El dólar profundizó la baja y cerró en $1.360, tras fuertes ingresos del agro y el apoyo de Trump
El dólar minorista se vendió este miércoles 24 de septiembre con una baja de 25 pesos, en $1360, en la pizarra del Banco Nación. En el segmento mayorista, la divisa se negoció con un descenso de $31,50, a $1337,50. En el segmento informal, el dólar blue perdió diez pesos, en $1400. En cuanto a los dólares financieros, el contado con liquidación cayó 1,7% a $1391, mientras que el MEP retrocedió 2,5%, en $1370.
La caída reciente del dólar sorprendió por su magnitud y por la velocidad con que se consolidó en distintas cotizaciones. El mercado venía de semanas de tensión, con un Banco Central exigido y un escenario preelectoral cargado de incertidumbre, pero la dinámica cambió a partir de dos anuncios clave: la baja de retenciones para el agro y el respaldo explícito de Estados Unidos.
La eliminación transitoria de tributos al sector exportador permitió una rápida liquidación de divisas, generando un aumento inmediato de la oferta de dólares. El efecto se potenció con la exigencia de liquidar casi la totalidad de las operaciones en un plazo de tres días, lo que aceleró el ingreso de divisas en el sistema. De hecho, en lo que va de la semana se registraron ventas al exterior por 11,47 millones de toneladas, valuadas en u$s4.181 millones, que equivalen a casi el 60% de lo establecido por el decreto que habilitó las retenciones "0" hasta fines de octubre.
En ese escenario, el Banco Central no solo acumuló la tercera rueda sin vender reservas, sino que el mercado especula con que el Tesoro habría comprado unos u$s100 millones.
En paralelo, Washington anunció que evalúa un paquete de asistencia a la Argentina que incluye un crédito stand-by y una línea de swap por hasta u$s20.000 millones, además de la eventual compra de deuda soberana en el mercado secundario. La posibilidad concreta de recibir financiamiento externo en montos relevantes fue interpretada como una garantía de estabilidad, al menos en el corto plazo, y calmó las presiones sobre los mercados paralelos.
Señales de Washington y expectativas de mercado
El anuncio del Tesoro norteamericano fue interpretado como un gesto político de gran peso. No se trató de un salvataje en un contexto bélico o humanitario, sino de un apoyo específico para sostener la estabilidad de un país en crisis económica. Esa rareza hizo que el mensaje fuese considerado excepcional, generando un entusiasmo inmediato entre operadores e inversores.
Carlos Rodríguez, ex asesor de Milei, analizó que un eventual préstamo de 30 mil millones de dólares sería suficiente para estabilizar el tipo de cambio. Su planteo sostiene que las reservas podrían actuar como respaldo de los pagos de deuda y que el superávit fiscal del Tesoro podría emplearse en intervenciones competitivas y preanunciadas, reduciendo la incertidumbre.
El economista remarcó en su cuenta de la red social X que esta sería la oportunidad óptima para implementar una flotación libre sin intervenciones ni cepos, con el objetivo de consolidar un régimen más transparente y sostenible. En ese esquema, los capitales externos tendrían un rol fundamental para dar previsibilidad al mercado y garantizar un piso de estabilidad.
Al mismo tiempo, Rodríguez advirtió que la medida no debe limitarse a reforzar un esquema de carry trade. Si el financiamiento externo se utiliza solo para sostener tasas elevadas y una estabilidad artificial, la solución será temporal. La clave está en aprovechar el respaldo internacional como plataforma para reformas de fondo que modifiquen la dinámica económica de los últimos años.
El debate sobre dolarización y reformas estructurales
En medio del entusiasmo generado por la ayuda estadounidense, Rodríguez planteó que una dolarización no debería ser el camino prioritario. Considera que fijar el tipo de cambio en forma absoluta sin haber encarado antes reformas laborales, fiscales y de apertura comercial sería inviable y restaría competitividad a la economía.
Desde su mirada, la flexibilidad cambiaria es un instrumento indispensable en un contexto donde se esperan grandes transformaciones estructurales. Al mantener un margen de movimiento en la moneda, el país podría absorber mejor los impactos de esos cambios y evitar crisis recurrentes como las del pasado.
