Yoshitaka Sakurada está al cargo de la ciberseguridad nacional en Japón. Esste funcionario nacional, de 68 años, sumió al país más tecnificado del mundo en la estupefacción durante la sesión parlamentaria del miércoles.

"Desde que tenía 25 años he hecho negocios por mi cuenta y he dado instrucciones a mis empleados y secretarias, así que nunca he tenido que utilizar una computadora", respondió a preguntas de la oposición.

Tampoco pareció familiarizado con los USB cuando le preguntaron por la protección de las centrales nucleares. Los USB nunca se usan, aclaró, y los parlamentarios entendieron que no sabía de qué hablaba.

Masato Imai, diputado de la oposición, subrayó la obviedad: cómo Japón puede confiar la protección de sus redes a quien no usa computadoras. Sakurada salió como pudo: las políticas, aclaró, son decididas por un amplio número de expertos de su oficina y está convencido de su eficiencia.

La indignación saltó en las redes. "¿No te da vergüenza?", preguntaba uno. Otro aludía a las paradójicas ventajas: los piratas que busquen información del ministro se irán vacíos. "Es la seguridad más potente", señalaba un usuario.

Las mayores amenazas a la seguridad nacional no llegan hoy de las guerras tradicionales sino de los ataques cibernéticos. Corea del Norte cuenta con un solvente ejército de piratas que ha entrado en multinacionales estadounidenses y bancos surcoreanos.

"Las probabilidades de que ciberataques provoquen graves daños económicos son cada día mas grandes", había alertado en julio Yoshihide Suga, portavoz gubernamental. Japón está revisando sus leyes de ciberseguridad para proteger los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y la tarea recae sobre Sakurada.

Sus intervenciones generaron risas nerviosas en el Parlamento. La sesión, además, fue emitida en directo por la televisión. El Gobierno ya está planteándose su relevo para evitar más bochornos, según el diario Asahi Shimbun.

El primer ministro, Shinzo Abe, lo eligió un mes atrás para encargarse de la ciberseguridad y de los Juegos Olímpicos. En ambos ha mostrado conocimientos gaseosos. En una rueda de prensa reciente admitió que desconocía si el ministro de deportes norcoreano atendería una inminente reunión en Tokio, lo que violaría la ley nacional.

Habría que reconocerle la honestidad: admite alegremente su ignorancia en lugar de aturdir a la audiencia con discursos vacuos y meandrosos. "No lo sé" es su respuesta habitual y suele culpar a la oposición de no pasarle las preguntas por adelantado.

Se le puede achacar falta de exactitud: respondió "1.500 yenes", unos 10 euros, cuando le preguntaron cuánto costaría el evento deportivo, en lugar de los 150 mil millones de yenes.