Tinamú: la fórmula de un vino ícono que demuestra que... no hay fórmulas

En un mundo en el que más enólogos reniegan de las "recetas intocables", bodega Viña Las Perdices recorre el camino inverso con su vino tope de gama. Y le funciona
Por Juan Diego Wasilevsky
VINOS & BODEGAS - 15 de Septiembre, 2016
Es común que los enólogos afirmen que no se atan a ninguna receta cuando se abocan a la elaboración de un vino, sea del segmento que sea.En un contexto en el que ha ido ganando cada vez mayor peso el concepto de terroir, los enólogos aseguran que es la vid la que impone las condiciones y no al revés.En otras palabras, que la calidad de uva que se logre en una cosecha será la variable fundamental que determine a qué calidad de vinos se destinará.Y será en función de esa calidad y de otros factores (como el nivel de azúcar o la madurez fenólica) que se diseña el plan de trabajo en bodega y definir si conviene, por ejemplo, realizar maceraciones prefermentativas, o establecer la cantidad de remontajes, el tiempo de permanencia de los hollejos en contacto con el vino o el tipo de barrica y el nivel de tostado a utilizar.En general, cuanto más se asciende en la alta gama, menos fórmulas parece haber. Dado que cada vez se apunta a respetar más las particularidades del terruño. Y esto obliga, aseguran, a aplicar una enología más sensible, hasta "imperceptible".En base a esta filosofía, hay muchos enólogos que prefieren no repetir ni esquemas ni fórmulas, más aun cuando se trata de un vino ícono.Un año -en caso de que sea un corte- podrán modificar las variedades, dependiendo de las calidades logradas; otra vendimia podrán decidir bajar abruptamente el tiempo de permanencia en barricas; otro año podrá ser mayor la proporción de barricas de segundo o tercer uso; o, por qué no, cambiar el plan de trabajo en bodega y utilizar levaduras diferentes y hasta cambiar el enfoque agronómico sobre el viñedo.Muchos profesionales tienen esta dinámica. Menos Juan Carlos Muñoz, enólogo de la bodega Viña Las Perdices.Su vino ícono, Las Perdices Tinamú, tiene la particularidad de que, añada tras añada, respeta a rajatabla la misma composición varietal.Desde el año 2005, cuando tuvo lugar la primera cosecha, hasta la 2012 -que es la que actualmente se está comercializando a un precio sugerido de $830- Muñoz siempre utilizó la misma "receta".Las Perdices Tinamú es un blend conformado por 60% Malbec, 25% Cabernet Franc, 10% Petit Verdot y 5% Tannat.Y así como las variedades se mantienen, también se replica el manejo de la madera: todas las cosechas registran una crianza de 24 meses en barricas nuevas, de las cuales siempre un 70% son de roble francés y un 30% de roble americano.En definitiva, en medio de una tendencia en la que los enólogos buscan estar cada vez menos atados a las recetas, con el objetivo de ser más plásticos y versátiles y adaptarse a lo que manda el terruño, Muñoz demuestra que en la vitvinicultura no hay fórmulas con un vino que... tiene una fórmula.Y el propio Muñoz puso a prueba su método: en un encuentro con la prensa especializada, el enólogo realizó una cata vertical de Las Perdices Tinamú con las cosechas 2005, 2006, 2007, 2008, 2010 y 2012.Y el ejercicio fue realmente interesante: mostró cómo, utilizando casi con exactitud la misma fórmula, vendimia tras vendimia, el terrroir y -especialmente- las particularidades del clima dejaron su sello particular en cada añada.A grandes rasgos, las dos primeras cosechas hoy muestran una gran elegancia, con notas levemente licorosas y una barrica que pasó de las notas más dulzonas, como la vainilla o el chocolate, a ofrecer más delicadeza. Los taninos, en ambos casos, lucen ya más domados y sin aristas, al tiempo que en el paladar estos dos ejemplares perdieron un poco de musculatura para ganar más amabilidad.En el caso de las añadas 2007 y 2008, las particularidades del clima derivaron en vinos mucho más carnosos e impactantes, con desbordantes notas de especias, como pimienta negra y cardamomo, y unos taninos marcados, bien perfilados, que marcan a fuego la columna vertebral.El único cambio, sutil, que se permitió Muñoz a partir de 2010, fue adelantar apenas siete días el período de cosecha. Y esa sutil diferencia impactó en vinos levemente más frescos.Las cosechas 2010 y 2012, pese a ser más jóvenes, se muestran mucho menos ampulosas que sus antecesoras, que ya tienen ocho y nueve años de recorrido encima. Aún manteniendo la carnosidad, sus taninos son un poco más redondos y menos marcados.Las primeras añadas muestran lo bien que han evolucionado en botella y dejan en claro que todavía tienen bastante camino por delante, especialmente la 2005, que tiene una acidez apenas más marcada. Las dos últimas añadas, que se presentan menos estridentes, todavía tienen el desafío por delante, pero cuentan con el respaldo de una excelente materia prima."Es una satisfacción tener vinos de diez años o más, que estén tan vivos y bebibles. Realmente es gratificante", apuntó Muñoz, en diálogo con Vinos & Bodegas."Es cierto que la tendencia es bajarle el pulso a la madera. Pero los cambios no podemos hacerlos tan bruscamente, porque hay muchísimos consumidores que están más allá de esta tendencia. Y no estaríamos cumpliendo con sus expectativas", concluyó el enólogo.© Por Juan Diego WasilevskyEditor Vinos & Bodegas iProfesional Mail: vinosybodegas@iprofesional.comTwitter: @juandiegow / @vinosargentinosFacebook: iprofesional.vinosybodegas

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