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Las paritarias acortan cada vez más su tiempo de vigencia y crece el temor a la espiralización de la inflación

En grandes gremios ya se habla de acortar a tres meses la vigencia de los convenios. La historia tiene antecedentes inquietantes sobre la carrera nominal
ECONOMÍA - 12 de Abril, 2022

El mayor temor entre los economistas se llama "espiralización", y los primeros síntomas de su presencia están apareciendo: en un escenario de alta inflación, el establecimiento de acuerdos salariales por períodos más cortos no sólo no trae alivio sino más bien la expectativa de una disparada de la inflación que erosione más el poder de compra de los argentinos.

En un video que puede verse en las redes sociales se ve al ministro de Economía, elocuente en su sombrío diagnóstico sobre cómo la carrera entre precios y salarios nominales era "absurda" y sólo llevaba acelerar la inflación. Recordó que el primer aumento salarial duró nueve meses antes de que hubiera que actualizar los ingresos para compensar la inflación; el segundo se acortó a seis; el tercero duró cuatro meses y el cuarto no llegó a durar dos meses. Pero la inflación era cada vez más alta.

No, quien hacía esa dramática descripción no era Martín Guzmán sino Celestino Rodrigo, en un histórico discurso que, salvo por algunas cifras, tiene una actualidad asombrosa a 47 años de distancia. El autor del célebre "Rodrigazo" describía cómo en los dos años previos a su llegada se había exacerbado el intervencionismo en la economía y que, a pesar de los objetivos declamados, los resultados habían sido los opuestos a lo buscado.

Paralelismos

El muy comentado regalo de cumpleaños que le hizo Cristina Kirchner a Alberto Fernández -el libro "Diario de una temporada en el quinto piso", de Juan Carlos Torre- le dio nuevo impulso a una costumbre argentina: buscar paralelismos entre el momento actual y anteriores crisis económicas.

Así, la advertencia de que el libro del ex funcionario del equipo económico alfonsinista "tiene una gran actualidad" llevó en estos días a que muchos buscaran los parecidos entre la política de Guzmán con el malogrado Plan Austral de 1985 que terminó en una dramática hiperinflación.

Pero no todos compartieron el diagnóstico de Cristina. Muchos afirman que, al contrario de lo que insinúa Cristina, lo que llevó a la híper no fue la condicionante recesiva del acuerdo con el FMI ni la falta de compromiso para enfrentar a los grandes grupos empresariales, sino la falta de convicción para atacar el déficit fiscal, mientras se aplicaban "parches" que aceleraban la indexación de los precios.

El punto salarial es señalado por Marcos Buscaglia, ex economista jefe de Bank of America Merrill Lynch, como un peligroso paralelismo de los años ’80 con el momento actual: "Una característica de los episodios de aceleración inflacionaria es que se hacen más frecuentes los ajustes de precios y salarios", escribió el economista en un artículo.

Su argumentación es que, tal como pasaba en el final del Plan Austral, el acortamiento en el período de vigencia de los acuerdos salariales da lugar a la espiralizacion de precios, y que el reciente acuerdo para adelantar las paritarias no logrará el cometido de evitar la licuación salarial.

"Cuanto mayor sea el aumento de salarios nominales que logren los sindicatos, mayor será la tasa de inflación del año, porque a los empresarios no les quedará otra que traspasar esas subas a los precios. No discuten el salario real, discuten el nivel de inflación", apunta.

¿Guzmán pierde el "ancla" salarial?

Lo irónico es que si alguien ha dado muestras de cautela respecto de los salarios, ese ha sido Guzmán. Una postura que le ha valido enfrentamientos con el kirchnerismo.

De hecho, desde el entorno de la vicepresidenta han dejado trascender que Guzmán se opuso a la iniciativa por un pago de un bono salarial por decreto, porque el ministro teme que esa inyección de liquidez, más que impulsar el consumo, sirva para que los comerciantes presionen al dólar paralelo. Y que, por vía indirecta, se termine empujando más la inflación.

Desde su asunción, Guzmán había dado cifras de referencia para las paritarias, con la consigna de evitar desbordes inflacionarios. Y no por casualidad, una constante en sus discursos ha sido el reconocimiento a "la responsabilidad" de la cúpula sindical por haberse atenido a sus sugerencias, aun cuando las proyecciones de inflación del ministro despertaban amplio escepticismo.

Martín Guzmán, con las cúpulas empresarial y sindical: apelando a la "responsabilidad" en un entorno de inflación creciente

Fue así que el año pasado, con el 29% de meta salarial, las primeras paritarias cerraron en torno al 33%, para luego incluir ajustes en un año que terminó con una inflación de 51%. Y ya en 2022 las primeras negociaciones apuntaron a un ajuste de no más de 45%, a pesar de que los pronósticos de los economistas apuntaban como mínimo 10 puntos por encima de esa marca.

Un hito de esa política fue la paritaria docente -un gremio tradicionalmente conflictivo, que esta vez reinició las clases en tiempo y forma-, en la que se firmó por una mejora nominal de 45,4% a pagar en cuatro tramos, con vigencia de un año.

De la misma forma, otra señal política para el resto del mercado fue la suba del salario mínimo, que en diciembre se ubicará un 45% del nivel actual, después de un proceso de subas escalonadas. Como el salario mínimo es la referencia para los planes como el Potenciar Trabajo, esto implicaba ponerle un techo al gasto estatal en la asistencia social.

Las paritarias, más cerca del ajuste trimestral

Pero la aceleración inflacionaria que llevó a que, apenas en el primer trimestre, se haya acumulado un 15% de subas de precios -siempre con el agravante de que el rubro alimentos se ubica en un escandaloso 20%-.

