ESCALADA MILITAR

Golpe al petróleo venezolano: la estrategia de Trump para sacar a Maduro

La Casa Blanca redefine su estrategia en Venezuela, entre presión militar, petróleo y encuestas, mientras Trump busca una salida rápida sin costo político
Por iProfesional
POLÍTICA - 22 de Diciembre, 2025

En Washington crecen las preguntas sobre el verdadero alcance y el eventual desenlace de la ofensiva impulsada por Donald Trump en el Caribe. Bajo el argumento de combatir el narcotráfico y desarticular el supuesto Cartel de los Soles, el foco volvió a colocarse sobre Venezuela y sobre el gobierno de Nicolás Maduro, en un país atravesado por una profunda crisis política, pero que concentra las mayores reservas de petróleo del mundo.

La duda central no es solo cómo continuará la estrategia, sino cuándo el presidente estadounidense intentará ponerle un punto final. La posibilidad de una retirada ordenada ya aparece en el debate público, incluso entre figuras que acompañaron la política dura contra el chavismo en el pasado.

"Me parece concebible que, en un mes, o dos meses, el presidente (…) declare la victoria alegando que el narcotráfico marítimo ha disminuido drásticamente", afirmó Elliot Abrams, enviado especial de Trump para Venezuela, en el podcast School of War. Sin embargo, lanzó una advertencia clave: "Si Maduro sobrevive y Trump se retira, será una derrota".

La exigencia de Trump a Maduro y los límites de una escalada mayor

Trump conoce ese riesgo y por eso evitó rodeos al referirse a Nicolás Maduro. "Él sabe exactamente lo que quiero. Él lo sabe mejor que nadie", sostuvo en una entrevista reciente con NBC News. Pese a que no explicitó condiciones, el mensaje apunta a una exigencia básica: la salida del líder chavista, preferentemente hacia el exilio.

El escenario posterior quedaría abierto. La continuidad o no del proyecto bolivariano y el rol de las empresas estadounidenses en el negocio petrolero aparecen como fichas de negociación, amén de la presencia limitada que ya tiene Chevron en el país caribeño con aval de Caracas y Washington.

Un objetivo más ambicioso —el colapso total del chavismo— implicaría una intervención militar de mayor escala. Ese camino, sin embargo, choca con un límite político interno: Trump no estaría dispuesto a asumir el costo político y humano de eventuales bajas propias, ni a justificar ante su electorado una guerra prolongada en la región.

Una estrategia en transformación

Desde el despliegue naval frente a las costas venezolanas en septiembre, la narrativa oficial fue cambiando. Primero, la Casa Blanca puso el acento en el combate al narcotráfico y atribuyó a Maduro el liderazgo de una red criminal cuya existencia es discutida por especialistas.

Hubo ataques a embarcaciones rápidas en el Caribe, sin pruebas públicas concluyentes, y reportes periodísticos que hablan de más de cien muertos. La ONU llegó a advertir sobre posibles ejecuciones extrajudiciales.

Luego aparecieron amenazas de acciones terrestres que nunca se concretaron y se extendieron acusaciones a Colombia y a su presidente, Gustavo Petro. Sin embargo, los señalamientos no alcanzaron a Ecuador, pese a que por el puerto de Guayaquil sale gran parte de la droga que llega a Estados Unidos.

Especialistas coinciden en que Venezuela no es un corredor central del narcotráfico regional y que buena parte de las rutas que la atraviesan tienen como destino final Europa. Tampoco el fentanilo —otra obsesión de Trump— tiene allí su origen.

"El Cartel de los Soles", según analistas, funciona más como una red de intereses incrustada en sectores del Estado y de las Fuerzas Armadas, alimentada por corrupción, petróleo y minería. "Es una red criminal que se distribuye en bloques de intereses y economías criminales, principalmente en partes del gobierno venezolano", explicó Steve Dudley, de Insight Crime.

El petróleo vuelve al centro

En los últimos días, la ofensiva dio un giro más claro. Washington avanzó sobre el frente financiero con la incautación de buques petroleros sancionados, golpeando una de las principales fuentes de ingresos del chavismo. Pero Trump fue más allá y elevó el tono con una declaración explosiva: "Recuerden que nos quitaron todos nuestros derechos energéticos. Nos quitaron todo nuestro petróleo… Lo queremos de vuelta".

La afirmación reavivó una vieja herida histórica. La industria petrolera venezolana fue nacionalizada en 1976 y reforzada bajo Hugo Chávez en 2007, cuando obligó a las multinacionales a asociarse con PDVSA o abandonar el país. El discurso de Trump alimentó así la narrativa del oficialismo venezolano, que acusa a Estados Unidos de buscar el control del crudo.

El reloj electoral y la presión interna

El problema para Trump es el tiempo. Aunque insiste en que no descarta un ataque frontal —"No lo descarto", dijo—, el calendario político se impone. En 2026 habrá elecciones legislativas y buena parte del Partido Republicano rechaza una nueva guerra en el exterior.

Las encuestas reflejan ese clima. Según Quinnipiac, el 63% de los estadounidenses se opone a una acción militar en Venezuela y más de la mitad rechaza los ataques a supuestas lanchas narco. Además, la imagen presidencial muestra desgaste, incluso entre votantes del movimiento MAGA.

Trump sabe que no puede sostener indefinidamente una presencia militar costosa y poco popular. Necesita un resultado rápido que pueda mostrar como triunfo. La salida de Maduro aparece como esa carta, aunque su impacto real sobre la democracia venezolana siga siendo una incógnita en un tablero dominado por intereses energéticos y cálculos electorales.

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