iProfesionaliProfesional

Carlos Rottemberg, dueño de 16 salas de teatro: "No puedo ser capitalista en el éxito y socialista en los fracasos"

Antes de lanzar la temporada teatral en Mar del Plata, el empresario dialogó con IProfesional sobre política, economía y negocios
21/12/2022 - 19:19hs
Carlos Rottemberg, dueño de 16 salas de teatro: "No puedo ser capitalista en el éxito y socialista en los fracasos"

En las redacciones decidir quién será el próximo entrevistado suele ser relativamente sencillo. Concretar la entrevista, no. Algunos personajes no contestan, otras solo aceptan según el medio que convoca, están las que responden que sí pero luego aducen problemas de agenda o no responden más. Nada de esto ocurre cuando se contacta a Carlos Rottemberg. El empresario dueño de 9010 butacas y 16 salas de teatro, el productor teatral más conocido y reconocido de la Argentina, el responsable de poner en marcha más de mil obras entre ellas éxitos como "Salsa Criolla", "Brujas" y "Toc, Toc" y que durante años fue el productor de los almuerzos de Mirtha Legrand, responde apenas se le envía el mensaje.

Acepta la entrevista sin indagar de qué medio se trata "porque hablo con todos sin importar si es una radio zonal o una publicación internacional", da alternativas de horario e incluso ofrece realizar la nota en feriado.

Pero falta algo más. El día pautado para el encuentro tiene un gesto que asombra por lo amable o por lo humano. Le avisa a esta cronista que el ascensor no funciona y que si llegar hasta su oficina en un cuarto piso -donde se pautó la entrevista- resulta complicado, no hay problema en realizarla en otro lugar. Empresario prestigioso y respetado, ciudadano participativo, fija postura en temas incómodos y no le teme al debate ni a las diferencias porque como el mismo explica "con buena gente voy a donde sea. Con gente que argumente, aunque pensemos diferente, mientras el planteo sea honesto y consecuente con lo que uno hizo".

-¿Cuál es el balance del año que se va?

-A partir de abril los datos fríos muestran que volvió la audiencia tanto para el teatro como para los espectáculos musicales. En el teatro hasta noviembre se mantuvo con parámetros similares a la prepandemia y en la música estuvo por arriba. No solo en Buenos Aires, también en las plazas en distintas provincias

-¿Es un "veranito" o creen que es una situación que perdurará?

-Creo que se va a estabilizar. En el caso del teatro no volvimos a una época de oro sino a la época prepandémica. No tengo por qué suponer que tenga que bajar. Este piso del 2022 da mayor energía para el 2023. Sostengo que la mejor manera de saber si se produce más o menos es ir por los espacios. Si están completos quiere decir que se está produciendo mucho. Hoy están completos y en todas las plazas, de hecho, está costando conseguir fechas para teatros de gira en capitales grandes.

-¿A qué lo atribuís en medio de un contexto inflacionario?

-Hay dos argentinas, yo no vivo en Disney. Hay un país por debajo de la línea de pobreza que sin duda no tiene satisfechas sus necesidades básicas y hay otra que puede consumir. Esa accede a las salidas que incluye lo gastronómico. Después de la pandemia y las restricciones parecía lógico que la gente volviera a salir, pero ya pasaron muchos meses y los buenos parámetros de audiencia se mantienen. Hay una vuelta a la salida y el espectáculo en vivo, las artes escénicas son las elegidas. Me gusta repetir un dato duro: la Argentina es el único país del mundo que tiene más espacios escénicos que pantallas de cine. No hablo de las doscientas salas de Buenos Aires, no existe ningún pueblo o ciudad argentino que no cuente con su grupo de programa independiente y un lugar ya sea público o privado para las puestas. Es una marca argentina.

En cuanto a parámetros estamos en números similares a los del 2019 entre teatro y música se vendieron 6 millones de boletos en un país con 47 millones de habitantes, una proporción que supera a muchos países incluso con mejor situación económica.

-Las experiencias de streaming, ¿afectaron la actividad teatral?

-La tecnología no puede con el teatro. Por definición una actividad artesanal que solo se produce en una comunión entre el artista y el público, estando en el mismo lugar y en forma directa. Ir al teatro es como para el futbolero ir a la cancha cuando se podría quedar en su casa viendo el partido. Como teatrista defiendo el lugar que ocupa y por eso no se cae el teatro.

-En medio de costos que se disparan, ¿cómo proyectás el próximo año?

-En el 2023 cumplo 48 años de empresario teatral. En más de 1.000 estrenos pasé por el plan Bonex. Pasé por el corralito. Todavía lo recuerdo fue el 30 de noviembre de 2001 inauguraba un teatro y el ministro Cavallo decretaba el corralito. Pasé por temporadas de apagones. Pasé la hiperinflación. La última temporada de Mirtha Legrand la produje en el año 1989 con la obra Potiche. El 23 de diciembre de ese año subimos siete veces el precio de las entradas en trece horas. En 1987 produje con Olmedo, El negro no puede que vendió 118 mil entradas y fue récord para al año siguiente con Éramos tan pobres funcionar a media máquina y finalizar con su lamentable muerte. Pasé por amenazas de bombas en los teatros y también dejaron volantes en el edificio donde vivía donde amenazaban con volarme el departamento por trabajar con artistas "subversivos" como Mercedes Sosa, Luis Brandoni y Marikena Monti. Pasé la dictadura. Por eso siempre me preocupé por entender que esta es una profesión -que elegí como vocación- que transito siempre desde el silencio.

