hogareños.
Detrás del hierro y la ingeniería, el proyecto tiene un trasfondo más amplio. "Esto es bienestar animal, suelo fértil, huevos de calidad y personas más conectadas con lo que hacen", define Gómez Llambi. En tiempos de huertas urbanas, búsqueda de autosustento y alimentos de calidad, el gallinero móvil dejó de ser una rareza rural para convertirse en una alternativa concreta para muchas familias argentinas.