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Por qué Milei dice que esta crisis es peor que la de 2002 y que hay alto riesgo de hiperinflación

El economista Javier Milei se expresó, como es su costumbre, con crudeza y sin filtro sobre el gobierno nacional y su titular. Acceda a las declaraciones
26/07/2020 - 09:29hs
Por qué Milei dice que esta crisis es peor que la de 2002 y que hay alto riesgo de hiperinflación

El economista Javier Milei se expresó, como es su costumbre, con crudeza y sin filtro sobre el Gobierno nacional y su titular, Alberto Fernández.

Javier Milei compartió la mesa con el intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, el periodista Pablo Rossi, la diputada de Juntos por el Cambio, y Carolina Píparo. Y sin titubear, calificó al presidente Alberto Fernández de "menetiroso y perverso".

"En realidad cuando vos gobernás sin presupuesto usas el del año anterior, eso hizo el kirchnerismo", comenzó su explicación.

Qué dijo Javier Milei

"La equivalente fue mentir la inflación, porque eso subestima los recursos y, cuando vos subestimás los ingresos, por ejemplo, a Diego le llega menos plata, pero tiene una billetera más grande el Poder Ejecutivo, que hoy la tiene Cafierito, tercera generación de políticos", continuó.

Por qué Milei dice que esta crisis es peor que la de 2002 y que hay alto riesgo de hiperinflación

Javier Milei, con la vehemencia que lo caracteriza, continuó diciendo que el gobierno "levanta todas las banderas socialistas": "Se sienten tan cómodos estando tan rojos. Hay que recordarles que, si bien siempre fue un desastre el socialismo, la base es el plan. Y estos son socialismo sin plan, es el peor de los desastres. Estamos en un capitalismo sin mercado, un socialismo sin plan… esto no puede terminar bien ni de casualidad. La pandemia, con las consecuencias económicas que produce, también fue parte de su análisis: "El gran daño que se está causando en la economía lo causa la cuarentena", sentenció.

Y agregó: "El modelo de cuarentena cavernícola elegido por este Gobierno está generando un desastre que puede terminar en algo muchísimo peor. Frente a la amenaza que hizo la Organización Mundial de la Salud (OMS), con que se venía una nueva peste española, los países adoptaron un modelo de confinamiento en línea a esa advertencia. El 99,5% de lo que vemos de caída del PBI en la tasa de crecimiento del mundo es culpa de la cuarentena, no de la pandemia. Hay que decir que el remedio fue peor que la enfermedad, porque aumentó los índices de pobreza a nivel mundial", afirmó.

Su proyección para el futuro fue drámática: "La Argentina es el mejor alumno de la OMS con la cuarentena más larga y más profunda. El daño que se está causando en el país es muchísimo peor que lo que fue la caída de 2002, cuando el PBI cayó 10,9%. Vamos a tener destrucción de la actividad económica, de puestos de trabajo, caída en los salarios reales, más pobres e indigentes y, si llega a haber un evento político que dispare una crisis de confianza, vamos a tener una hiperinflación y vamos a ver la peor crisis económica y social de la historia argentina", dijo Javier Milei.

¿Riesgo de un nuevo Rodrigazo?

De a poco, la inflación va recuperando su lugar protagónico en el debate económico argentino. El "veranito" de bajos registros de aumentos de precios parece estar llegando a su fin, y los economistas ya no dudan sobre si se va a acelerar, más bien se preguntan cuándo y qué tan fuerte será la explosión.

Por lo pronto, aparecieron las primeras señales de advertencia: cuando todos creían que el IPC de junio estaría en línea con los de los dos meses previos –que habían dado 1,5%-, se registró un 2,2%. En otro momento, la cifra habría parecido aceptable, a fin de cuentas sigue estando por debajo de los IPC de diciembre y enero-. Pero en el contexto de la cuarentena, --es decir, con un consumo reprimido y en el marco de una recesión profunda- se trata de un número que no deja espacio para el festejo.

Y tal vez la señal que más inquieta sea el hecho de que en aquellas provincias donde la cuarentena se flexibilizó en mayor grado fue donde más se aceleraron los precios.

