FINANZAS DE LA CRISIS

Desdoblamiento cambiario: ¿se concreta la idea que proponía Rubinstein antes de ser viceministro?

El mercado ve probable un desdoblamiento del cepo como parte de la negociación con el FMI: Rubinstein ya lo proponía desde hace un año
ECONOMÍA - 19 de Mayo, 2023

La expresión "desdoblamiento cambiario" se está escuchando cada vez con mayor frecuencia en el debate económico, sobre todo porque muchos la ven como la única opción en que puedan llegar a un acuerdo el Fondo Monetario Internacional -que ya dijo que considera al peso "sobrevaluado"- y el Gobierno argentino, que por motivos políticos se niega de plano a una devaluación brusca.

En realidad, no es una idea nueva, y ni siquiera es original del FMI ni del equipo económico de Sergio Massa, sino que se está planteando ya desde 2020, cuando en el inicio de la gestión de Alberto Fernández empezaron a revelarse las primeras tensiones con el cepo cambiario.

En aquel momento, los economistas notaron que el cepo en su segunda versión tenía menos eficacia y un desgaste más rápido que el cepo "original" de Cristina Kirchner: mientras en la primera experiencia la brecha entre el blue y el tipo de cambio oficial era de 45% tras cuatro años de aplicación de los controles, en la nueva versión bastaron pocos meses para que se superase el 70% de brecha.

Quien primero planteó la conveniencia de un desdoblamiento fue el controvertido -pero siempre escuchado e influyente- Domingo Cavallo, para quien la forma de atenuar los problemas era establecer un dólar para exportaciones e importaciones, que siguiera regulado, y otro para el turismo y el ahorro, libre y con cotización determinada por el mercado. En aquel momento, ese tema era el más relevante porque la compra de u$s200 mensuales que permitía el "nuevo cepo" se estaba llevando, cada mes, cerca de u$s1.000 millones de las reservas del Banco Central.

La argumentación de Cavallo era simple: el problema del Gobierno era que todos los argentinos querían comprar dólares al precio oficial y nadie quería vender. Entonces, al legalizar de hecho el dólar paralelo, aparecería la oferta sin que eso implicara que el BCRA siguiera sacrificando dólares que deberían ser prioritarios para otras actividades.

La propuesta no tuvo prédica en ese momento, pero otra vez volvió al tapete el año pasado cuando, tras la renuncia del ministro Martín Guzmán y con el pánico cambiario que hizo tambalear al Gobierno, se replantearon otra vez medidas drásticas.

Hace un año, el hoy viceministro Gabriel Rubinstein planteaba que el desdoblamiento era la mejor forma de resolver la restricción de divisas

Dólar: la propuesta en el cajón de Rubinstein

Uno de quienes defendió más explícitamente la necesidad del desdoblamiento era un economista crítico del Gobierno que, ironías de la política argentina, pocas semanas después terminó siendo el ideólogo de la gestión económica: Gabriel Rubinstein, que fue convocado por Sergio Massa para ocupar el cargo de secretario de política económica.

Antes de Rubinstein, otros economistas habían declinado la invitación del nuevo ministro, porque ponían como condición para sumarse a la gestión que se hiciera una corrección cambiaria relativamente brusca. Es decir, una devaluación, algo que para Massa no entraba en el rango de lo políticamente viable.

Rubinstein, en cambio, compartía la visión de que no se debía devaluar, pero sí modificar el cepo de tal forma que el Banco Central no siguiera sufriendo una sangría de reservas en importaciones de productos suntuarios. Y lo expresaba con elocuencia en un artículo de opinión, cuando todavía Silvina Batakis ocupaba el sillón del quinto piso del palacio de Hacienda.

"Si se nos permite ahorrar, viajar al exterior, pagar con tarjeta afuera, al valor de un dólar diferente al del MULC (por ejemplo un mercado MEP), OK. Si con eso, y alguna medida adicional se descomprime la compra de insumos y bienes importados de uso corriente y extendido (por ejemplo ¡café!), se entiende en esta economía en "emergencia", que coquetea con la hiperinflación", argumentaba en julio de 2022 el hoy viceministro.

Su visión era que la restricción de importaciones era una de las peores medidas que se podían tomar, porque obligaba a muchas empresas a usar sus propios dólares para importar, lo que llevaba a que los costos de producción o comercialización quedaran valuados al del mercado MEP. Es decir, que la inflación actual ya contuviera el efecto de una devaluación para productos de consumo masivo.

Una caja en rápido deterioro

Rubinstein no pudo imponer aquella idea y tuvo que contentarse con que se le permitiera llevar la tasa devaluatoria diaria -el "crawling peg", en la jerga financiera- por encima de la inflación, algo que ya de por sí le generó críticas de parte del kirchnerismo, pero también de parte de la ortodoxia económica.

Sin embargo, cuando parecía que ya la iniciativa del "desdoblamiento cambiario" quedaría enterrada, otra vez pasó a estar en el menú por la negociación con el Fondo Monetario Internacional. La diferencia entre aquel momento en que asumió Massa con su equipo y este momento de crisis tiene una explicación simple: el año pasado, gracias al acuerdo con el FMI, se pudo acumular u$s7.000 millones en las reservas del Banco Central mientras que este año las reservas están en caída.

