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Un arranque en falso: por qué Feletti no puede replicar la "fórmula Moreno" para contener precios

El flamante secretario de Comercio dejó en evidencia la debilidad política del Gobierno y la dificultad para hacer funcionar viejas recetas regulatorias
22/10/2021 - 06:37hs
Un arranque en falso: por qué Feletti no puede replicar la "fórmula Moreno" para contener precios

"Lo que sorprende y me duele como argentino es no haber podido apelar a la racionalidad". La cara y el tono de Roberto Feletti eran un canto a la impotencia, al admitir en televisión el fracaso de su iniciativa para acordar con los empresarios un congelamiento de precios.

"No estamos diciendo que queremos que pierdan plata, ni que les rompemos su plan de negocios, ni que los vamos a estatizar", aclaraba el funcionario, visiblemente abatido, pero que igualmente ratificó su fe en "poder encauzar la puja distributiva en un acuerdo social".

Lo cierto es que, en menos de dos semanas, Feletti ha llegado a sintetizar como nadie la debilidad política, los problemas y contradicciones que sufre el Gobierno. Ingresó con el ímpetu regulador que en otros tiempos exhibió el recordado Guillermo Moreno, pero rápidamente dejó en evidencia la diferencia del contexto político actual con el de los años en que el kirchnerismo exhibía un crecimiento a "tasas chinas".

Para empezar, Feletti no pudo ocultar la fisura interna de la coalición, que implica que parte del Gobierno descrea de su avanzada contra los empresarios. Acaso la señal más elocuente haya sido el "ninguneo" que le dedicó el ministro de Economía, Martín Guzmán, que se tomó 11 días antes de recibirlo, un espacio insólitamente largo si se considera que la inflación es el principal problema económico y social del Gobierno.

Un arranque sin fuerza política

Es probable que Guzmán tenga bien presente las críticas que Feletti le dedicó durante los últimos dos años. Sin llegar a la descalificación explícita de otros connotados kirchneristas -como la diputada Fernanda Vallejos- Feletti había marcado, en columnas de opinión y declaraciones periodísticas, serias diferencias con el rumbo económico.

Ya tempranamente pidió una administración de los dólares que impidiera que las reservas se filtraran hacia importaciones "suntuarias". Además, pidió una política de mano dura para mantener bajo control al dólar paralelo y recordó que en la City porteña todos se conocen y que el Banco Central tenía herramientas para reprimir las operaciones "especulativas".

Pero, sobre todo, Feletti fue uno de los que miraron con desconfianza la vocación fiscalista de Guzmán que llevaron a un casi equilibrio de las cuentas, sobrecumpliendo la meta fijada en el presupuesto.

A medida que los días pasaban y la reunión entre Feletti y Guzmán no se producía, inevitablemente se agrandaban los rumores en el ambiente empresario respecto del respaldo político que tenía el flamante secretario de Comercio. Finalmente llegó la esperada reunión, para cumplir con la formalidad de la foto y declaraciones "de cassette" sobre la necesidad de coordinar acciones.

Pero las dudas no se terminan de despejar. A fin de cuentas, Guzmán sigue tratando de enviar señales al mercado en el sentido de que se mantendrá la cautela con la expansión monetaria, y además el último reporte fiscal marca que en el acumulado del año el déficit es de "apenas" 1,9% del PBI, toda una herejía para los partidarios del impulso keynesiano a la economía.

A diferencia de Guzmán, Feletti decidió dar su primer paso con una acusación tácita de que la inflación está ocasionada en la ambición empresarial. Sus declaraciones en el sentido de que era necesario "discutir en serio sobre márgenes de rentabilidad" reflejaban el pedido de Cristina Kirchner en el sentido de que el Gobierno debía impedir que el crecimiento económico sea palpable en el consumo en vez de que "se lo queden cuatro vivos".

Pero Feletti se encontró rápidamente con su mayor dificultad: las mismas frases que antes metían miedo, ahora reciben una ola de respuestas; las mismas herramientas que antes podían tener una efectividad de corto plazo, hoy encuentran dificultad hasta para llegar a implementarse de manera visible. Y las amenazas se vuelven un boomerang.

El propio Guillermo Moreno, que presuntamente es el inspirador de la regulación extrema en materia de precios, dio un pronóstico sombrío para la gestión de Feletti: "Si se ocupa de los precios el mercado va a ser desabastecido. La realidad es que con la inflación como venís, incluso al alza, lo que te va a pasar es que sólo vas a perder las elecciones", dijo el siempre controvertido ex funcionario. Que no solamente criticó la utilidad de congelar 1.400 productos, sino que también puso en duda la posibilidad de aplicar medidas para garantizar el abastecimiento.

Moreno dejó además una definición con la que coinciden, por lo bajo, economistas de todas las tendencias: el insumo más escaso de este momento es el dólar, y no habrá posibilidades de estabilizar la economía si no se resuelven los problemas del frente externo.

