ANÁLISIS

Riesgo K y flotación cambiaria: interrogantes sobre dólar, inflación y tasas

El debate en torno al "riesgo kirchnerista" refleja cómo la política y la economía se entrelazan de manera inseparable en la Argentina.
Por Sergio Rodríguez Glowinski (*)
ACTUALIDAD - 01 de Septiembre, 2025

El "riesgo kirchnerista" se consolidó como un factor clave de volatilidad en la economía argentina: cada ciclo electoral revive el recuerdo de 2019, cuando la bolsa se desplomó un 48 % en dólares y el tipo de cambio se disparó tras las PASO.

Hoy, la incertidumbre política vuelve a presionar sobre el dólar, obligando al Gobierno a sostener tasas altas, subir encajes y absorber liquidez, viéndose obligado a pagar el costo en términos de actividad económica.

El llamado "riesgo kirchnerista", o como suelen llamarlo desde el gobierno "riesgo kuka", es un concepto que alude al temor de los inversores a un posible retorno del kirchnerismo y sus políticas al poder.

Líderes del oficialismo, como el presidente Javier Milei y el ministro de Economía, Luis Caputo, advirtieron que la incertidumbre electoral y el potencial triunfo de la oposición elevarían la presión sobre el riesgo país y presionaría al dólar al alza.

Por ejemplo, Caputo señaló que la disparada del dólar de julio de 2025 se explica en parte por el "riesgo kuka", y reforzó que el tipo de cambio flota libremente dentro de una banda, interviniendo el BCRA sólo en sus extremos.

Este discurso sobre riesgos electorales remite a episodios pasados. Tras las elecciones primarias de 2019, cuando prácticamente se confirmó el regreso del kirchnerismo a la Casa Rosada, el dólar oficial pasó de 45 a 60 pesos en unos pocos días y ya para octubre estaba rozando los 75 pesos por dólar.

Peor aún, fue el impacto financiero: al día siguiente de las elecciones, la Bolsa porteña se desplomó un 48 % en dólares, lo que representó la segunda peor tormenta bursátil en la historia, solo superado por la caída de la bolsa de Sri Lanka en 1989, país que en ese momento atravesaba una guerra civil.

La experiencia de 2019 suele usarse como analogía para ilustrar por qué hoy el gobierno insiste en diferenciar la volatilidad cambiaria de verdaderos desequilibrios macroeconómicos. A pesar de las creencias y declaraciones del gobierno, en la práctica, las semanas previas a una elección suelen estar marcadas por una dolarización de carteras, donde, ante la incertidumbre, ahorristas e inversores venden posiciones en pesos para refugiarse en moneda dura.

Este fenómeno, que reaparece cada vez que crece la incertidumbre política, genera presión adicional al alza sobre el tipo de cambio, obligan al Banco Central a endurecer fuertemente su política monetaria.

Medidas recientes de la politica económica y su impacto

En los meses recientes, tras el salto del tipo de cambio, el Gobierno emitió nuevos títulos de deuda, absorbiendo así gran parte de los pesos excedentes, y elevó recurrentemente las tasas de interés para retener los pesos en el sistema financiero. 

Esto fue acompañado por un fuerte incremento de los encajes bancarios, que alcanzaron niveles inéditos, más del 50 %, con la posibilidad de integrarlos con títulos públicos, lo que obligó a los bancos a retener más fondos y limitar su liquidez.

De esta manera, el Gobierno profundiza el efecto de "crowding out" en la economía, es decir, el desplazamiento del crédito disponible para el sector privado hacia el financiamiento del sector público, fenómeno que fue duramente criticado por los referentes de La Libertad Avanza. El problema de este endurecimiento monetario, si bien eficaz para contener la presión cambiaria, tiene un costo directo sobre la actividad económica.

El "crowding out" no solo reduce el crédito al sector privado, sino que además lo encarece: con tasas de referencia y encajes elevados, las empresas encuentran mayores dificultades para financiar capital de trabajo o proyectos de inversión, mientras que las familias se enfrentan a préstamos personales e hipotecarios con condiciones más duras. En este contexto, el consumo tiende a enfriarse, la inversión se pospone aún más y la economía se encamina hacia un escenario, en principio, recesivo.

Desde una perspectiva de equilibrio macroeconómico, el enfriamiento de la economía actúa como un mecanismo para reducir la inflación al moderar tanto la demanda agregada como la velocidad de circulación del dinero.

Cuando el Banco Central eleva las tasas de interés y restringe el crédito, el consumo y la inversión privada tienden a desacelerarse, lo que reduce la presión de la demanda sobre los precios de bienes y servicios.

Este menor dinamismo en la actividad también limita la capacidad de las empresas de trasladar costos a precios, ya que enfrentan consumidores más sensibles y mercados menos dispuestos a convalidar aumentos.

A nivel monetario, la absorción de liquidez mediante encajes y colocación de deuda contrae la base monetaria y eleva el costo de oportunidad de dolarizar carteras, reforzando la estabilidad cambiaria, que en la Argentina es un determinante clave de la inflación.

En suma, el enfriamiento económico no elimina por sí solo los factores estructurales de la inflación, pero actúa como un ancla de corto plazo que frena la suba de precios y permite ganar tiempo para consolidar un programa de estabilización más duradero posterior a las elecciones.

Sergio Rodríguez Glowinski.

Panorama electoral

Si el oficialismo logra imponerse en las elecciones, el mercado probablemente reaccionaría con una baja inmediata del "riesgo kuka" y, en consecuencia, se abriría la posibilidad de una reducción de las tasas de interés, ya que se reduciría el temor a una dolarización masiva de carteras.

En ese contexto, la confianza permitiría un retorno progresivo de capitales hacia instrumentos en pesos, mejorando la profundidad del mercado local y, con ello, el crédito disponible para empresas y familias.

En cambio, si la oposición ganase, lo más probable es un escenario de mayor tensión económica. El recuerdo de 2019 y las dudas sobre la orientación futura de la política podrían acelerar la dolarización de portafolios y generar una salida de capitales más pronunciada.

En este caso, el tipo de cambio enfrentaría presiones adicionales al alza, obligando al BCRA a redoblar la intervención y posiblemente endurecer aún más el esquema de tasas y encajes. En materia de precios, la combinación de un salto cambiario con expectativas inflacionarias desancladas podría provocar una aceleración inflacionaria difícil de contener sin recurrir a medidas de shock.

El debate en torno al "riesgo kirchnerista" refleja cómo la política y la economía se entrelazan de manera inseparable en la Argentina. El dólar, las tasas de interés y la inflación no dependen únicamente de variables técnicas, sino también de la confianza y las expectativas que los agentes depositan en la conducción política tanto actual como futura.

De cara a las elecciones, los escenarios posibles marcan dos caminos: una victoria oficialista lograría descomprimir la presión y continuar con el camino de recuperación iniciado en 2023, mientras que un triunfo opositor podría reinstalar temores y tensiones que empeorarían los datos macroeconómicos.

En última instancia, los interrogantes sobre dólar, inflación y tasas seguirán abiertos mientras no se resuelva la clave central: cómo restaurar la credibilidad de la política económica argentina más allá de coyunturas electorales.

(*) Economista. Director de Ingeco Argentina. Agente de bolsa en EEUU.

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