-¿Los afecta la inestabilidad cambiaria? ¿Se precisa un dólar teatro?

-Como presidente de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (Aadet), gestioné el dólar cultural que se conoció como el dólar Coldplay, la divisa para pagarle a los artistas con el dólar oficial más el impuesto país. Tuvimos que hacerla porque nos encontramos que la gente de la música no podía girar dinero y trabajaban prácticamente de fiado.

En el caso del teatro no puedo ser injusto y desde que empecé se mantienen casi las mismas reglas. Hay que tener en cuenta que trabajamos para un público nacional con artistas nacionales. Una obra extranjera puede tener la participación de su autor de cuatro, seis puntos, pero el 94% restante es argentino. Ahora estoy con la producción del musical Matilda y la parte extranjera solo son los derechos de la obra.

Sería mentiroso decir que nos cambiaron las reglas, de hecho, tenemos el mismo convenio de trabajo desde 1973. Lo que sí nos cambia es que si la economía está mejor o peor puede ir más o menos gente a ver espectáculos. Esa es la regla importante.

Según Carlos Rottemberg, "la tecnología no puede con el teatro"

-¿Por qué la actividad teatral está exenta de impuestos?

-Es una historia compleja pero que vale la pena contar. En 1958 para ensanchar la avenida Corrientes se demolieron teatros y hubo una gran protesta de actores. El gobierno saca la ley 14.800 que en caso de demolición de un edificio teatral, el propietario debe construir otro. Los empresarios teatrales hacen juicio de expropiación inversa al Estado y entonces el Estado propone: los dejo con la única actividad privada que no puede disponer de su inmueble si no vuelve a hacer lo mismo pero los eximo de impuestos. Por eso, cuando a mí me recriminan "pero ustedes no pagan nada" les respondo "por favor, paguemos todo así me van a liberar y podré disponer de mi propiedad".

-Siempre mantuviste una postura muy independiente con el Estado. No te asociaste en producciones, jamás pediste subsidios ni aceptaste créditos blandos.

-Nunca hice nada con ningún gobierno. Es una de las cosas que más satisfacción me da después de más de cuatro décadas haciendo lo mismo. Estoy viejo para que me dicten moral. Sobre todo, unos que se dan vuelta: en un momento son capitalistas y pasan de repente a ser socialistas cuando necesitan estatizar deudas o directamente transferirle al erario público el costo de algo que no supieron o no pudieron hacer. Si me gusta ser capitalista en el éxito no me quiero convertir en socialista en el fracaso. Comprendo mucho más al planero por necesidad que al planero de guante blanco. Está lleno de los últimos, de esos que señalan con el dedo y de manera prolija a los que no son planeros de guante blanco.

No me gusta agredir ni que me agredan, pero no me pidan que no tenga una posición tomada ante ciertas evidencias. Solo se trata de no hacerle al otro lo que no quiero que me hagan a mí. Un día el productor Horacio Levin me dijo una frase que le decía su padre "hay que ser honesto porque hay que serlo, pero además es un buen negocio". Yo creo en eso.

En el gobierno de Macri me ofrecieron comprar entradas para los jubilados a través del Pami. Nos juntamos y se las regalé. No le vendo al Estado. Vino Alejandro Dolina necesitaba trasmitir desde un teatro cuando me dijo que era para Radio Nacional. Le dije: 'hacelo pero no le cobro'.

-¿Por qué mantenés esta postura?

-Porque entiendo que el Estado tiene otras necesidades, están demasiado insatisfechos determinados sectores para recibir algo que incluso me correspondería. Pero quiero mantenerme independiente en serio. No discuto los modelos de gestión mixta, pero yo no lo hago. A veces me autocritico por ser tan extremo en este punto, por ejemplo, la no aceptar un crédito muy blando del Banco Nación para hacer el Multiteatro. Fui a una reunión y salí, pero lo hice con una entidad privada terminé endeudado en dólares. Sin embargo, mantuve mi independencia. Es una postura que me da mucha tranquilidad.

Dejé de hacer muy buenos negocios por ser "caballo con anteojeras". En el 2011 abandoné el mejor negocio de mi vida que fue "Almorzando con Mirtha Legrand". Cuando el programa luego de 21 años pasó de ser de interés general para a mi gusto ser de interés proselitista me fui. Vivo más tranquilo así.

Para Carlos Rottemberg, "la grieta es sencillísima: es entre honestos y deshonestos"

-¿Te asusta la diferencia de pensamiento?

