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Se prende otra alarma: crece el déficit de cuenta corriente, un histórico antecedente del salto del dólar

Los economistas prevén que este año la cuenta corriente termine con un déficit de 2%, aun con la barrera del cepo. ¿Síntoma de devaluación a corto plazo?
22/05/2023 - 06:59hs
Se prende otra alarma: crece el déficit de cuenta corriente, un histórico antecedente del salto del dólar

Todos hablan del dólar blue, de la inflación que acelera al 10%, del crítico nivel de las reservas y de emisión monetaria para cubrir el déficit fiscal, pero en estos días el indicador más peligroso es uno del que nunca se escucha hablar en los debates de TV ni en las redes sociales: el déficit de la cuenta corriente, que mide la diferencia entre los dólares que entran y los que salen del país.

Es el indicador que, históricamente, ha funcionado como alerta antes de cada devaluación. Y la mala noticia es que ahora mismo se está deteriorando aceleradamente, al punto que este año podría terminar con un déficit de 2%.

Esto significa un quiebre de tendencia, dado que, aunque los demás indicadores fueran negativos, durante toda la gestión de Alberto Fernández la cuenta corriente había dado señales tranquilizadoras: en 2020 se volvió al superávit -algo que no ocurría en más de una década- con un resultado de 0,8%; en 2021 el saldo positivo mejoró a 1,4% y el año pasado, ya con una crisis de escasez de divisas, hubo un leve déficit de 0,6%.

Pero este año, los economistas están notando un deterioro acelerado, por un mix de factores que incluyen la sequía, el déficit fiscal y el calendario de pagos de la deuda, que este año obliga a pagar más de lo que entra como préstamos (se estima un flujo negativo de casi u$s4.000 millones, a diferencia del año pasado, positivo en casi u$s8.000 millones).

Hablando en plata, ese déficit podría ubicarse este año en unos u$s12.000 millones, una cifra que hace parecer pequeño el "rojo" de u$s3.788 del 2022.

Traducido a probabilidades de crisis, esto significa que el riesgo de una situación traumática -por ejemplo, una devaluación brusca- se agrandan notablemente. No por casualidad, entre los economistas circula una célebre frase acuñada por el prestigioso ex ministro brasileño Mario Henrique Simonsen: "la inflación lastima pero la balanza de pagos mata".

Los economistas proyectan para este año un déficit de 2% del PBI en la cuenta corriente, una alerta de riesgo devaluatorio
Los economistas proyectan para este año un déficit de 2% del PBI en la cuenta corriente, una alerta de riesgo devaluatorio

Antecedentes inquietantes

La historia reciente marca que no hay exageración en esa afirmación: cada vez que el déficit de la cuenta corriente se salió de control, ocurrió algo traumático.

Y pasó en gobiernos de todos los signos ideológicos: desde comienzos de los años 80, cuando se rompió la "tablita cambiaria" tras un déficit récord de 6% del PBI, pasando por la crisis del plan Austral que derivó en la hiperinflación de 1989 -con un previo déficit de cuenta corriente de 4%- y por el colapso de la convertibilidad -anticipado por el déficit de 4,8% en 1998.

Ya en este siglo, la llegada del cepo de Cristina Kirchner coincidió con la pérdida del superávit en 2010, y luego el daño del déficit de cuenta corriente se evidenció en toda su intensidad en 2018, cuando un rojo de 5,2% del PBI llevó a la devaluación del gobierno de Mauricio Macri y al salvataje del FMI.

La sola mención de estos antecedentes ya alcanza como para agravar los nervios en un mercado hipersensible. Pero es necesario ver también que lo que marca la gravedad de esos déficits no es solamente su magnitud, sino si hay una contrapartida de entrada de dólares que ayuden a financiar el desequilibrio. En algunos períodos, los déficits pudieron persistir varios años sin que estallara una crisis porque se equilibró con la "cuenta capital" que incluye los "dólares financieros" -a diferencia de la cuenta corriente, que incluye el comercio exterior, el turismo y los servicios-.

Un típico ejemplo fue la gestión de Macri, en la que se sostuvo el déficit mientras entraron divisas de los fondos de inversión. En cambio, el gobierno de Cristina Kirchner, que no tenía acceso a los mercados, sufrió incluso inestabilidad incluso con un déficit menor, por lo que terminó implantando los controles que derivaron en el "cepo".

¿Hay déficits buenos y malos?