En la Ciudad de Buenos Aires, donde más se nota el efecto cuarentena, la inflación de junio fue de apenas 1,4%, es decir 0,8 puntos debajo del promedio nacional.

En la región del NEA, para los primeros seis meses del año, la diferencia en el registro de inflación general fue de 2,9% más que en el AMBA. 

Y además queda en claro que estos promedios están contenidos por el congelamiento tarifario. Cuando se toma el rubro alimentos, los números también dan muy encima del promedio, y también es notoria la diferencia en las zonas de mayor apertura. Para el último semestre hubo una diferencia de 2,3 puntos -17,2% versus 14,9%- para el promedio nacional respecto de Buenos Aires.

Con estos números a la vista, y considerando las otras variables macroeconómicas, como la gran emisión monetaria que se llevó a cabo para financiar la asistencia estatal a empresas y desocupados, las conclusiones de los economistas no dejan lugar a dudas: están dadas las condiciones para una aceleración en los próximos meses.

Lo que resta por verse es qué tan grave puede ser la aceleración de esa "otra curva" que tiene en vilo a los argentinos tanto como la de los contagios. Y por eso causó asombro y preocupación el hecho de que economistas muy influyentes hayan hablado sobre la posibilidad de una disparada en el corto plazo y con un nivel de inflación similar al que se registraba décadas atrás.

Lopez Murphy, Machinea, Roque Fernández, Cavallo: los cuatro ex ministros dejaron pronósticos preocupantes
Lopez Murphy, Machinea, Roque Fernández, Cavallo: los cuatro ex ministros dejaron pronósticos preocupantes

El más severo en el pronóstico fue Ricardo López Murphy, que compartió una conferencia vía Zoom con otros tres ex ministros de economía: Domingo Cavallo, José Luis Machinea y Roque Fernández. El hecho de que todos ellos hayan ocupado la silla más caliente de la Argentina en momentos de turbulencias hizo que en el mercado se le prestara especial atención a sus advertencias.

"Han emitido todo lo que han podido y estamos en los topes históricos del gasto público", analizó López Murphy, para quien la alternativa es clara: "a la salida de la pandemia o hay un programa de estabilización del gasto o vamos a un proceso de aceleración inflacionaria. La mega inflación es un riesgo y esa situación está justo frente a nosotros".

Y, para mayor preocupación de la audiencia, vaticinó niveles similares a los que conoció el país en las décadas de los ’70 y ‘80. "Si no se normaliza la situación, vamos a una mega devaluación, que no es una híper pero es una inflación de niveles similares a los que hubo después del Rodrigazo, entre 1975 y 1988, que es una inflación de tres dígitos y el primero no es un 1". 

Crisis a la vista

La sola mención al "Rodrigazo" causó escozor entre quienes siguieron la exposición, tanto por la gravedad de aquel hecho histórico como por la acumulación de similitudes en la situación previa al estallido. Aquel ajuste fue, en realidad, el sinceramiento de los precios que estaban contenidos por los congelamientos.

Celestino Rodrigo pasó a la historia por haber hecho la corrección de precios relativos, que implicó ajustes de tres dígitos en las tarifas de servicios públicos y en los precios de los combustibles. Además, claro, de una devaluación que duplicó la cotización del dólar. La inflación de ese convulsionado 1975 fue de 187% y a partir de allí el país ya se estacionó en una inflación crónica de tres dígitos hasta la convertibilidad de los años ‘90.

¿Es eso lo que le espera a Argentina? La mayoría de los analistas cree que no, pero también es cierto que muchos se alarman al comprobar ciertas similitudes, por ejemplo el atraso tarifario, el abuso del dólar como ancla cambiaria y el crecimiento acelerado de un déficit fiscal que sólo puede ser financiado con emisión monetaria.

Un informe de Economía & Regiones lo plantea con crudeza: proyecta que el déficit fiscal primario podría llegar a un impactante 9% del PBI hacia fin de año, al tiempo que la base monetaria crece a un 33,9% en términos reales.

Pero sobre todo, lo que genera preocupación es la persistencia de problemas estructurales de fondo. Cada vez la proyección de déficit fiscal es mayor, y cada vez con mayor financiación del Banco Central. Y la "bola de Leliq" que crece en la medida que se intenta retirar liquidez.

