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Se enamoró del vino en Armenia: hoy dirige una bodega en ese país y está al frente de Fin del Mundo

Juliana preside la bodega referente de la Patagonia y también, la bodega familiar Karas, en un país donde experimentó una fuerte conexión emocional
11/11/2022 - 21:25hs
Se enamoró del vino en Armenia: hoy dirige una bodega en ese país y está al frente de Fin del Mundo

Cada vez que habla de Armenia, se percibe en su voz y en su mirada una energía diferente. Una mezcla de emoción y orgullo y también, de responsabilidad. Hoy, Juliana Del Águila Eurnekian es presidenta de Karas, la bodega más importante de ese país, y también dirige las riendas de Bodega del Fin del Mundo, el establecimiento referente de la Patagonia.

El vino, para Juliana, es un gran hilo conductor en la historia de su familia, que se vio forzada a emigrar hacia la Argentina durante las épocas más difíciles, pero que también fue protagonista de la reconstrucción del país, a principios de los '90. De hecho, su tío abuelo, Eduardo Eurnekian, fue clave a la hora de ayudar a recuperar la economía , ya sea con inversiones en infraestructura o creando emprendimientos para generar nuevos empleos.

Juliana recuerda la primera vez que pisó Armenia: fue en 2011. Y no duda al rememorar esa primera impresión: "Quedé absolutamente enamorada. Algo sucedió en mí, una sensación que nunca había sentido. Me vibró la sangre".

Fueron apenas tres días, pero bastaron para marcarla de por vida. En ese momento, Juliana estaba estudiando psicología (luego obtuvo la licenciatura) pero el viaje le anticipó cuál sería su nuevo rumbo, no solo porque reforzó esa conexión con Armenia, sino porque también la unió para siempre con el mundo del vino.

"Cuando visité Karas, que por aquellos días estaba transitando recién su segunda cosecha, descubrí ese mundo y quedé fascinada, porque entendí que es un vehículo para dar trabajo, cultivar la tierra y además, en mi caso personal, porque era la forma de volver siempre a Armenia", cuenta Juliana, en diálogo con iProfesional.

"Fue un verdadero flechazo en el corazón. Cuando volví de ese viaje me puse a estudiar armenio; tomaba clases particulares dos veces por semana. Así que aprendí a hablar y escribir muy rápido. Pero no solo eso: si bien estaba estudiando psicología, también me anoté en un curso de vinos en la Escuela Argentina de Sommeliers (EAS). Era un curso de introducción al vino y al instante supe que quería saber más, así que decidí anotarme en la carrera de sommelier", explica Juliana, que viaja entre cuatro y cinco veces al año a Armenia.

Juliana Del Águila Eurnekian es presidenta de Karas, en Armenia, y de Bodega del Fin del Mundo, en Argentina

"En ese entonces, buscaba la manera de volver, así que comencé a trabajar en un proyecto muy lindo: un plan estilo Conectar Igualdad en Armenia, que entregaba computadoras a estudiantes de colegios. Fueron cuatro meses muy enriquecedores", agrega. 

Raíces familiares y un descubrimiento inédito

Juliana cuenta que su familia llegó a la Argentina a principios del siglo XX pero que siempre quedó muy ligada a Armenia. Antes de la caída de la Unión Soviética y la declaración de la independencia de Armenia, en el año 1991, "no era fácil ir, pero siempre que podía, mi familia viajaba y ayudaba a los amigos que habían quedado". Todo cambió a principios de los ' 90: "Ahí surgió la oportunidad de reconstruir un país que había quedado abandonado, literalmente. No había gas, ni electricidad, nada de nada".

La situación era abrumadora. Y Juliana lo resume con una anécdota impactante: "Un amigo de la familia, que es como un abuelo para mí, me contaba que la plaza de la República, que hoy es muy linda, en ese momento tenía un solo foco de luz: era su foquito. Esto resume el sentido de pertenencia y el amor que tenemos por ese lugar que por fin estaba recuperado", agrega.

Luego de ganar la licitación para reconstruir el aeropuerto y reconectar a Armenia con el mundo, Eduardo Eurnekian comenzó a pensar en proyectos que generen mano de obra de calidad y que ayuden a reposicionar al país en el escenario internacional.

Ahí es cuando surge el plan de incursionar en la agricultura. "Se buscó un campo, una gran extensión, algo que no abunda en Armenia. Sin embargo, en 2004 se encontró el campo actual, de unas 2.300 hectáreas, en el Valle de Ararat, al pie del monte que lleva el mismo nombre que es muy importante no solo para los armenios, sino para la historia de la humanidad".

