Desde hace varios años, en sintonía con la
tendencia mundial, más bodegas en la
Argentina se plegaron al discurso de la “
desmaderización” de los
vinos.De algún modo, se le fue dando una
vuelta de página al concepto acuñado hace un tiempo como la “
Parkerización” de la
industria.Es decir, un
cambio respecto de los
preceptos que imponía la
crítica internacional, de elaborar ejemplares super
concentrados y con
largas crianzas en
barricas de roble nuevas.Se abrió paso así a una
nueva era: más bodegas, del Viejo y Nuevo Mundo, comenzaron a intentar
salirse de las
tendencias que dominaban los
concursos y los
puntajes y se inició un camino de
“vuelta a las raíces”.Esto es,
privilegiar elaboraciones menos
intervencionistas y con más foco en el
lugar que en la
variedad.Y esta nueva tendencia, por supuesto, incluyó una
paulatina “
desmaderización” de los vinos.La
Argentina no escapó de esta movida. Por el contrario, enólogos como
Alberto Antonini, desde Altos Las Hormigas, fue uno de los expertos que más bregó por una
vitivinicultura más
sensible y menos “
commoditizada” por el uso y abuso de la madera.Entre los enólogos de la nueva generación se puede mencionar a
Sebastián Zuccardi quien, al frente del nuevo emprendimiento Piedra Infinita, en Valle de Uco, apunta a elaborar
vinos de alta gama a partir de una
utilización más racional de la
madera.Disminuir el
nivel de tostado, incrementar la
proporción de
barricas de
segundo o
tercer uso o apelar a
barricas más
grandes, para disminuir así el nivel de vino que está en contacto con la madera, son algunas de las
prácticas que han venido
ganando más
lugar en esta
industria.A esta tendencia se suma un
factor extra: el
alto costo que tienen las
barricas, en un contexto en que son muchas las
empresas que atraviesan un delicado
momento financiero.No es para menos, teniendo en cuenta que cada barrica francesa –puesta en la Argentina- puede rondar los
900 euros, mientras que una de
roble americano cuesta cerca de
u$s500.En este marco, resultaría entendible que en
2015 cayera la
importación de
barricas.Según datos de la consultora Abeceb brindados a
iProfesional, el año pasado se realizaron importaciones de barricas de roble para crianza por
u$s2,7 millones, lo que implicó una
fuerte caída del 20% respecto de los niveles período previo, cuando se habían alcanzado los casi
u$s3,4 millones.En volúmenes, también hubo una
caída pero más tenue,
menor al 10%, de la mano de embarques equivalentes a
215 toneladas de barricas (ver cuadro).
Sin embargo, el arranque del año se movió en
dirección completamente opuesta: según datos de la consultora, en el primer trimestre de 2016 ingresaron
barricas por u$s1,2 millones, un
60% más que en igual lapso del año pasado.En
volúmenes, el salto también fue evidente: las compras al exterior treparon hasta las
86 toneladas, lo que representó un
salto del 65% respecto de las 52 registradas entre enero y marzo de 2015.
A la hora de buscar las razones por las cuales las importaciones de barricas se dispararon en un contexto en el que el discurso de la industria va por el lado de “
desmaderizar” los
vinos, Javier Merino, director de la consultora Area del Vino, afirmó que “este salto obedece a que el año pasado hubo
grandes problemas para
ingresar insumos del exterior”.El experto hizo así referencia a las ya
eliminadas Declaraciones Juradas de Importación (DJAI) y a los
cupos de divisas que impuso el
Banco Central para el giro de divisas, factores que se convirtieron en
grandes trabas para las bodegas pero también para otros rubros de la economía, como
automotrices.Así, lo que sucedió en este arranque del año, según Merino, es que habría una
demanda de barricas que estaba
muy frenada por las trabas administrativas y que
se activaron con el
cambio de Gobierno.Además, consideró que “efectivamente hay una tendencia hacia la
desmaderización de los vinos, pero que
no es tan violenta y
veloz como muchos pronosticaban. Es una tendencia que
se irá dando de manera suave y
paulatina”.Esto obedece a que las bodegas que más rápido se están adaptando al cambio de criterios son establecimientos más
pequeños o
boutique, con una participación menor en cuanto a volúmenes.Mientras que los
establecimientos más grandes y que representan e grueso de la producción, suelen ser más lentos a la hora de adaptarse a las
nuevas tendencias.
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