La Pyme con más de 100 años que estuvo a punto de perder todo, se recuperó y se volvió un gigante de su sector
"Perdimos casi todo. Un aserradero en Tandil, nuestra fábrica de Brasil y nuestro local. En unos meses retrocedimos todo lo que habíamos logrado en 20 años". En Argentina existen un puñado de empresas con más de 100 años. Marmolería Álvarez es una de ellas. ¿Cuál fue su gran virtud? Saber cuándo achicarse y cuando arriesgarlo todo, dos de las tres combinaciones más riesgosas del mundo pyme. ¿Cuál fue la tercera? Lograr una transición familiar que no destroce el vínculo y potencie la empresa.
Esta es la historia de cuatro generaciones y dos oficios: La marmolería y sobrevivir a las crisis argentinas
Marmolería Álvarez es una empresa que desde hace 100 años se dedica a lo mismo, a trabajar la piedra. Cuentan con una cantera propia y una fábrica en Salta, una planta de producción de 4.000 metros cuadrados ubicada en Morón y local comercial Avenida Libertador en Buenos Aires. El gigante que es hoy, nació como un pequeño tallercito en el barrio de Palermo atendido por don Francisco Alvarez. Cómo hicieron, lo que nos preguntamos todos, para sobrevivir y crecer en tanto años.
Nacimiento
La empresa nació con Fransisco Álvarez, un inmigrante que llegó a la Argentina en 1919 con el oficio de picapedrero. Al llegar al país armó un pequeño taller donde trabajaba la piedra de forma artesanal para realizar altares, columnas y estatuas. Tanto su hijo como sus nietos continuaron el legado pero especializándose en marmolería. Carlos y Francisco, nietos del fundador, fueron quienes instalaron una marmolería en Morón y allí comenzaron a trabajar en serie. "En el lapso que mi padre y mi tío estaban abriendo la fábrica en Morón, falleció mi abuelo", cuenta Sebastián Álvarez, actual presidente de la empresa y bisnieto de Francisco. Sebastián cuenta que tanto su padre como su tío se hicieron cargo de la fábrica y de su familia, ya que eran 6 hermanos en total.
Crecimiento acelerado
Tuvieron que atravesar 20 años difíciles entre el 50 y el 70 para que finalmente comenzarán a ver el éxito. A partir del 70, la situación cambió y la empresa demostró que estaban para pensar en grande. "Mi papá siempre tenía la ambición de exportar. Se asociaron con brasileros y armaron uno de los primeros aserraderos de granito de Argentina y Brasil. Exportaban a Estados Unidos y a Japón", recuerda Sebastián. Durante esos años realizaron una obra que significó un hito de su empresa, el Congreso Nacional de Chile. "Para ese momento era una obra realmente monumental" cuenta Sebastián. Gracias a esa y otros trabajos que fueron realizando, lograron expandirse de forma exponencial.
La caída y volver a empezar
A 70 años de su fundación, Marmolería Alvarez pasó de ser un pequeño taller de artesanos, a exportar, tener aserradero propio, una fábrica en Brasil y un negocio en Villa Crespo de media manzana gracias al esfuerzo de Carlos y Francisco, la tercera generación. Ese crecimiento comenzó a decaer a comienzos de la década del 90. En esos años sucedió un accidente en la fábrica que los marcó para siempre. Su primo Juan, encargado de la fábrica, falleció trabajando. "Eso fue un antes y un después para ellos. Juan era todo acá" recuerda Roxana Álvarez, actual directora y socia. Además de ese hecho, el contexto económico del país se volvió desfavorable; comenzaron a ingresar muchos productos importados y se les hizo imposible exportar. Por esa razón tuvieron que tomar medidas extremas y reducir su estructura. "De tener el aserradero en Tandil, la fábrica en Brasil y el local en Villa Crespo, de un día para el otro nos quedamos sin nada. Se había vendido todo" recuerda Roxana. Marmolería Álvarez se redujo a trabajar solamente con su fábrica en Morón lo que significó un retroceso de 20 años.
La cuarta generación
El crecimiento había sido increíble, pero igual de estrepitosa fue su caída. Fue durante esos años de transición y achicamiento que comenzaron a dar sus primeros pasos en la empresa los hermanos Martín, Sebastián y Roxana, los hijos de Francisco y representantes de la cuarta generación Álvarez. "Mi niñez fue acá adentro. Disfrutaba mucho venir a la fábrica. Siempre fui un fanático de esta industria. Cuando comenzamos a trabajar es de lo único que hablábamos en casa", recuerda Sebastián. Los tres hermanos coinciden en que heredaron de su padre una pasión por el trabajo en la fábrica y por esa razón, a fines de la década del 90, estuvieron dispuestos a hacerse cargo por completo.
"Mi padre nos reunió en mi casa a los tres. Nos dijo que mi tío se iba y que él sólo no iba a poder" explica Roxana. La decisión de continuar con la empresa o vender recayó en los hermanos. "No pude decirle que no porque era fallarle a él y a todo lo que había dado. Era lo menos que podía hacer. Aparte de que me gustaba" asegura Roxana. Seguir con la fábrica significaba endeudarse por varios años ya que debían abonar a su tío la parte de la fábrica que le correspondía. "Era otra vez seguir peleándola, pero la verdad que no nos importó" explica Sebastián.
