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Madrid: el drama del alquiler de habitaciones compartidas en barrios populares

Los precios para alquilar en Madrid, la capital de España son tan altos que comenzó la oferta de dormir en un cuarto con más gente
05/06/2021 - 10:25hs
Madrid: el drama del alquiler de habitaciones compartidas en barrios populares

Los precios para alquilar en la capital de España son tan altos que comenzó la oferta de dormir en un cuarto con más gente. Suelen destinarse solo a chicas y la mayoría son extranjeras.

"Yo le haría hueco y la mitad para cada una", avisa N., indicando una estantería. Esta joven colombiana lleva unos años en Madrid y desde hace apenas un mes se mudó a Entrevías, un barrio del sur. Antes vivía en Alcalá de Henares, una localidad del este. Trabajaba como interna de una señora mayor. Pero ahora, que la llamaron para cuidar a niños por las tardes, se mudó a una habitación

Madrid: el drama del alquiler de habitaciones compartidas
Madrid: el drama del alquiler de habitaciones compartidas

La modalidad refleja el drama del alquiler en esta ciudad y se puede extrapolar a otras urbes similares de España. El aumento de precios generalizado desembocó en que se encuentren anuncios para reservar una cama en un cuarto, ni siquiera tener uno propio.

Como el de N., que se compone de una litera, un armario y una estantería que todavía luce sus pocas propiedades desperdigadas. Cuesta 170 euros por persona y da derecho a la cocina, el baño y el salón, con una terraza desde donde se contemplan los humildes edificios de la zona, señala Sputnik Mundo.

Madrid: el drama del alquiler de habitaciones compartidas

Lo alquila una pareja de hondureños. Colgaron la bandera de su país como única decoración en las paredes. En total, N. comparte con ellos dos, otra chica hondureña y otra colega colombiana, que a estas horas de la mañana teclea en su portátil algo relacionado con sus estudios. "Cada día nos toca a una limpiar y tenemos nuestro propio espacio en la nevera", explica, "a mí me toca el martes".

Como la fórmula que plantea N., estas opciones de alquiler se encuentran en un simple rastreo por algún portal inmobiliario de internet. Hay pequeñas diferencias, pero varios elementos comunes: en la mayoría de los casos solo aceptan mujeres, suelen encontrarse en áreas de rentas bajas y no se formaliza ningún documento ni se deposita fianza. Visitándolos se repite otra constante: las inquilinas son extranjeras, principalmente latinoamericanas, que se dedican a trabajos sin contrato.

Por eso, una pregunta habitual es si sería para una persona "interna" o "externa". Es decir, alguien que reside en la casa donde trabaja (como niñera o cuidadora) o alguien que va y vuelve cada día a dormir. Es lo que pasa en otro piso anunciado en Villa de Vallecas, cerca de la casa de N. y sus cuatro compañeras. Allí, J. abre la puerta, que da a un salón con dos sillones y una larga terraza. Alrededor, una barriada de realojo y algunos descampados utilizados como aparcamiento o basurero.

Madrid: habitaciones para alquilar
Madrid: habitaciones para alquilar

"Se está quedando una chica de Venezuela de 25 años o así", dice esta hondureña de La Paz, que a su vez vive con su pareja y otra amiga de San Pedro Sula. El departamento que enseña es un espacio escueto con dos camas y un armario. En el lado del colchón ocupado sobresalen unas zapatillas entre virutas de tabaco. Encima del mueble, dos maletas presiden la única arquitectura del lugar.

En este caso, la habitación es de 170 euros, pero se pagan cinco más si se desea tener wifi. La fórmula es semejante a la de N.: en el registro solo están J. y su pareja, que pagan 700 euros por todo el piso. Luego ellas subalquilan ese cuarto. "Llevamos un año así. Esto es tranquilo", resume la anfitriona, de 33 años, mientras continúa el tour por las demás estancias. En la puerta del baño, corona un mensaje ilustrado: "En esta casa nunca falta el amor… ni el chocolate".

Opina igual D., una argentina de 30 años que comparte lo que ya es prácticamente un hostal. "Si no estuviera a gusto, no seguiría. Pero eso sí: aquí intimidad ninguna: te tienes que vestir en el baño", alega con un mate entre las manos. Aterrizó en España desde la provincia de Misiones hace cuatro años. Y siempre ha compartido cuarto: "Antes era con una amiga, pero se fue con su novio", justifica. De momento, está sola en una habitación con dos literas y un mueble de tela. En la casa se comparte también una galería con varias mesas y la cocina, unida al salón. En la pantalla de este se encadenan videoclips de reguetón. "La cama creo que está a 165 y se divide la luz y el agua", aclara.

"Me parece que el dueño, Antonio, la tiene en propiedad", dice D. Las demás compañeras se distribuyen en otros dos cuartos. En uno vive una marroquí con otra chica, interna. "Solo viene los domingos", puntualiza. "Y en la otra ahora está una venezolana joven. Se fue hace poco una española", comenta esta empleada de un locutorio que pasó el confinamiento en un piso proporcionado por su jefe: "Me dijo que se iba un amigo suyo y que estaban los meses pagados, así que como cerraba el local y no iba a cobrar, me fui".

No abundan los ejemplos, pero tampoco son secretos. A pesar de la pandemia, de un mínimo éxodo a entornos más rurales o de la falta de extranjeros, los precios del alquiler siguen situándose en la misma franja que hace unos meses. La burbuja que acechaba a la capital y otras metrópolis de España como Barcelona, Palma o Bilbao, aún no ha estallado: según Idealista, la web donde es sencillo ver estas ofertas, la variación entre mayo y abril de 2021 es de un 0,1% menos en Madrid. El metro cuadrado oscila en torno a 14,5 euros, es decir, que un apartamento de 60 metros cuadrados ronda los 870 euros.

Justo en los pisos nombrados, la media es menor: 11,2 euros, tanto en Villa de Vallecas como en Usera, los dos distritos visitados. También hay en Pueblo Nuevo, al norte, o Villaverde y Orcasitas, al sur. Incluso quien proporciona techo por días o semanas. En algunos, advierten: "Leer bien (sic). Se alquila habitación para compartir con otra chica, la chica ya está dentro de la habitación, cada quien tendría su espacio para sus cosas y camas individuales. Solo chicas", describe uno de ellos. En algunas, el reclamo es simplemente de habitación, pero el precio las delata: por menos de 200 euros, la búsqueda queda reducida al mínimo.

Y los interesados es lo que buscan: minimizar gastos. Cunde, por tanto, la precariedad: quienes optan a empleos informales, quienes envían ahorros a otro país… "A mí me interesa pagar poco", comenta Dalila, cuyo salario se reduce a las seis horas al día, de dos a ocho, que se pone tras el mostrador del locutorio. Su imposibilidad de residir sola es un medidor del problema que aqueja al país. Y viene de lejos: se han dado ofertas de colchones en cocinas o terrazas, señala Sputnik Mundo.