En plena negociación con el FMI por una asistencia financiera, el ministro Massa planteó su negativa rotunda a la presión del organismo por una devaluación

La combinación de un cronograma de pagos exigente -a diferencia del año pasado, en 2023 es más la plata que Argentina tiene que devolver unos u$s4.000 millones más que la que le tienen que prestar-, con una sequía que achicó en u$s20.000 millones el ingreso por exportaciones tuvo un efecto devastador. Las reservas netas están en terreno negativo -los economistas calculan un "rojo" de u$s800 millones- al tiempo que el déficit de la balanza comercial empieza a hacerse crónico. Y con un agravante: ante la falta de dólares, se acumula una deuda de los importadores, que ya llega a u$s12.000 millones.

Esa diferencia -entre importaciones ya hechas pero todavía no pagadas- se financia con un crédito comercial de muy corto plazo. Y es algo que pone al Gobierno en el dilema sobre tener que priorizar entre mantener las importaciones -es decir, el nivel de actividad económica- o las reservas -es decir, la estabilidad de las variables como la inflación y el dólar paralelo-.

En semejante marco, el ministro Massa intenta que el FMI lo asista de urgencia con u$s10.000 millones, pero los economistas del organismo sospechan que les puede volver a ocurrir lo de 2018 durante la gestión macrista. Es decir, que con un tipo de cambio oficial de $230 -que consideran demasiado bajo- toda la ayuda se esfume rápidamente.

Pero Massa ya dijo que, antes de devaluar, prefiere renunciar: considera que es una opción desastrosa políticamente y con posibles derivaciones de caos social.

Es por eso que la opción que parecía destinada a vegetar en los cajones súbitamente cobró protagonismo: está en la mesa de negociaciones otra vez un eventual desdoblamiento, en términos parecidos a los que hace un año imaginaba Rubinstein.

Consenso técnico sobre el dólar, ¿sin margen político?

Entre quienes se muestran a favor de esa medida, uno de los argumentos es que la aceleración del crawling peg ya no puede considerarse una solución al problema del retraso cambiario. Plantean que es una medida "de sintonía fina" para corregir una distorsión relativamente pequeña, pero que no resulta viable llevar la tasa devaluatoria a niveles de 12% en un contexto de inflación que se aproxima a los dos dígitos. El temor que plantean es que esa carrera de dólar, precios y tasas de interés termine en un espiral descontrolado.

El desdoblamiento, en cambio, podría realizarse con relativas chances de que se recupere un clima de estabilidad.

Jorge Vasconcelos, economista jefe de la Fundación Mediterránea, plantea que en ese esquema se debería aplicar una lógica inversa a la del "dólar soja". Es decir, que en vez de que haya un tipo de cambio especial y elevado para la exportación, se tendría que dejar subir a todos los rubros de importación que no sean de primera necesidad.

La propuesta de desdoblamiento implicaría una virtual flotación del dólar para ahorro, turismo e importaciones no esenciales

"Lo que creo que ni el propio Fondo acepte sea una devaluación gradual, porque el mercado la lee, arbitra enseguida y se termina neutralizando. Es algo que ya se ha visto, por ejemplo, antes de la devaluación de Kicillof y Fábrega en 2014.  Por eso creo que lo que está en discusión es que se establezca un tipo de cambio especial más bajo, mientras el resto de bienes y servicios se mueva con una cotización más realista", analiza Vasconcelos.

En la misma línea, la administradora de fondos Consultatio planteó en un reciente informe su escepticismo respecto de que el FMI pudiera desembolsar dólares sin exigir, como contraparte, modificaciones en el sistema cambiario argentino: "En el menú de opciones se encuentra un desdoblamiento cambiario, tal vez la solución menos mala en el corto plazo, aunque tampoco descartamos que se pida una devaluación moderada".

Y, por cierto, si había una opinión que se descontaba a favor del desdoblamiento era la de Cavallo, quien nunca se priva de aconsejar públicamente a los funcionarios: "Yo limitaría el mercado oficial a transacciones estrictamente comerciales con bienes de exportaciones e importaciones. Y el tipo de cambio en ese mercado debería ser ajustado como lo viene haciendo el Banco Central, del 8% mensual, que no me parece desacertado ya que está en orden con la inflación".

Lo cierto es que, desde el punto de vista técnico, parece formarse un consenso respecto de que el desdoblamiento sería una opción viable: le daría al FMI la garantía de que sus dólares no serán vendidos a precio de remate, ayudaría a recuperar competitividad, recompondría las reservas del BCRA y, lo más importante, todo sin una devaluación traumática.

Pero claro, así es la situación vista en las computadoras de los analistas; lo que no está tan claro es cuánto margen político pueda haber para aplicar esta idea en plena campaña electoral. Después de todo, se trata de una propuesta que lleva tres años en carpeta, y que ni siquiera el propio viceministro Rubinstein -el ideólogo de la mayoría de las decisiones de Massa- ha logrado imponer todavía.

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