Radio Continental quedaría totalmente desarticulada en estas horas, después de que el Gerente General, Gabriel Enriquez; el Gerente de Contenidos y Programación, Horacio Minotti; y el Gerente de Relaciones Institucionales, Mariano Dilorenzi, decidieran alejarse de la emisora por presuntos desacuerdos profundos con el propietario de la misma, el empresario también dueño de Garbarino, Carlos Rosales.

Ninguno de los tres gerentes quiso dejar sentada su posición frente a este medio, pero fuentes de la propia radio indican que, desde hace meses, existirían situaciones de extrema rispidez con el propietario, quien adquirió el medio al grupo Prisa hace un par de años.

Continental, se encontraba desaparecida del escenario de las radios hasta que los ahora renunciados iniciaron su gestión, la ordenaron financieramente, obtuvieron logros interesantes tales como la venta de la totalidad de los segundos de tanda disponibles, y el armado de una programación competitiva, que incluyó nuevos programas como el de Eduardo Serenellini y el de Gonzalo Bonadeo.

Carlos Rosales, propietario de Radio Continental y Garbarino.

Pero, de acuerdo a las mismas fuentes, desde hace un tiempo Rosales empezó a intervenir en la cuestión financiera de la Radio y considerando lo ocurrido con Garbarino y la compañía de seguros PROF, no es extraño que los gerentes que pusieron la radio de pie, hayan decidido retirarse ante la activa participación de Rosales en el manejo financiero de Continental.

Garbarino vive una situación caótica. Mientras sigue despidiendo a los pocos trabajadores que le quedan, propuso a 3.800 de ellos, cesanteados previamente, un plan para abonarles a 125 años, lo podría conducir a la empresa a la quiebra. 

Los buenos tiempos que parecían soplar para Continental empiezan a tornarse oscuros. La gestión que consiguió pagar la totalidad de los salarios sin un solo día de mora durante los últimos dos años, mientras la mayoría de las emisoras padece graves problemas financieros, dejó la empresa, que quedará ahora, totalmente en manos de Rosales, cuyos antecedentes no parecen demasiado alentadores, especialmente para los trabajadores.