En todo caso, los economistas suelen llegar al mismo diagnóstico: un severo déficit en cuenta corriente es indicador de que hay retraso en el tipo de cambio.

Por eso siempre son situaciones que despiertan polémicas. Por ejemplo, los funcionarios macristas solían restarle importancia al déficit, porque señalaban que era el resultado inevitable de la "lluvia de dólares", casi un síntoma de virtud en vez de una señal de alerta por riesgo devaluatorio.

La realidad es que en los estudios históricos sobre cómo se financiaron los déficits de cuenta corriente, la inversión externa directa siempre fue una parte pequeña. Y el período macrista no fue la excepción. Una investigacion del equipo de research del banco BBVA demuestra que, en los mejores años de ingreso de inversiones del período macrista, la "lluvia de dólares" apenas alcanzó a financiar un tercio del déficit.

"La inversión extranjera directa (IED) ha sido usualmente insuficiente para financiar los déficits de la cuenta corriente, lugar que fue ocupado por el endeudamiento (del sector público en primer lugar, pero también del sector privado) fundamentalmente durante la última década. La elevada emisión monetaria para financiar al Tesoro ante la imposibilidad de acceso a los mercados de deuda y escasez de reservas internacionales son determinantes de las presiones devaluatorias", apunta el trabajo del BBVA.

Christine Lagarde con Nicolás Dujovne en 2018: ese año del stand by, el déficit de cuenta corriente llegó al 5,2% del PBI
Christine Lagarde con Nicolás Dujovne en 2018: ese año del stand by, el déficit de cuenta corriente llegó al 5,2% del PBI

Ya antes de que estallara la crisis cambiaria de 2018 y que hubiese que salir a pedir un préstamo récord al FMI, había economistas, desde todas las corrientes ideológicas, que hacían advertencias al respecto.

Por caso, Roberto Cachanosky publicaba un artículo en el que, contradiciendo a los funcionarios de aquel momento, advertía que el déficit sólo se sostenía por el ingreso de "capitales de corto plazo que apuestan a la zanahoria de la tasa de interés" pero que ese esquema era frágil y llevaba a mayor deuda pública

"El modelo no es sustentable porque en la medida que aumente el déficit de la cuenta corriente del balance de pagos hay mayores tensiones de devaluación del peso salvo que ingresen más capitales. ¿Por qué el déficit de cuenta corriente del balance de pagos genera tensiones de devaluación del peso? Porque la demanda de divisas es mayor a la oferta", alertaba.

A pesar de los cambios de signo político, la situación no difiere tanto de la que ocurre hoy. Es cierto que el cepo cambiario supone una barrera de contención, pero no termina de impedir la crisis. El informe de BBVA establece que "en los periodos de controles de capitales y restricciones cambiarias el resultado de cuenta corriente estructural es 1% del PIB más superavitario", y recuerda para la economía argentina ese resultado estructural es un déficit de mediano plazo que oscila entre 2,1% y 2,8%.

De manera que, aun con los férreos controles del cepo, ya se está dentro del rango del déficit estructural. Pero, en este caso, sin chances de que un ingreso de dólares del exterior ayude a anestesiar la crisis.

Para colmo, la economía está expuesta a presiones recesivas -los economistas de la encuesta REM prevén una caída de 3,1% en el PBI-, lo cual hace menos viable una corrección gradual y torna más probable la devaluación.

Entre el déficit fiscal y la fuga de capitales

Por cierto que los problemas de déficit de cuenta corriente no son una originalidad argentina. Un estudio de la consultora Econviews publicado durante la crisis cambiaria del macrismo relevó que un tercio de los países ha pasado por déficits mayores al 5% en algún momento en los últimos 40 años.

Lo que difiere es la forma de salida de ese laberinto: tres de cada cuatro países que tuvieron déficits prolongados pudieron corregir el problema gracias al crecimiento de la economía, mientras que el cuarto restante tuvo una crisis.

Ni las restriciones del cepo cambiario pudieron evitar el agravamiento en la cuenta corriente, dada la necesidad de financiar las importaciones
Ni las restriciones del cepo cambiario pudieron evitar el agravamiento en la cuenta corriente, dada la necesidad de financiar las importaciones

Esto lleva a la cuestión de si, dada la ausencia de financiamiento, los dos puntos de déficit de Argentina de hoy pueden ser tan graves como los casi seis puntos de la gestión macrista. Y, sobre todo, si se está a tiempo de intentar la salida suave y evitar una devaluación. Aquí es donde los análisis difieren según quién los haga. La visión "ortodoxa" es que es no habrá solución mientras haya déficit fiscal.

