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Asambleísmo policial, síntoma de la crisis para un gobierno con internas y versiones conspirativas

Kicillof debe enfrentar el gesto de insubordinación en coincidencia con la crisis de las tomas de terrenos. Cristina Kirchner se alinea con su protegido
09/09/2020 - 16:03hs
Asambleísmo policial, síntoma de la crisis para un gobierno con internas y versiones conspirativas

Si algo le faltaba al país para exhibir un subdesarrollo africano era el estado de asamblea en el corazón de la inseguridad en la provincia de Buenos Aires: la falta de colaboración o huelga de la policía, organismo que -se supone- debe atenuar o disipar uno de los mayores azotes que reconoce la sociedad. Y al reclamo por mayores ingresos, se le añadieron otras complicaciones inesperadas. Por ejemplo, el gobernador Axel Kicillof advirtió por "una mano negra" política que acompañaba la protesta policial que el fin de semana pasado amaneció como una reivindicación salarial y, luego, además de propagarse por todo el distrito, amenaza convertirse en un reguero de demandas en todo el resto de la nación. En menos de 72 horas, se alumbró un inesperado estado de asamblea que hasta debe haber confundido a los delincuentes. Por el momento.

Con un facilismo característico, en forma casi unánime se recordó el ataque psicótico que confesó haber padecido Eduardo Duhalde cuando, en su oficio de oráculo, pronosticó el advenimiento de un golpe de Estado en la Argentina. Hace 15 días apenas. Nadie, por lo tanto, quiere creer en las casualidades. Mas fantasías se pueden imaginar cuando trascienda que el ex Presidente se fue el sábado pasado a Punta del Este en el avión de un banquero cuyo desarrollo empresario estuvo siempre ligado al Grupo Clarín. Una tentación, entonces, asociar la "mano negra" a ese alejamiento en la costa uruguaya, podrían escribirse libros sobre conspiraciones. Obvio: Kicillof no aludía al personaje ni al viaje la naturaleza de su declaración de la mano negra. Por más de una razón.

Primero, debido a que en su último encuentro -un mes, aproximadamente atrás- el gobernador le había prometido a Duhalde algún tipo de colaboración para el Movimiento Productivo que se sostiene con ayudas oficiales sin importar el origen de los gobiernos (también hay escasas asistencias privadas). En ese plano, vía el asesor Torello, la Administración Macri fue módica, igual que algunos gremios, pero suficiente. En cambio, Kicilloff no pudo garantizarle otro pedido: la apertura de una canilla para que el ex mandatario pudiera disponer de un avión y recorriese el país, como un vendedor de un tónico capilar, para explicar la conveniencia de un acuerdo económico-social con la participación de todas las provincias y la bendición papal. Por entonces, Duhalde ya se había mudado de domicilio, se fue a un departamento de la calle Ramón Falcón en la Capital. Su esposa Chiche, y parte de su familia, compartieron la decisión: mejor lejos para evitar que, entre tantos movimientos, pudiera llevar el virus a su casa. Es una versión, plausible.

Después de sus declaraciones sobre el golpe de Estado, y el atajo explicativo sobre un instante de cierta demencia -recordar que también suena plausible, ya que Facundo Manes lo trata desde hace años por esos disturbios en la cabeza-, Chiche lo albergó de nuevo en la casa del country al tiempo que ella renunciaba a la Comisión del Hambre que integraba con Tinelli, la esposa de Noble (Grupo Clarin) y la más admirada de las mujeres con las cuales Alberto Fernández se ha rodeado: Vilma Ibarra. No duró el paradero original de Duhalde. Intimidades aparte, decidió volar a Punta del Este, donde le prestaron un departamento, tiene algunos amigos refugiados y jugará a las cartas, pasión que comparte con Mauricio Macri, aunque uno se ejercita en el póker y el otro con el bridge. No podrá, aunque lo deseaba, entrevistar al Presidente Lacalle Pou: el uruguayo intenta evitar que se sumen nuevos e innecesarios conflictos con su colega argentino a pesar de que ambos hablan seguido y en buenos términos.