Machinea fue el único que dejó entreabierta alguna esperanza de que, una vez pasada la fase aguda de la cuarentena, el Gobierno pueda reabsorber el dinero emitido, pero la mayoría de sus colegas se muestran escépticos.

Fue particularmente comentado el pronóstico de Cavallo, para quien el problema inflacionario "será grave y pronto". Tan es así, que el ex ministro dudó de que Alberto Fernández pueda contener una explosión de los precios antes de la elección legislativa del año próximo.

Son pronósticos que llaman la atención por el contraste con las encuestas entre bancos y consultoras, que ven para los próximos 12 meses una inflación de 52% y una devaluación de 49%, es decir números altos pero no explosivos.

Rodrigazo: el juego de las diferencias

Lo cierto es que hay coincidencias pero también divergencias respecto del momento previo al Rodrigazo, por lo tanto las opiniones siguen siendo divergentes.

Entre las principales coincidencias está el grave déficit fiscal. En 1975, el rojo de las cuentas llegó a un 12%, con el inquietante detalle de que dos tercios de ese agujero eran financiados con asistencia monetaria pura del Banco Central.

La otra coincidencia preocupante es el volumen del dinero inyectado al mercado. Un informe de la consultora SBS apunta que para fin de año los pasivos monetarios del BCRA llegarán al 19% del PBI. Son niveles que se acercan a los que se registraban en la previa del Rodrigazo. El informe indica que, para peor, gran parte de esos pasivos no son billetes en circulación sino títulos por los que se deberá pagar interés, lo que hace que la situación pueda agravarse con el paso del tiempo. 

Además en 1975 -como ahora- había controles de precios, que a la larga generaron desabastecimiento, mercado negro y finalmente perdieron eficacia- y un congelamiento tarifario. Eso provoca una diferencia de precios relativos que se torna insostenible y que puede notarse, por ejemplo, en el deterioro de la calidad de servicios por el freno a la inversión.

El bajo consumo y los precios máximos contuvieron la inflación, pero en el mercado dudan por la reacción de la etapa post pandemia
El bajo consumo y los precios máximos contuvieron la inflación, pero en el mercado dudan por la reacción de la etapa post pandemia

Pero también hay diferencias entre los dos momentos históricos, entre las cuales la más notoria es el saldo de la cuenta corriente –es decir, la diferencia entre los dólares que entran y los que salen del país-. En 1975 ese rojo fue del 3,3% del PBI después de un año de superávit, un cambio abrupto causado por el nuevo contexto internacional. Ese fue el disparador que llevó a la necesidad del ajuste del tipo de cambio.

A diferencia de aquel momento, ahora no hay déficit en la cuenta corriente –sí lo hubo antes de la devaluación de Macri, cuando se llegó a un 6%-, pero la situación tampoco es holgada. Sin crédito externo, el Gobierno depende del duro cepo cambiario para quedarse con todo el excedente exportador –se proyecta unos u$s17.000 millones-.

Al decir de un informe de Consultatio, esto implica que la situación "está bien en la foto pero muy mal en la película". La explicación es que si bien el efecto combinado del cepo cambiario, el cierre del turismo y la caída de la importación llevaron incluso a un superávit de cuenta corriente, el futuro luce inestable por el riesgo de una pérdida de reservas.

La otra gran diferencia entre la actualidad y el Rodrigazo es la situación política. Como bien observó Cavallo, "el descontrol hiperinflacionario y la fuga del dinero se produce cuando hay una situación de vacío político". Es decir, un escenario que no se ve ahora, aunque los economistas observan señales preocupantes por las divergencias internas entre Alberto Fernández y el núcleo duro del kirchnerismo.

Pero, sobre todo, lo que funcionaba "a full" en 1975 y ahora está anestesiada es la puja distributiva. En otras palabras, el tironeo entre sindicatos, empresas y Gobierno por las subas salariales, que echan combustible a la inercia inflacionaria.

La situación excepcional de la cuarentena congeló la discusión salarial, aunque también esa es una situación destinada a cambiar en un plazo relativamente corto, como ya empieza a notarse en las negociaciones de los sectores menos afectados por la recesión.