-No. Argumentar, disentir es algo hermoso. Con Brandoni pensamos distinto en tantas cosas y sin embargo trabajamos y somos amigos hace 44 años. Para mí la grieta es sencillísima: es entre honestos y deshonestos. Hace más de 20 años firmo los contratos poniendo un dedo sobre un papel en blanco. No tengo un contrato con nadie. Confío en la palabra como primer gesto de garantía. Así con el valor de la palabra y en 48 años solo recibí una carta documento. Si alguna vez tuve alguna duda con respecto a la palabra siempre tercié a favor del que no tenía dudas. Soy anticonflicto. Creo en la calidad humana, trabajo con seres humanos cómo no voy a dialogar.

-Sos de los empresarios que quieren que les cierren los números, pero no sobre el cuello de las personas que trabajan con ellos.

-Es un tema de educación. Soy de la escuela de "basta de empresarios ricos con empresas pobres". No tengo casa en Punta del Este ni departamento en Miami. Vení a encontrarme un yate o una cuenta negra. Sigo pasando mis vacaciones en la quinta de mis viejos en el barrio El Trébol. No critico al que tenga el yate, pero no tengo esa necesidad. Mi inversión estuvo dada en los ladrillos teatrales.

Vengo de una familia donde veía llorar a mi abuela porque no le habían pagado a mi abuelo su sueldo de sereno en la curtiembre. Cuando viviste eso ¿sabés qué diferente es la relación humana? Cuando lo mamaste, andá a decirle a alguien que no cobre el día 30. No es que soy más bueno, lo viví, estuve de ese lado. Si le pasó eso a mis abuelos ¿se lo voy a hacer a mi acomodador?

-En tiempos de pandemia fuiste uno de los primeros empresarios que preservó las fuentes laborales pese a sus pérdidas económicas.

-En aquel momento marzo de 2020, leí un artículo del periodista Carlos Burgueño en el diario Ámbito que reproducía una conferencia que Víctor Küppers, un doctor en humanidades, donde decía: "La pandemia un día va a pasar y la clase empresarial tiene que pensar desde ahora cómo la piensa transitar y cómo quiere ser recordada después de la pandemia". Gracias a esa nota tuve claro cómo quería que me recordaran: con dignidad. A las 24 horas escribí un mail -que luego trascendió- donde le transmití que tenían que preocuparse solo por la salud, pero no por sus salarios. Les aseguré que, aunque no éramos una multinacional contábamos con el suficiente activo como para desprendernos de alguno sin que los sueldos de la gente -aún estando cerrados- se vieran afectados.

Viví la pandemia asustado por la salud de todos, pero sin ninguna duda. Si después de la pandemia en lugar de 16 teatros me quedaba con 14, no me importaba. Necesitaba seguir caminando por la calle tranquilo. No hizo falta, alcanzó. No pasa por lo que tengo, el activo nuestro es la gente. Mis dos jefas de acomodadores cumplen 45 años conmigo, el apoderado de Mar del Plata también, esos son los activos de mi empresa. Sarita, mi secretaria, 45 años juntos. Es la mujer que más me duró en mi vida.

-Entre los centenares de estrenos que llevás ¿cuántos se convirtieron en éxito?

-Unos diez se convirtieron en lo que en la jerga se llaman tanques. Treinta por ciento fueron éxitos, otros veinte anduvieron bien, un cuarenta entre regular y empate y un diez fueron un desastre. El secreto es apostar si funciona seguís porque los éxitos solventan los fracasos. Con un éxito producís varios fracasos. El fracaso está acotado en costos y el éxito es prolongado. Y si te toca un tanque podés producir una decena de fracasos.

-Muchos argentinos piensan que viven el peor país del mundo, pero vos asegurás que somos geniales ¿por qué?

-No puedo creer que gente a la que le ha ido bien despotrique contra la Argentina. Tuve la posibilidad de viajar y cada vez que vuelvo con todo lo mal que hacemos y tenemos en contra sigo siendo la antítesis de creer que somos un mal país.  Muchos argentinos creen que nuestros gobiernos son los peores, que los problemas son siempre los argentinos. No niego que nos pasen cosas malas, pero soy de los que creen que si algo hay que cambiar hay que hacerlo desde adentro.

Suelo decirle a los artistas o empresarios colegas que cuando el éxito se nos sube a la cabeza es porque estás a borde del fracaso. No me gustan aquellos que hicieron una carrera económica acá y con lo ganado en la Argentina cruzan el charco para hablar mal y entre otras cosas, pagar menos impuestos. Creo que tenemos un enorme defecto de seguir con el cliché que acá estamos los peores. Yo no creo eso.

-¿Seguís sosteniendo que "la grieta es un negocio"?

-Sí, como le dije hace diez años a Luis Novaresio, para mí la grieta es un negocio, sobre todo para la comunicación.  Si alguien quiere una demostración práctica pongan blanco sobre negro cuáles fueron los mejores contratos, horas de aire, notoriedad, crecimiento del ego y todo lo demás y quiénes se quedaron en el camino. Si alguien quiere discutirlo acá estoy. La grieta es un negocio también para cierta política que necesita de ese otro para retroalimentarse. No son los planeros de guante blanco a los que me referí antes, pero son más o menos lo mismo.

Temas relacionados