Este planteo coincide con el diagnóstico de varios analistas que sostienen que la estabilidad de corto plazo solo será sostenible si se combina con un programa integral de reformas. Los fondos externos, por sí solos, no alcanzan para resolver los desequilibrios fiscales, la falta de productividad y los problemas de competitividad que arrastra la economía argentina.
La conclusión de este enfoque es que la ayuda norteamericana abre una ventana de oportunidad, pero su éxito dependerá de la capacidad política para avanzar en transformaciones profundas. Sin ese complemento, el efecto estabilizador será apenas una pausa en medio de un escenario todavía frágil.
El escepticismo sobre la sostenibilidad
Frente a la visión optimista, Federico Machado de Economía Open adoptó una postura más cauta. A su entender, el respaldo internacional representa un oxígeno necesario, pero no asegura un cambio de tendencia duradero. La acumulación de reservas continúa siendo limitada y los compromisos de deuda presionarán con fuerza en los próximos meses.
El economista advirtió que la baja del Riesgo País difícilmente se sostenga sin un triunfo electoral del oficialismo en octubre. Sin un escenario político favorable, los mercados volverán a poner en duda la capacidad del Gobierno para administrar la deuda y estabilizar el frente fiscal, lo que podría revertir el ánimo actual.
Machado diferenció -en su cuenta de la red social X- la actual reducción de retenciones de los antiguos programas como el dólar soja. En aquellos casos, además de incentivar al productor, se generaba un ingreso extra para el Tesoro. Esta vez, en cambio, se resigna superávit fiscal para sostener un tipo de cambio que, bajo condiciones normales de mercado, debería estar más alto.
En su lectura, esto constituye una estrategia de populismo cambiario, donde se privilegia la estabilidad inmediata a costa de comprometer la solidez fiscal. El riesgo es que, en paralelo, los sectores más vulnerables continúen sin recibir los recursos que necesitan, generando tensiones sociales y políticas que podrían erosionar la confianza en el Gobierno.
Populismo cambiario y demanda de pesos
Uno de los puntos centrales del análisis de Machado es la dinámica de la demanda de pesos. Si los productores no muestran disposición a quedarse en moneda local, buscarán mecanismos para recomprar dólares en los mercados financieros, lo que limitaría la efectividad de la medida.
Si bien en teoría la reducción de la relación pesos-dólares en la economía debería ejercer presión bajista sobre el tipo de cambio, la incertidumbre política puede revertir esa lógica. Un aumento de la dolarización de carteras por parte de los agentes económicos podría neutralizar los beneficios de la mayor oferta de divisas.
Los analistas remarcan que el problema no radica únicamente en la coyuntura, sino en la falta de un ancla clara para las expectativas. La improvisación en la toma de decisiones y la ausencia de un plan integral generan dudas sobre la sostenibilidad del esquema actual.
De esta manera, aunque la baja del dólar es celebrada por los mercados, el trasfondo deja abiertas muchas incógnitas. El alivio cambiario puede diluirse si no se avanza en una estrategia que combine disciplina fiscal, acumulación de reservas y confianza en la moneda local.
La lectura política detrás del respaldo
En paralelo a los análisis estrictamente económicos, Javier Timerman, socio de Adcap Grupo Financiero, resaltó en su cuenta de X que la importancia política del apoyo de Estados Unidos. Consideró que se trata de un respaldo más contundente de lo que el mercado podía imaginar, directamente asociado a la figura de Donald Trump.
Según su visión, el swap puede interpretarse como un mecanismo de liquidez a cambio de alineamiento político. Ese vínculo genera un precedente inusual, donde la Casa Blanca respalda con recursos a gobiernos aliados en América Latina con el objetivo de reforzar lazos estratégicos.
El impacto inmediato fue una mejora de expectativas, pero el verdadero interrogante está en lo que sucederá a mediano plazo. La política estadounidense evaluará en 2027 si la apuesta de Trump fue un acierto o un error, y ese juicio dependerá tanto de la evolución de la economía argentina como de la política interna en Washington.
De todas maneras, la señal ya fue enviada y dejó en claro que Argentina cuenta con un socio de peso dispuesto a intervenir. Ese gesto calmó los mercados y otorgó al Gobierno un margen de maniobra que parecía agotado, aunque también implicó nuevos condicionamientos en el plano político.