¿Qué tiene que ver el tema fiscal -es decir, la financiación en pesos del sector público-, con la cuenta corriente? El argumento es que se necesitan pesos con los cuales comprar dólares para pagar los intereses de la deuda.

Entonces si hay rojo fiscal se produce el círculo vicioso: la deuda no sólo no se achica sino que crece, y el Estado debe subir la tasa de interés para conseguir en el mercado los pesos con que pagar el gasto público; de esta forma, termina atrasando artificialmente al dólar, ya que la tasa tiene que subir más rápido que el tipo de cambio para que los inversores mantengan su flujo y no corran al dólar.

Las recientes noticias sobre la suba de la tasa al 97%, y el alivio del Gobierno por haber logrado un "rolleo" de 130% ante un vencimiento de deuda por $590.000 millones.

"Lo que ocurra con el gasto público es fundamental para explicar la dinámica de la importación, y ahí está la conexión. En una economía que ahorra y tiene superávit fiscal probablemente también tenga superávit externo. Y entonces se puede acumular reservas", argumenta Jorge Vasconcelos, economista jefe de la Fundación Mediterránea, uno de los que viene alertando sobre el deterioro de la cuenta externa.

Del otro lado, la visión "heterodoxa" o keynesiana -la que habitualmente defiende el kirchnerismo- es que el gran causante del déficit de cuenta corriente es la formación de activos externos. Dicho en términos de Cristina, "en este país el deporte nacional es quedarse con los dólares del Banco Central".

¿No hay alternativa a la devaluación?

Sea cual sea el prisma ideológico, lo que resulta irrefutable es que los breves períodos históricos en los que la cuenta corriente dio superávit coincidieron con un tipo de cambio muy alto -generalmente por una devaluación previa- y con altos precios de materias primas agrícolas.

Hoy el dólar oficial está bajo -falta un ajuste de 25% según la estimación del propio FMI- y los precios de los commodities no están mal, pero la soja acaba de perforar el piso de los u$s500.

La mejora en la cosecha de 2024, la gran esperanza para que se pueda salir de la crisis sin una devaluación brusca
La mejora en el ingreso de divisas por la cosecha de 2024, la gran esperanza para que se pueda salir de la crisis sin una devaluación brusca

¿Significa esto que una devaluación es inevitable? Es la gran pregunta del momento, aún sin respuesta. En el cortísimo plazo, depende de si llega a tiempo la asistencia de u$s100.000 del Fondo Monetario.

Pero hay complicaciones que persisten: Vasconcelos pone el foco sobre la deuda de los importadores: "En la práctica lo que ocurre es que parte del déficit se está financiando con crédito del comercio exterior, que a diferencia del crédito del FMI es de muy corto plazo y ya asciende a 11 mil millones en un año".

Su advertencia es que, aun si el año próximo el campo tiene una gran cosecha que compense la caída de este año, la mitad del ingreso deberá ser destinada a pagar las deudas de los importadores y de nuevos mecanismos como el swap con el Banco Central de China.

Por eso, su planteo es que sólo se evitará una crisis si se moderan las importaciones mediante un cambio de régimen cambiario, que desdoble al dólar comercial del financiero.

Pero, sobre todo, insiste en la cuestión fiscal: "Hay que pensar que la acumulación de reservas va a ser más al estilo de lo que ocurrió en el período 2003-2006,es decir con superávit gemelos, fiscal y de cuenta corriente, y no con la entrada de fondos como la que ocurrió en el gobierno de Macri. Eso obviamente lleva a que uno tenga que pensar en que tiene que hacer un ajuste para pasar de un déficit de dos puntos a un superávit de dos puntos".

Una consigna que comparte casi todo el mercado, pero que es difícil de concretar en términos políticos. Es lo que lleva nuevamente a la pregunta tabú: ¿una devaluación ayudaría a oxigenar las cuentas? El estudio de BBVA muestra una relación de elasticidad, según la cual si la depreciación del tipo de cambio real es de 10%, entonces el saldo de cuenta corriente mejoraría en 0,16%. Claro que, al mismo tiempo, se empujaría el peso de la deuda respecto del PBI.