Y esa situación generó una presión política que está llevando a lo que Guzmán quería evitar: la indexación salarial por la vía de acuerdos salariales de duración cada vez más corta.

Tras la reunión entre las cúpulas sindical y empresaria en la cual se acordó la reapertura anticipada de paritarias, hay gremios que ya hablan de implementar un nuevo tipo de acuerdos cortos, con hasta tres meses de vigencia. Lo cual trae reminiscencias inquietantes de los tiempos de Celestino Rodrigo o del final del Plan Austral, cuando a mayor nivel inflacionario más se acortaba la revisión salarial y más rápido volvían a subir los precios, generando el temido efecto de espiralización.

Por lo pronto, ya se está hablando de paritarias trimestrales en grandes sindicatos como la Uocra (construcción) y en Comercio -el mayor convenio, que alcanza a 1,2 millón de empleados- en un contexto en el cual al menos 14 gremios ya adelantaron la negociación salarial con vista a fijar incrementos a pagar a partir de mayo.

Ricardo Camaño, dirigente de la Uocra, dijo que, en este nivel de inflación, hay dos probables fórmulas a aplicar: una es de acuerdos cortos de tres o cuatro meses; la otra es el ya transitado esquema de un acuerdo anual con varios tramos de aumentos, cada uno con ajuste por inflación a definirse en una negociación.

El ministro de Trabajo, Claudio Moroni, que se opuso férreamente a establecer por decreto un bono salarial general con el argumento de que el sistema de paritarias está funcionando bien, dio un mensaje entrelíneas a los empresarios: que las mejoras nominales de salarios no se trasladen automáticamente a los precios de sus productos o servicios.

El desborde inflacionario llevó las predicciones a un 59% para este año, y los sindicatos tienden a acortar la vigencia de los acuerdos

Su consigna es que en cada gremio se establezca la modalidad que mejor se acomode a su realidad: acuerdos largos con cláusulas de revisión, acuerdos cortos, combinación entre suba porcentual y una suma fija, pero que se mantenga esa "responsabilidad" a la que siempre alude el ministro Guzmán.

La respuesta de los dirigentes empresariales ha sido la habitual en estos casos. Pero luego la realidad se impone sobre los acuerdos voluntaristas. Es un momento de iliquidez en las empresas, con el propio Estado pugnando por quedarse con la mayor parte del crédito disponible y con tendencia creciente en las tasas de interés.

Puesto en números, la tónica de lo que vendrá puede rastrearse en los últimos acuerdos firmados, como los de trabajadoras de casas particulares o el de minería para el sector abrasivos, que tendrán ajustes superiores al 30% para un semestre.

Esto reafirma la intención ya declarada por los dirigentes de los sindicatos grandes, que aspiran a, como mínimo, empardar la inflación. Lo cual implicaría, si se mantuvieran las expectativas de los economistas privados, aumentos nominales de 60% con vistas a un año.

¿El dólar le da una ayuda imprevista a Guzmán?

Paradójicamente, la consecuencia de corto plazo de estos aumentos salariales podría ser un efecto colateral imprevisto: una venta de dólares por parte de las empresas, que ayudarían a mantener la calma en el mercado cambiario paralelo.

Analistas y consultores observan que, en un entorno de iliquidez, una suba imprevista significa para algunas empresas la necesidad de recurrir a los ahorros, que usualmente están hechos en dólares. Así, se reeditaría en mayo una situación similar a la que suele verse en diciembre.

Pero claro, la contraparte sería la de una mayor liquidez en el mercado, justo en un momento en que el Gobierno trata de contraer la base monetaria.

Lo cierto es que Guzmán ha demostrado que, a la hora de buscar un freno a la inflación, prefiere atenerse a las recetas clásicas. Prueba de ello es el hecho de que, para compensar los mayores costos fiscales de la energía, recortó otras áreas de la administración. Así, mientras la recaudación tributaria viene creciendo a un ritmo de 61% interanual, los gastos lo hacen al 50%. En términos reales, con una inflación de 52%, esto implica que el volumen del gasto está cayendo.

En un clima social enrarecido por las protestas, Guzmán se prepara para su primer test ante la auditoría del FMI

Pero, además, el ministro se comprometió con el Fondo Monetario Internacional a disminuir drásticamente la dependencia de la asistencia del Banco Central para financiar el gasto público. Es por eso que está saliendo a buscar deuda en el mercado de capitales doméstico, que por ahora le viene respondiendo favorablemente: en la última licitación logró renovar vencimientos en pesos por un monto equivalente a u$s3.200 millones, y le dejaron un plus de 30%.

Como parte de ese proceso, y en el marco de una suba de tasas de interés, se registró en marzo una contracción de la base monetaria, un hecho que no ocurría desde hacía un año. El Banco Central informó que, en relación al PBI, la base monetaria se ubica en un 6,1%, una cifra similar a la de principios del 2020 y en torno a los mínimos valores desde 2003.

Son señales que caerán bien entre los funcionarios del FMI que llegarán en mayo para auditar la marcha del plan económico, pero que difícilmente puedan compensar el shock de una inflación en torno al 6%.

Como indica la historia, en situaciones así los argentinos sacan a relucir su rapidez de reflejos para la indexación automática -y, en muchos casos, hasta preventiva de aumentos de precios futuros-. El acortamiento de las paritarias a períodos cada vez más breves es un síntoma de que la inflación está subiendo a una categoría más difícil de manejar.

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