Ante una crisis: ¡Trabajar y trabajar!
Al poco tiempo de quedar en control de la marmolería, llegó la crisis del 2001. "Habíamos comprado una máquina en Italia en dólares y teníamos que pagarle la parte a mi tío también en dólares" confiesa Sebastián y agrega "fue lo peor que hemos pasado desde que trabajamos". Durante ese tiempo tuvieron que cubrir los turnos ellos mismos para asegurar la producción trabajando día y noche. En medio de las presiones y de los problemas económicos, Francisco sufre un ACV: "Eramos chicos y teníamos a nuestro viejo internado, debíamos dinero al de la máquina, teníamos trabajos que entregar y estábamos en deuda con mi tío." recuerda Sebastián. Pero la única solución que encontraron fué la de seguir adelante como habían hecho sus antecesores. "Otra vez a remarla y remarla y a trabajar y trabajar mientras mi viejo se recuperaba. A los 8 meses mi viejo estaba de nuevo en la fábrica" cuenta Sebastián.
Seguir cumpliendo sueños
A partir de 2003 la economía volvió a recuperarse y con ella, la empresa. Tiempo después, Francisco le llevó a sus hijos una propuesta tentadora pero peligrosa. "Mi viejo siempre había tenido ganas de tener una cantera. Viajó a Salta y al volver nos encaró y nos dijo que quería comprar una", cuenta Sebastián. Adquirir una cantera significaba tener su propia fuente de materia prima logrando así, cerrar todo el circuito de producción. Martín era quien tenía más miedo ya que significaba una inversión muy grande, arriesgar todo y arrancar de cero un nuevo proyecto. "Si nos iba mal, realmente perdíamos Marmolería Álvarez. Había un 50% de que nos vaya bien y un 50% de que nos vaya mal", confiesa Sebastián.
Finalmente, los hermanos decidieron acompañar a su padre y hacer lo posible para cumplir su sueño. Sabían que esta inversión significaba un paso gigante en la historia de la empresa. Así fue como Francisco y Martín se hicieron cargo de la cantera en Salta.
Tomar una decisión
"En la cantera se realiza la extracción en bruto, luego en una fábrica en Salta se achican los bloques y se envían a Morón, donde se producen las marmetas, que son las placas de mármol listas para colocar en los hogares", explica Sebastián. El plan principal de Francisco era la de especializarse en la extracción de onix, mineral muy valioso y valorado a nivel mundial.
"Él tenía la visión de empezar a exportar. Su obsesión toda la vida", cuenta Sebastián. Trabajar este material les permitiría tener un mayor valor agregado con un volumen bajo. Pero enseguida pusieron ese plan en duda. "Cuando empezamos a explotar el onix, apareció travertino y en mucho volumen. Es un mineral que hoy se vende mucho y entramos en duda", reconoce Sebastián. Tenían que decidir si continuar produciendo onix para colocar en el exterior o apostar al travertino trabajando en gran volumen abasteciendo el mercado local.
"A pesar de que se habían hecho algunas exportaciones, el onix no lo podíamos seguir manteniendo. Empezamos a sacar bloques de travertino, a invertir y comprar máquinas y lo mismo que teníamos en Morón lo hicimos en Salta", explica Sebastián.
Arriesgarse y crecer en familia
Mientras la cantera de Salta estaba dando muy buenos resultados rendimiento, Sebastián pensaba en seguir creciendo. "A la hora de tomar decisiones soy un tipo bastante arriesgado. Voy por todo y me la juego, siempre por el bien de la empresa", aclara. Su ambición era construir un edificio y como todo nuevo proyecto generó algunas dudas entre la familia. Sebastián tenía un terreno en vista para el desarrollo, pero no estaba convencido. "Un día estaba con mi papá y le dije que no iba a hacer el edificio. Mi papá me dijo que lo haga. Que compre el terreno y que arranquemos", cuenta Sebastián. Gracias al apoyo conjunto de los hermanos, el edificio pudo realizarse y no fue el último. Al día de hoy llevan construidos 7 edificios propios.
"Es lindo trabajar con hermanos. Somos 3 hermanos muy unidos", reconoce Sebastián. En la empresa están de acuerdo que la característica común de los Álvarez es la responsabilidad y la obsesión con el trabajo, siendo el motor que lleva a la empresa a seguir creciendo. "La perseverancia es lo que nos permitió dar el gran salto. Con perseverancia, honestidad y trabajo, cualquier empresa sale adelante", explica Sebastián.
Apostar a la Argentina
Actualmente Marmolería Álvarez busca continuar creciendo y llegar a una modernización que les permita ser competitivos a nivel mundial. Quieren incorporar una línea de producción robotizada que sería única a nivel nacional.
La familia Álvarez sigue apostando en la Argentina como hace 100 años y consideran que hay muchas empresas pequeñas que tienen el potencial y las ganas de seguir creciendo. Los hermanos apuestan a que en un futuro próximo la quinta generación se haga cargo de la empresa y continúen el legado. Tratan de inculcarle lo mismo que les transmitió su padre y su abuelo. "Todo se puede y Argentina es un país de muchas posibilidades. -dice Sebastián- Tienen que meterse y trabajar. Si es lo que llevan en su corazón, que le den para adelante".