Así quedó Fordo: imágenes satelitales muestran los efectos del ataque estadounidense
El día finalmente llegó para Fordo. Desde que Israel dio inicio a su actual ofensiva militar contra Irán —argumentando que el régimen de los ayatolás estaba a un paso de desarrollar un arma nuclear—, esta planta de enriquecimiento de uranio ha sido una constante en los titulares internacionales.
Considerada uno de los pilares del controvertido programa atómico iraní, Fordo había logrado mantenerse a salvo de los misiles israelíes. ¿La razón? Su ubicación estratégica.
La instalación fue construida a varios metros bajo tierra, en el corazón de una zona montañosa cercana a la ciudad de Qom, a unos 96 kilómetros al sur de Teherán. Esa protección natural la convertía en un objetivo casi inalcanzable para Israel, aunque no para Estados Unidos.
El impacto del ataque estadounidense
En la noche del sábado, aviones de combate estadounidenses atacaron simultáneamente tres instalaciones nucleares clave: Fordo, Natanz e Isfahán. Según el secretario de Defensa de EE.UU., Pete Hegseth, el golpe causó "daños devastadores" al programa nuclear iraní.
El presidente Donald Trump, por su parte, celebró el resultado. "Les quitamos la ‘bomba’ de las manos (¡y la usarían si pudieran!)", escribió el domingo en su red Truth Social, respondiendo a las críticas de una congresista republicana que calificó su decisión como "inconstitucional".
Imágenes que hablan
Las consecuencias del ataque a Fordo quedaron al descubierto gracias a imágenes satelitales de alta resolución difundidas por la firma Maxar Technologies. Las capturas, tomadas el 22 de junio, muestran con claridad al menos seis cráteres de gran tamaño —posibles puntos de impacto de las bombas— y una gran cantidad de polvo y escombros esparcidos sobre la ladera de la montaña. Evidencia visual de que Fordo, pese a su fortaleza subterránea, ya no es invulnerable.
La bomba que atravesó la montaña
Los cráteres visibles en la ladera rocosa parecen confirmar lo que muchos analistas sospechaban: Estados Unidos habría utilizado por primera vez en un conflicto real su arma más poderosa para destruir instalaciones subterráneas, la GBU-57A/B, también conocida como bomba "antibúnker" o penetrador masivo de municiones (MOP, por sus siglas en inglés).
Esta bomba, de 13.600 kilos, está diseñada para atravesar hasta 18 metros de hormigón reforzado o más de 60 metros de tierra antes de detonar. Durante una conferencia en el Pentágono, el general Dan Caine, jefe del Estado Mayor Conjunto, confirmó que 14 de estas bombas formaron parte del arsenal desplegado en el ataque, que incluyó en total 75 armas guiadas de precisión.
A pesar de la potencia del bombardeo, en las imágenes satelitales no se observan columnas de humo, fuego ni montañas de escombros. ¿El motivo? Según explicó a BBC Verify el analista Stu Ray, de McKenzie Intelligence Services, este tipo de armamento está diseñado para explotar en las profundidades del blanco, no en la superficie. "No se observará un gran efecto explosivo en el punto de entrada", detalló.
Otro dato revelador: los seis accesos subterráneos que antes se distinguían en la instalación de Fordo ya no aparecen en las imágenes. Para Ray, esto podría significar que colapsaron por efecto de las explosiones o que fueron sellados por las propias autoridades iraníes en un intento por contener los daños.
Además, el experto señaló que los bombardeos combinados utilizaron al menos tres tipos de municiones diferentes en dos zonas de impacto, y que la coloración gris observada en la superficie sería consecuencia de restos de hormigón expulsados por las explosiones en el interior de la montaña.
Dañado, pero no destruido
A pesar de la contundencia del ataque, la profundidad a la que se encuentra Fordo impide evaluar con precisión el alcance real del daño. La instalación, construida bajo una cordillera, sigue siendo un enigma en cuanto a lo que ocurrió en sus niveles más profundos.
"Es evidente que resultó afectada, pero el grado de daño en el interior de las salas de enriquecimiento de uranio no se puede determinar con certeza", afirmó Rafael Grossi, director de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA).
Desde Irán, las autoridades reconocieron que hubo consecuencias. "Hemos sufrido daños", declaró Behrouz Kamalvandi, portavoz de la Organización para la Energía Atómica de Irán (AEOI, por sus siglas en inglés), aunque también aseguró que esto no frenará sus planes: "Esta no es la primera vez que la industria (nuclear) sufre daños", recordó.
El discurso oficial desde Teherán busca relativizar el impacto. Según afirmaron, el material sensible ya había sido trasladado antes del ataque a otras instalaciones. "Irán no sufrió un gran golpe porque los materiales ya habían sido retirados", aseguró Hassan Abedini, subdirector político de la radiodifusión estatal iraní.
Una amenaza latente
La evaluación de los daños en Fordo no solo genera incertidumbre fuera de Irán. Según reveló The New York Times, fuentes de la inteligencia israelí también consideran que, si bien la planta no fue destruida, los bombardeos estadounidenses causaron "graves daños". El medio citó a dos agentes israelíes que hablaron bajo condición de anonimato.
En tanto, el gobierno iraní sigue firme en su postura. El presidente Masoud Pezeshkian reiteró que el país no abandonará su objetivo de desarrollar tecnología nuclear, aunque —insistió— con "fines civiles y pacíficos".
Desde el plano internacional, la OIEA informó que tras los ataques no se detectaron incrementos en los niveles de radiación. No obstante, el organismo había constatado en 2023 que las centrifugadoras de Fordo eran capaces de enriquecer uranio hasta un 60%, muy por encima del límite necesario para fines civiles. Incluso, en una ocasión, habrían alcanzado un nivel del 83,7%, peligrosamente cerca del 90% requerido para fabricar armamento nuclear.
De acuerdo con el Instituto de Estudios para la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés), la instalación albergaba unas 2.000 centrifugadoras distribuidas en dos túneles ubicados a 80 metros bajo tierra, lo que explica por qué sigue siendo un punto crítico en el mapa nuclear de Medio Oriente.