Guillermo Moreno, ex secretario de comercio, advirtió que el plan de Feletti terminará en una crisis de desabastecimiento
Guillermo Moreno, ex secretario de comercio, advirtió que el plan de Feletti terminará en una crisis de desabastecimiento

Los empresarios aplican la fórmula Feletti al revés

Si ese era el tenor de las críticas de Moreno, qué no podía esperarse de parte de empresarios y economistas. El duro comunicado de la agremiación de industriales alimenticios (Copal) implica desde el vamos un rechazo a todas las convicciones que Feletti representa. Señala que los precios no son fijados por 50 grandes empresas sino por 14.500 pymes, que los márgenes de rentabilidad están en declive, al punto que hay sectores que están cerca de operar a pérdida, que además la inflación de alimentos está evolucionando por debajo del promedio del IPC. Y que, en todo caso, lo que generaba la inflación no era la ambición empresaria sino la financiación monetaria del déficit público.

Es algo que siempre los empresarios pensaron, pero que pocas veces se habían animado a reflejar de manera tan explícita ante un funcionario que recién inauguraba su cargo.

Ciertamente, esa actitud de negativa a la negociación no era la que mostraban ante Moreno en los días en que forjó su leyenda de "duro". Ironías de la historia: en aquellos tiempos Feletti elogiaba a Moreno por su celo en el tope a los precios y en la consecución de divisas, pero lo criticaba porque sus políticas derrumbaban los niveles de inversión.

Hoy, la inversión se ubica en un 15% anual, muy por debajo del 24% al que se había alcanzado en los mejores días de la gestión Kirchner. Y las perspectivas no son buenas: un informe del Instituto de Economía de la Universidad Austral señala que el Índice de Precios de Activos Productivos -un indicador que anticipa seis meses la evolución de la inversión- marca una contracción de 5,3% interanual.

Lo cierto es que todos los economistas destacan que las regulaciones son, precisamente, las que ralentizan el desembolso de inversiones productivas. Es decir, todo lo opuesto a lo que pregona Feletti, para quien el objetivo es que, ante un aumento de la demanda, los empresarios "no respondan con aumentos de precios sino con un mayor volumen de producción".

El argumento del funcionario es que, con una capacidad ociosa de más de 30% en la industria, todavía hay margen para incrementar la producción sin que ello implique una complicación para los planes empresariales. Pero claro, del otro lado del mostrador las cosas no se ven igual.

Un informe de la Fundación Mediterránea destaca que no hay evidencia empírica de que las ganancias empresarias sean fuente de inflación. Y compara el promedio de ganancias brutas de las compañías líderes del Merval (15,1%) frente a las brasileñas que cotizan en la bolsa paulista (21,6%). A pesar de una mayor ganancia, la inflación brasileña es un quinto de la argentina.

Observa, además, que en Brasil la valuación de una empresa es su ganancia multiplicada por 7,2, pero que en Argentina esa relación es de apenas 1,8 veces. Y atribuye esa diferencia al contexto político que deteriora el clima de negocios: "falta de previsibilidad, riesgo país elevado, desaliento en las expectativas".

Además, anticipa que el congelamiento de precios tendrá el efecto absolutamente opuesto al que pretende Feletti: en vez de incrementar los volúmenes de producción, se empezará a sufrir la escasez.

"Al reprimirse las fluctuaciones de los precios a través de los controles, se amplifican los ajustes por cantidades. Es lo que habrá de ocurrir de persistir el gobierno con los últimos anuncios vinculados al congelamiento de precios de un amplio listado de productos, y lo muestran experiencias de años anteriores. Esto se vio claro en el caso de la energía, cuando al fijarse tarifas debajo de los costos, se incentivaba una mayor demanda y, en forma simultánea, se desalentaba la oferta y la inversión", señala un análisis de Jorge Vasconcelos.

Los economistas ya pronostican una ola inflacionaria para el verano, y adivierten por el riesgo del día posterior al período de congelamiento
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El fantasma del día 91

Pero aun con todas esas críticas, lo que los empresarios comentan es que lo mejor que le puede pasar a Feletti es que, en definitiva, el congelamiento de precios quede limitado a una medida menor y de aplicación parcial. Porque, si se llegara a aplicar con el alcance al que aspira el funcionario, el gran riesgo es la consabida explosión del día 91.

De hecho, ya antes de la llegada de Feletti y del inesperado 3,5% de la inflación de septiembre, los economistas estaban proyectando un verano caliente, con meses de inflación en torno a 4%.

Con pocas señales de apoyo interno, sin diálogo con los empresarios y con un panorama político complicado, Feletti sufre al recordar el bienio 2010-2011 en el que ejerció como viceministro de Amado Boudou. En aquellos tiempos el crecimiento del PBI fue de 10% y 6%, respectivamente, la inflación promediaba el 23% anual y el salario se recomponía a toda velocidad en medio de un boom consumista.

Pero en este nuevo contexto, las viejas recetas no dan los mismos resultados. Mientras las nuevas proyecciones de inflación ya apuntan a un 60% para el año próximo, Feletti todavía no se terminó de acomodar en el sillón y ya se expone a un desgaste político en cámara acelerada.