Y fue en ese campo donde se vislumbró la posibilidad de comenzar a producir uvas y elaborar vinos. Fue una apuesta arriesgada: en Armenia no se tomaba mucho vino (en ese entonces el consumo era de 1 litro per cápita y en pocos años escaló a 3 litros) pero el país, en la era soviética, estaba especializado en la elaboración de brandy. De modo que decidieron plantar uvas tanto para vinos como para brandy.

"Fue un proyecto realmente ambicioso, dos años de trabajo muy intenso para preparar el terreno. Se llevaron especialistas de todas partes del mundo y ahí entra la figura de Michel Rolland, que nos asesoró desde el comienzo y se convirtió en un gran mentor, acompañándome en mi carrera. Aprendí y sigo aprendiendo mucho de él", asegura.

La bodega Karas se emplaza en el Valle de Ararat

Desde que se adquirió el campo, en 2004, hasta que se tuvo la primera cosecha, pasaron seis años. Luego, en 2012, comenzó a construirse una bodega que fue ampliada en dos oportunidades y que hoy ofrece una capacidad para elaborar 2,5 millones de litros.

"Es una bodega con una visión sustentable, con foco en ahorro de energía y uso responsable de agua, trabajando mucho con el concepto de gravedad", detalla Juliana, quien agrega, además, el impacto positivo que tuvo en la sociedad: "El vínculo con la comunidad es clave; al comienzo trabajaron más de 500 personas en el proyecto y actualmente hay 140 empleados fijos más los trabajadores temporarios".

En un inicio, la familia plantó variedades clásicas, como Syrah, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Cot francés y Malbec argentino. Sin embargo, tras un largo trabajo de investigación, armaron un mapa de más de 130 variedades autóctonas armenias, siendo la más conocida la que adoptaron como bandera: Areni.

"Es una cepa tinta, para entenderla organolépticamente, es una especie de Pinot Noir", explica Juliana, quien agrega que el Malbec en esa zona adquiere un carácter completamente diferente: "el suelo 100% volcánico y el clima extremo, que puede llegar a 20 grados bajo cero en invierno, le da muchísimo nervio, no es tan redondo como el Malbec que conocemos".

Un punto clave en la historia es que, en el año 2007, cuando el proyecto recién estaba consolidándose, tuvo lugar un descubrimiento trascendental para Armenia y también para la familia Eurnekian, que había apostado por esa región para elaborar vinos: a solo media hora de la finca, en la Cueva de Areni, se descubrieron los vestigios de la bodega más antigua de la humanidad.

"Data de hace 6.200 años, estamos hablando de la edad de bronce. Fue un hallazgo impactante porque las cuevas están llenas de ánforas, que en armenio se dice, justamente, 'karas', que es el nombre de nuestra bodega", cuenta una Juliana completamente emocionada.

Bodega del Fin del Mundo es referente de los vinos patagónicos

Hoy, Karas se posiciona como el mayor productor de vinos de calidad de ese país, además de haber dejado huella como pioneros del renacimiento de la industria vitivinícola.

Y así como lidera una bodega emplazada en el terruño donde nació el vino, Juliana también conduce una bodega al otro lado del mundo: en la Patagonia extrema. Durante años, Juliana pasó por diferentes posiciones en Bodega del Fin del Mundo, absorbiendo información, preparándose y conociendo al mínimo detalle esta industria. De hecho, asegura que el hecho de haber estudiado psicología, fue un acierto: "Volvería a estudiar eso, estoy 100% segura, porque me dio una mirada muy diferente sobre el mundo de los negocios que la que puede tener, por ejemplo, un ingeniero o un economista".

Y, desde que la familia tomó el control de la empresa, Juliana embarcó a esta bodega referente de los vinos australes, en un proceso de investigación y desarrollo, para llevarla al siguiente nivel.

"Hay planes de seguir creciendo pero no en volumen, sino que el plan es profundizar todo lo que se ha hecho hasta el momento, para que los vinos reflejen cada vez de manera más precisa el carácter del lugar, marcado por la frescura", explica.

"Busco amplificar la comunicación del vino de la Patagonia y su diferencial; dar a conocer la frescura natural y la sanidad del lugar, que facilita elaborar vinos orgánicos; ayudar a mostrar que un Malbec de Mendoza no es lo mismo que un Malbec de la Patagonia. Hay mucho por hacer y estoy comprometida con ese objetivo", subraya Juliana, quien asegura sentirse afortunada por poder elaborar vinos en dos lugares del planeta tan disímiles pero conectados por una historia familiar muy profunda.

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