La protesta policial, epicentro de la crisis del gobierno
La protesta policial, epicentro de la crisis del gobierno

El factor Berni

Si se despeja lo de Duhalde como hacedor de la "mano negra", quedan otras observaciones para el asambleísmo de la policía bonaerense en demanda de mayores recursos para su subsistencia. Nadie cree que la oposición, sea el radicalismo o el PRO, dispongan de influencia para socavar la estabilidad de la provincia, siempre y cuando se admita cierta penetración política en la protesta, lo cual resulta bastante dudoso debido a que los ingresos de los agentes son menores a los que perciben ciertos planeros que no trabajan (38 mil contra 40 mil) y en muchos casos son obligados a realizar adicionales, por las cuales les pagan 40 pesos la hora. Ni policía doméstica.

Esa realidad y cierta confrontación de pobres contra pobres fue advertida por el gobernador: reconoció un incremento salarial a discutir justo cuando Alberto Fernández había publicitado un plan de seguridad (más patrulleros, más equipamiento, envío de gendarmes, sector hoy también con reclamos). Sin embargo, se hizo ardua, poco silenciosa y perentoria la negociación, el epicentro inclusive se puede desplazar al interior y a otros rubros (los judiciales prometen "desconectarse" este jueves), mientras la Policía Federal como la Gendarmería se abstuvieron de cubrir ausencias eventuales de sus colegas bonaerenses.

Resulta claro que el nudo político del conflicto a resolver pasa por un personaje, Sergio Berni, única estrella del oficialismo que ha crecido en los últimos meses. Ahora le toca explicar el asambleísmo policial que lo afecta, fenómeno no habitual, peligroso, y del cual parece el máximo responsable. Como es un hombre que disfruta de la verticalidad por su carrera militar, suele remitirse a la Vicepresidente Cristina, casi autónomo de otras referencias. De ahí que parezca un objetivo político, al margen de la realidad económica que atraviesa el sector policial.

Junto a este proceso que pocos habían previsto, soterrado, se acopla el drama de las tomas de tierras, las diferencias entre funcionarios (entre Berni y la ministra Frederic, de cambiante opinión al respecto) y las denuncias del médico-militar cuestionado sobre las prebendas y negocios de los grupos sociales que impulsan las tomas. Hasta la cínica distinción semántica que el filólogo Grabois realizó sobre el tema: no hay que confundir, dijo, entre ocupaciones y usurpaciones. No son lo mismo, afirmo.

La justicia también ha participado de este enjuague: al principio dudó entre reconocer o no legalidad a los okupas, más bien los consideraba inquilinos para no ser expulsados y, por último, terminó ordenando el desalojo de unas hectáreas en Guernica que algún propietario había destinado para construir un barrio privado. Nadie sabe quién se hará cargo de ese lanzamiento.

Sergio Berni,blanco de las críticas, mantiene el verticalismo con Cristina Kirchner
Sergio Berni,blanco de las críticas, mantiene el verticalismo con Cristina Kirchner

Cristina se despega de las tomas

Importa consignar dos hechos complementarios o fundamentales a esta crisis. Cristina de Kirchner, en claro intento por afirmar el poder de Kicillof en Buenos Aires, instruyó para que no haya más tomas de tierras en la provincia, en opuesto disenso a muchos que la rodean y a quienes empujaban las confiscaciones como si fuera un mandato de ella.

Se quitó ese sayo Cristina, privilegió el "orden" -casi copiando al general cuando enfrento a sus disolventes en los 70- en lugar del silencio ambiguo que hasta ese momento manifestaba. Como si hubiera advertido, junto con muchos intendentes, que los episodios de expropiación apuntaban contra su propia jefatura en la provincia.

Ahora tampoco debe querer sumar a esa situación el descalabro policial que retumba sobre Berni, su otro hombre de confianza en el distrito que más le importa. Justo el funcionario que, a través de cierta excentricidad y disponibilidad en medios de comunicación, planteó ante encargados municipales y público en general que lo respetaba a Alberto Fernández como Presidente, pero que él obedecía en exclusividad a Cristina (se le pueden añadir connotaciones y tonos a estas manifestaciones). De acuerdo a esos pronunciamientos, una sola es la centralidad, lo demás es periférico. Hoy, sin embargo, como toda su línea troncal, está touché, nominado. Aunque su carta astral, quizás sea renacer de las cenizas, como dice el Presidente que le aseguraron a su destino.